Nuevo gobierno

El cambio de paradigma: los chicos le enseñaron a los grandes a votar

Javier Milei y la conexión con el voto joven. El idioma propio que la prensa y empresarios nunca entendieron. El factor "humildad" y la nueva etapa.

Pedro Paulin
Pedro Paulin lunes, 20 de noviembre de 2023 · 18:40 hs
El cambio de paradigma: los chicos le enseñaron a los grandes a votar
Juntos. Javier y Karina Milei, ahora ya en el poder Foto: EFE

Javier Milei se conectó hace tres años con los más chicos, esos que estaban olvidados y que sólo Néstor Kirchner parcialmente había convocado. Se entendieron de memoria, el economista les preguntó qué querían, ellos respondieron, y se puso a trabajar en una plataforma electoral customizada para que los votos decisivos fueran de esos que recién empezaban a caminar la vida adulta. Fueron los chicos los que le hicieron entender a los más grandes qué era lo que estaba en riesgo, cómo encararlo y a qué darle importancia en la campaña. 

Los más chicos desoyeron a buena parte del aparato de medios, a las interminables entrevistas genuinas y de las otras, a las cadenas. Se juntaron a escuchar teoría económica en plazas por todo el país, convencidos de que Javier Milei tenía para ofrecerles algo más que discursos técnicos y diatribas: era el que les decía desde la horizontalidad y la humildad, cómo dar vuelta la historia que los expulsaba de una escuela pública destruida, una universidad pública en decadencia y un sistema de salud que se descubrió colapsado a partir de la llegada del virus que puso en vilo al mundo en marzo de 2020, cuando Alberto Fernández rechazaba darle nacimiento al albertismo para irse por la puerta más chica de la historia moderna. 

Javier Milei logró lo que nadie: les dio confianza, los hizo autoridad de debate, argumentó su enojo con datos y esperanza y se corrió del ego para hacerlos protagonistas de la elección más rara de los cuarenta años de democracia. Nadie entendió nada, menos que menos los grandes, que se quedaron aferrados a la viveza criolla de Sergio Massa y su tos para despistar, sus trucos y trampas para hacerse ganador de una elección en medio de un deterioro nacional perceptible en cada estrato social, donde el país se convirtió de potencia a valores africanos de desnutrición y desempleo disfrazado de monotributo. 

Equipo. La fusión de LLA y PRO.

Milei también hizo énfasis en algo olvidado: la moral y la palabra. Pudo corromperse, hacerse millonario y dejar la política en al menos dos ocasiones durante sus dos años de historia política. Quisieron comprarlo, corromperlo, un poco de todo, pero nunca entró la bala y los chicos empezaban a seguirlo de a miles. El periodismo tampoco lo vio venir, el círculo rojo, si existe, tampoco.

El tipo que quisieron plantear como un loco suelto era más representativo que Sergio Massa y su familia tipo con dos hijos y su mujer, también embajadora de la derrota oficial en su Tigre. La humildad de dejar en claro siempre la importancia de jugar en equipo, de dar por terminada la supremacía del líder con culto a la personalidad, de la sombra proyectada gigante, por la de un tipo de traje oscuro, una libreta y un teléfono. Antítesis absoluta que primó y pocos vieron venir. 

Milei sigue sorprendiendo y los chicos lo entienden. Muchos periodistas y analistas siguen sin entender: hablan de territorialidad, de esquemas y factores extemporáneos, de aparatos y encuestas, todos sistemas fósiles frente a un candidato que habló siempre otro idioma, ese que sólo entendieron los de 16 a 32 años, pero esencialmente los del primer a cuarto voto. 

Gestión. Milei y Diana Mondino trabajando desde temprano.

Milei, a diferencia del resto, fue cruelmente honesto. Avisó que su ajuste era brutal, más profundo que el del Fondo Monetario Internacional, mandó al diablo al aparato y las estructuras y confió ciego en su círculo íntimo. Le dio espacio a un ignoto Santiago Caputo, Nicolás Posse, Marcela Pagano, Guillermo Francos y su hermana, Karina Milei, mentor y alma mater del proyecto presidencial que nació en 18 noches. 

Javier Milei tiene la luna de miel que elijan los más chicos, esos que lo hicieron presidente. Si los empresarios no lo entienden, será un problema de ellos, el contrato de Milei con la opinión pública será sólo pendiente de la confianza que inspiró en los más chicos. Así entonces, el desafío será la cohesión de su equipo para enfrentar una sociedad que estaba rota. En un país roto, desaparecido, saqueado y secuestrado por una sucesión de malos gobiernos, que alternaron entre lo eunuco y la falta de pericia, más allá de las dosis pornográficas de la habitual corrupción y el clientelismo más característicos de la rancia parafernalia peronista.

Cada cual interpretará su papel. Javier Milei el más grande, Cristina Kirchner, como hace unos años, el más chico. El silencio, la pequeñez, el desprecio, la falta de capacidad de acompañar a su propio espacio político, su falta de hocico a la hora de elegir socios, todo al revés de lo que hacen los estadistas, y todavía mientras esta columna se publica, sigue sin hablar de política, como si otro fracaso de su autoría no tuviera que ver con ella. 

Archivado en