A 40 años del cierre de campaña de Alfonsín: "No habrá matones para decirnos lo que tenemos que hacer con la patria"
Ante un millón de argentinos, Raúl Alfonsín realizó su cierre de campa para las elecciones de 1983, tras la Dictadura Militar.
Hace 40 años, Raúl Alfonsín cerraba su campaña ante más de un millón de personas en la Avenida 9 de Julio, marcando el rumbo de los últimos días antes de las elecciones que significaban el retorno a la democracia. En esos comicios, una sociedad herida por el terror y la corrupción de la última Dictadura Militar, el peronismo y los grupos guerrilleros, se dirigía a las urnas para sentar las bases de una especie de "segunda república", que, aunque con achaques, sigue vigente.
La capacidad de oratoria de Alfonsín era realmente brillante, que algunos podrán comparar con Juan Domingo Perón, aunque con la profunda diferencia de tener discursos cargados para llegar a la gente y no vacíos para que el oyente los llene "a gusto y piacere". El "padre de la democracia" salió a dar este discurso un día después del famoso "cajón de Herminio", que mostraba una violencia que pocos anhelaban en tiempos que caía la Dictadura Militar.
Con acierto, Raúl Alfonsín diría: "No habrá radicales ni antiradicales, ni peronistas ni antiperonistas cuando se trate de terminar con los manejos de la patria financiera, con la especulación de un grupo parasitario enriquecido a costa de la miseria de los que producen y trabajan. No habrá radicales ni anti-radicales, ni peronistas ni antiperonistas cuando haya que impedir cualquier loca aventura militar que pretenda dar un nuevo golpe".
A pesar de dar esa respuesta conciliadora a la violencia de Herminio Iglesias, que se candidateaba por el Partido Justicialista en la provincia de Buenos Aires, poco acertada fue en materia de futurología. Pasó el tiempo y el antiradicalismo destituyó a dos presidentes, creando entonces el mito de que "el peronismo es el único que puede gobernar". Este mito parece asomarse nuevamente en el entrevero durante las semanas finales para definir al próximo presidente argentino, donde dos candidatos disputarán un balotaje al que la sociedad llegará a votar cansada y lastimada. A diferencia de aquel momento, los partidos son débiles y la crisis de representatividad se profundiza, algo que Raúl Alfonsín e Ítalo Luder no debieron sortear en 1983, pero si la amenaza de que una espada de Damocles de las Fuerzas Armadas pendiera sobre ellos.
En cualquier situación, sirve recordar las palabras de Alfonsín de aquella calurosa noche del 27 de octubre de 1983, exaltando los valores de la democracia y exhortando a los argentinos a entender lo que vale un voto, la espada de la ciudadanía para defenderse ante el poder ejercido con tiranía: "Ya no va a haber ningún iluminado que venga a explicarnos cómo se construye la república. Ya no habrá más sectas de 'nenes de papá', ni de adivinos, ni de uniformados, ni de matones para decirnos lo que tenemos que hacer con la patria".
Augurio que tampoco pudo concretarse con la instalación de distintos sistemas que favorecieron a unos pocos con las desgracias de muchos, lejos de terminar beneficiando al grueso popular, a pesar que los discursos dijeran que se trataba de un sistema de ese estilo. Llega ahora el camino al balotaje, en el 40 aniversario de la vuelta de la democracia, donde cada ciudadano será el que elija su voto más allá de las indicaciones de los referentes políticos. Balotaje donde no participa un modelo de país como el del alfonsinismo de aquellos años, más bien dos modelos muy lejanos al del padre de la democracia, pero si llega el pueblo herido a votar luego de una seguidilla de gobiernos que no pudo satisfacerlo, pero con el riesgo de dar un paso hacia lo desconocido.
Aquel 30 de octubre, días después del cierre de campaña, Argentina dio un paso adelante sin precedentes para su historia, a sabiendas de que nadie volvería a animarse a terminar con la democracia. "Frente a un pueblo que despliegue con vigor su capacidad de trabajo y vaya construyendo piedra sobre piedra su futuro, impidiendo que nadie, nunca más, venga a destruir lo que vaya haciendo, no hay dificultad que no pueda superarse", señaló al final de su discurso el líder radical. Ese movimiento ganaría las elecciones contra el peronismo que había sido depuesto en 1976, a los años, la renovación del peronismo se encargó de volver al poder para instalar las bases de un sistema que benefició a algunos y se terminó llevando puesto a todos en el siguiente gobierno radical.
Aunque no fuera un balotaje, los dos partidos más grandes instalaron un bipartidismo claro para esas elecciones, sistema que continuó vigente hasta las elecciones de 2003. Ese bipartidismo tan fuerte y marcado lo hace parecido a la situación actual, en la que dos modelos se enfrentan tras la estrepitosa caída de Juntos por el Cambio, también la endeble situación social, la marcada crisis económica y la deuda pesando sobre los hombros de los argentinos, recuerda que es preciso encontrar un rumbo que pueda lograr que los argentinos den finalmente el salto tras los 40 años de democracia.