Perfil de candidato

Sergio Massa, el candidato que desde los 12 años cree que será presidente

Sergio Massa siempre quiso ser presidente de la Nación. Para eso siempre apuesta a ganar, aunque más de una vez se alió con aquellos que derrotó, lo cual provoca un desconcierto general. Ha tenido varias frustraciones políticas de importancia, pero cree que cada elección es una nueva oportunidad.

Alejandro Cancelare
Alejandro Cancelare sábado, 21 de octubre de 2023 · 10:30 hs
Sergio Massa, el candidato que desde los 12 años cree que será presidente
Desde chico Sergio Massa se imagina llegando a la Presidencia Foto: Télam

Quien no diga que en algún momento no se sintió una persona de confianza de Sergio Massa tendría que revisar su relación con el resto de la dirigencia política e institucional. Muchos de los que lo conocen de General San Martín, de su barrio, San Andrés, y  las personas que lo siguen desde chico recuerdan como siempre discurseaba y hasta se animaba a imitar a Juan Domingo Perón desde que apenas inició su adolescencia.

Sus inicios políticos los hizo en el Concejo Deliberante de esa localidad del Gran Buenos Aires, limítrofe con la Capital Federal. Ingresó como amigo asesor de Alejandro Keck en 1991, cuando la UCeDé era furor entre los más jóvenes. 

Eran momentos donde las ideas liberales impulsadas por Carlos Menem dominaban la escena y los viejos “gorilas” estaban a sus anchas. Sin embargo, había otra corriente que pretendía modernizar no solo las formas, sino, también, su relación con los sectores más populares.

El jefe político de esta nueva camada fue Alejandro Keck, quien como marca disruptiva empezó a aparecer en el Concejo Deliberante con bermudas, cuando la mayoría, a pesar de ser pleno verano, lo hacía con saco y corbata.

Keck, acompañado por Massa, Santiago López Medrano, Eduardo Cergnul y Sergio Geirola, entre otros, armaron una lista interna para enfrentar al entonces cacique local de la UCeDé, Agustín Pieroni, por entonces suegro de Keck. Y ganaron.

El concejal era provocador y sus presentaciones iban al corazón del peronismo, al cual retaba desde la lógica de los tiempos modernos a la ortodoxia que todavía sobrevivía. Homenajes como los que siempre se rindió a Juan Domingo Perón o Eva Duarte eran sus momentos preferidos para irritarlos.

Massa era el que siempre iba, bloque por bloque, para evitar que a su amigo lo desfiguraran de un golpe en algún pasillo, aunque no pudo hacerlo en la primera sesión, donde el ya fallecido Rodolfo Musitani lo tiró por el piso a su amigo concejal. Era la vieja guardia del peronismo más barrial contra las nuevas oleadas de los sectores más pudientes.

Ahí fue que Massa aprendió el oficio de entender los procedimientos y cómo se maneja el poder. Mejor por las buenas que por las malas. Mejor mate mediante que a las piñas. Así empezó su camino, que nunca paró. 

Sus conexiones fueron ampliándose y no dudaba en participar en cuanta reunión del partido de Álvaro Alsogaray se organizara. Fue ahí que conoció a Adelina Dalesio de Viola, la exuberante diputada nacional que competía con María Julia Alsogaray en la relación con Menem. Finalmente la diputada era de las más “peronistas” de las liberales de entonces.

Por diferentes caminos, Massa se relacionó con uno de los dos sectores del poder de San Martín. El quería ser intendente, o al menos incidir ahí, y fue por eso que se juntó con Luis Barrionuevo y Graciela Camaño, siempre en competencia con el intendente local, Antonio Libonati, y el resto de sus socios duhaldistas.

Graciela Camaño, su primera guía y consejera, ahora distanciada

La relación de confianza, construida también a través de varios amigos y conocidos de las partes, fue creciendo. De esa construcción, que terminó mal cuando Massa se alió con Cristina Fernández de Kirchner, quedó uno de sus mayores organizadores y fieles legisladores, Rubén Eslaiman.

Fuera Menem de la carrera electoral por el pacto de Olivos, Barrionuevo y Camaño apoyaron a Ramón Palito Ortega y fue el actual ministro de Economía en el séptimo lugar a diputado provincial. Ingresó a la Cámara por menos de 1.000 votos, obtenidos por esas alquimias increíbles de los recuentos definitivos.

Ahí empezó a jugar otra liga, a la que le costó ingresar como miembro pleno. Golpeaba puertas, tomaba café, se juntaba, era servicial, pero, en la primera prueba de “pureza” ante el cuerpo que siempre se movía con diferentes categorías, hubo ruido.

