La nueva forma que encontraron los narcos para infiltrar la droga en el Conurbano

La nueva forma que encontraron los narcos para infiltrar la droga en el Conurbano

Increíblemente, ante mayor pobreza, más insólitos comercios son abiertos a lo largo y ancho del conurbano bonaerense. Como antes fueron los kioscos y verdulerías 24 horas, ahora aparecen dos o tres distribuidoras de bebidas.

Alejandro Cancelare

Alejandro Cancelare

Hace aproximadamente dos décadas, en distintos barrios del conurbano bonaerense empezaron a habilitarse quioscos que trabajaban 24 horas. Lo extraño era que estos pequeños comercios aparecían en zonas de casi nula circulación vehicular luego de las 20 horas y en lugares más que exóticos, como esquinas de arterias con calle de tierra.

Poco tiempo después, fue la “explosión” de las verdulerías y fruterías que también empezaron a funcionar de manera continua. ¿Quién iba a ir a comprar lechuga, tomates o bananas a la 1.30 de la madrugada? Era la pregunta que todos los vecinos nos hacíamos.

Los cajones permanecían en las veredas, los comercios iluminados, pero con nadie en el interior. Bah, sí. Los que estaban dormían a la espera de alguna nueva “carga” o cliente.

Todo era más que sospechoso y, repentinamente, lo que se abría con rapidez, también bajaban las persianas con el mismo ritmo. No eran negocios “de moda” como lo fueron las canchas de tenis o paddle o, inclusive, los “parripollos”, que daban respuestas económicas de subsistencia a quienes quedaban desempleados.

En el caso de las verdulerías y kioscos de tiempo completo estaban encubriendo el verdadero negocio. La distribución y venta de estupefacientes en los barrios, en puntos “amables”.

La elección de las esquinas o puntos de transacción no fueron azarosos. Fue producto que esos locales tenían plazo de expiración porque su actividad natural no le generaba, ni siquiera, la rentabilidad mínima. Entonces, la incorporación de la “nueva rama” que significaba la droga hacía tener a mano una primera justificación, aunque fuera promiscua. “Si no hacemos esto, tenemos que cerrar o salir a chorear”, decían. Increíble pero real.

Ahora la novedad aparece en la expansión de una nueva actividad. Las distribuidas barriales de bebidas. Con otra inteligencia y logística, reaparece el viejo esquema de los piratas del asfalto, pero algo más sofisticados. No se roban camiones. Se distribuye en ellos. ¿Bebidas?... Sí, pero también otros productos.

En este circuito están empezando a trabajar varias áreas de investigación, aunque aún no ha habido grandes avances. Es una certeza que tienen los pocos y viejos sabuesos que quedaron en pie en diferentes ámbitos de la policía bonaerense y corroborados por el “ruido de la calle”.

Varios galpones de rutas y arterias principales inutilizados desde hace tiempo, con los carteles de venta o alquiler, súbitamente encuentran inquilinos que, llamativamente, activan y comercian todo tipo de bebidas alcohólicas y de aguas gaseosas. Extrañamente, las últimas son de segundas y terceras marcas. Ninguna de las que tienen el impactante logo rojo o azul y rojo, aunque la “coca” esté incluida en los sospechosos locales.

Al igual que en lo que pasaba hace veinte años, estos comercios distribuyen lo que están habilitados para hacer y, con pallets especiales, lo que no. No existe ningún sistema de pago con tarjetas, transferencia o mercado pago, sino que es todo efectivo.

La agonía económica, la pauperización de los salarios de la economía formal e informal y la falta de horizontes convierten al conurbano bonaerense en un ámbito propicio para que todo lo que tiene que ver con lo legal se transforme en marginal.

No solo la droga se expande hasta en barrios antiguamente calificados de “clase media” o “trabajadora”, sino que también se observa el nivel mafioso al que son sometidos aquellos que pretenden realizar alguna actividad de la “economía popular”, como el reciclado, o el depósito final de demoliciones, podas o limpieza. Los volquetes han entrado en este sistema que se veía en series como “Los Sorrento”, donde quien se atreve a colocar un precio alternativo termina con sus camiones o instalaciones incendiadas, robadas o impedidas de seguir en la actividad.

La delincuencia se transforma constantemente. El tema es que las autoridades y las instituciones llegan demasiado tiempo después. El drama rosarino ya se está afincando en el Gran Buenos Aires, a pesar de que hace una década todos advertíamos que esto iba a suceder.

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