Cuentan que Osvaldo Mércuri, entonces conductor de la “diputadora”, le pedía a sus amigos que armaran dos reuniones. Uno para los más “fieles” y la otra más ampliada. Después de un par de participaciones en la primera, a Massa lo mandaron al segundo pelotón. Creían, impiadosos, que era el diputado que empezaba a filtrar lo que se hablaba ahí con los periodistas platenses, inédito hasta ese momento.

Sin embargo, su capacidad de absorción de los golpes y nuevas relaciones lo hicieron subir escalones rápidamente. Y su hermano de la vida, Eduardo Cergnul, el hombre de mayor confianza en el cuidado de su firma, consiguió un cargo dentro de la codiciada “Casa” legislativa.

Su deseo político se entrelazó con el afectivo. Malena Galmarini era una joven militante, hija de una de las familias más peronistas de la región, la que conformaban Marcela Durrieu y Fernando “El Pato” Galmarini y el actual candidato empezó a trabajar, primero con la familia, para conquistar a la ahora precandidata a intendenta de Tigre.

Malena Galmarini, quien suele decir lo que el candidato no puede.

Mientras tanto, su relación con Camaño también fue alcanzando niveles de confianza muy altos. Tanto que fue designado al frente de la Anses con la llegada de Eduardo Duhalde a la Presidencia tras la crisis de 2001. Fue ahí donde trazó su relación con importantes hombres de negocios y del sistema financiero. El pago de los jubilados, que era una caja de solo pocos bancos oficiales, se amplió y muchos se beneficiaron, inclusive los pasivos que no debían ir sólo a una o dos entidades.

Así fue que, con el apoyo de mucha gente, y mucho poder político acumulado, una imagen novedosa y no “manchada” por el de los resabios duhaldistas y menemistas, llegó a Tigre, por consejo de su nueva familia política. Fue aquí donde no solo cambió de domicilio sino, también, del club de sus amores, aunque no de colores. Su pasión azulgrana siguió, pero de San Lorenzo a Tigre. En el club fue presidente acompañado por su otro referente de confianza, Ezequiel "Kelo" Melaraña.

En el distrito fue intendente luego de una campaña original por muchos motivos, también por lo oneroso. Jamás se había visto en el Conurbano un despliegue tan monumental de fondos. Inclusive el propio Julio Zamora, con el que ahora mantiene una disputa a fondo, no podía explicarlo cuando algún periodista lo sorprendía con la pregunta de cómo se financió semejante campaña.

Pero fue Massa el que pudo llevar al poder al peronismo de esa localidad. Hasta su llegada, dos años antes que asumiera como jefe comunal, los representantes del PJ eran una representación decadente, siempre a la sombra del vecinalismo de Ricardo Ubieto, cuyo fallecimiento le facilitó su victoria.

Todo lo demás es conocido. No sólo fue intendente, sino, también, presidente del nuevo club de sus amores. Su imagen fue tan potente en toda la región que por su apoyo directo sus aliados pudieron ganar dos distritos hasta entonces imposibles para ellos. Luis Andreotti, con boleta corta, vecinal, le ganó a Osvaldo Amieiro en San Fernando, y Gabriel Katopodis, con una colectora del kirchnerismo, a Daniel Ivoskus, quien quería suceder a su padre Ricardo en San Martín.

Tigre se había transformado en faro y él siempre se mostraba generoso para ampliar su base política en post de un objetivo mayor: la Presidencia de la Nación. Massa nunca quiso ser gobernador. Sabía que lidiar con docentes, médicos y policías era una pérdida de energía tal que lo iba a hundir como en una ciénaga.

La provincia de Buenos Aires, inviable económicamente, siempre va a estar supeditada al gobierno nacional que no tiene paritarias con los médicos, policías o docentes porque carece de todas estas prestaciones, podía hacer lucir mucho más al presidente e imponer, sin el desgaste cotidiano, políticas para ordenar cada una de estas cuestiones.

Por eso apostó, sigilosamente, a armar su propia fuerza política. Con el macrismo impedido de participar en el territorio bonaerense porque el PRO había perdido validez legal al no presentarse en la anterior elección, y con un público compartido entre ambos, bastó que Francisco De Narváez también se sumaran al trío con Massa y Mauricio Macri para emprender el camino a la derrota del kirchnerismo.

En el medio había pasado la pelea y desazón con su otro amigo travieso, Amado Boudou, a quien lo había invitado a participar de su proyecto en la Anses. Cuando Massa renunció a la Administración Nacional de Servicios Sociales, pretendía que el marplatense hiciera lo mismo. Pero se quedó. Entonces, la condición fue preservar el juego en equipo. Como no podía ser de otra manera, quien luego sería el primer vicepresidente condenado y preso de la historia Argentina, lo traicionó y empezó a hablar directamente con el matrimonio de Néstor y Cristina Fernández de Kirchner.

Massa en la campaña presidencial de 2015, en la que quedó tercero.

Entonces, jugando con una alta dosis de picardía, desde 2009 comenzó a conformar una especie de liga de intendentes paralelos, a los que luego se sumaron varios notorios. Tantos que una docena lo acompañó en el proyecto de la creación del Frente Renovador cuatro años después.

Si bien muchos le atribuyen el magnetismo de Carlos Menem, a la hora de actuar es muy parecido a Néstor Kirchner. Lo puede contar muy bien Daniel Scioli, a quien nunca le perdonó que no rompiera con el kirchnerismo previo a la elección legislativa en la que los derrotó cuando el día anterior habían acordado todo.

También lo sabe muy bien un importante dirigente del Gran Buenos Aires que, desocupado, le había pedido varias veces que lo habilitara trabajar en la organismo de asistencia social. Luego de mucho peregrinar, y por pedido de varios intendentes, le dio un importante lugar. Sin embargo, cuando renunció Massa, él lo eligió a Boudou.

Sabiendo del malestar que tenía el recién asumido jefe de Gabinete, apenas renunció Alberto Fernández, quiso ir a saludarlo. Por un intermediario preguntó si podía darle la mano. “Si se acerca lo escracho y lo mando a la p….”, le dijo al intermediario. El abrazo no se dio, por supuesto.

Este tipo de actitudes, de siempre ir por todo, sin medir los riesgos, lo hacen un dirigente superior, por mucho, a los conservadores y siempre atados dirigentes que lo rodean en las intendencias o gobernaciones. Aunque a veces ese ímpetu no le permite ver cuando la realidad le viene advirtiendo que el camino que siguió no es el que le convenía.

Visionario, siempre le encuentra un sentido a cada recurso. Cuenta un intendente que ya concluyó su mandato que en un viaje a Brasil, Massa quedó impactado por cómo trataban los residuos urbanos. “La basura tiene valor, muchachos, hay que armar algo para cobrar una tasa especial por esto”, les dijo a quienes lo acompañaron hasta Río de Janeiro en 2013.

Siempre se lo notó preocupado porque otros no jueguen con su poder electoral o posibilidades en cuanto proyecto le acercaran. “Con la mía no jueguen. Si quieren ir al precipicio, usen la de ustedes”, les decía.  

Enemigos íntimos, con Rodríguez Larreta. Quién preguntará ¿En qué te transformaron?... Foto: NA

En pleno apogeo de su proyecto nacional, no dudaba en hacer públicas sus relaciones con peronistas como Cristian Ritondo, Diego Santilli u Horacio Rodíguez Larreta, con quien junto a José María Vernet se conocen desde hace tres décadas. Cuenta el exgobernador de Santa Fe, quien los llevó hasta San Luis en una camioneta utilitaria en medio de la campaña de Palito Ortega presidente, que a los dos le preguntó lo mismo. ¿Qué querían ser en el futuro? Los dos respondieron "Presidente".

Hoy la política los pone con ese anhelo de hace veinticuatro años cerca de concretarse. Paradoja del destino, también los ubica en bandos diferentes e imposibilitados ni siquiera de saludarse, no sea cosa que la grieta y el discurso anticasta los aplaste.

Su política de a todo o nada para volver a empezar lo llevó a enemistarse con muchos dirigentes bonaerenses que nunca le perdonaron, aunque ahora lo toleren, que en 2016 haya convenido con María Eugenia Vidal la distribución de los fondos de la legislatura bonaerense y, además, potenciara una sociedad que puso en jaque a muchos intendentes con la ley que les impedía reelegirse indefinidamente. “Quiso jubilar a toda una generación de un saque”, le reprochan.

De aquel joven impetuoso queda mucho en la actualidad. Casi todo. Su afán por llegar a una de sus metas, la Presidencia de la Nación, lo hizo romper con preceptos por el que él mismo luchó en su momento. Parece no aprender de las experiencias. En 2015, cuando veía que debía aliarse con los mismos que había derrotado, no dudó en abrazarse con intendentes como Raúl Othacehe, el caso más emblemático. Finalmente, ambos quedaron postergados por la avalancha macrista.

Como a La Cámpora y al kirchnerismo, al cual había hecho perder toda pretensión de futuro, Massa empezó a trabajar en la nueva reconstrucción tras la derrota de 2017 y aceleró a conformar una nueva sociedad, que en esta campaña sufre porque sabe que, atado, no puede pelear como más desea.

En su entorno aseguran que el lunes empieza su verdadera campaña. Eligen creer, como cada dos años desde hace más de dos décadas. 

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