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Restricciones a las importaciones: el FMI tenía razón

El organismo había advertido en marzo, que al país le faltarían unos U$S 4.000 millones este año por el aumento de los precios para la importación de energía. Está en duda la meta de crecimiento de 4%

Carlos Burgueño
Carlos Burgueño lunes, 27 de junio de 2022 · 13:20 hs
Restricciones a las importaciones: el FMI tenía razón
Foto: Twitter @KGeorgieva

Y, finalmente, el Fondo Monetario Internacional (FMI) tenía razón. Durante las negociaciones que llevaron al Facilidades Extendidas aprobado el 25 de marzo pasado y, más específicamente, en los encuentros protagonizados por los hombres y mujeres fuertes del organismo financiero en la cumbre de Primavera de abril en Washington, se le advirtió a Martín Guzmán que las proyecciones de crecimiento de la Argentina de hasta 4,5% para este año eran demasiado esperanzadoras.

Pero más específicamente, que la principal restricción que tendría el país durante el 2022 sería la falta de dólares, una situación definida por los técnicos del organismo como "crónica" pero que se agravaría durante este ejercicio, dada las consecuencias de la invasión de Rusia a Ucrania. Y el alza consecuente de los precios de los combustibles.

El dato que defendían los negociadores del FMI, es que estas restricciones para la importación de energía, llevarían al país a necesitar, como mínimo, unos U$S 4.000 millones más que lo proyectado originalmente por las autoridades argentinas, que discutían los términos del acuerdo con el organismo.

Y hoy, con los datos sobre la mesa, se sabe que incluso el FMI se quedó corto. Probablemente el faltante de divisas para este año será de unos U$S 6.000 millones. Dinero sólo atribuible a la necesidad de incrementar las importaciones de combustibles para mantener en marcha la estructura productiva del país.

Desde el Fondo le anticiparon al ministro de Economía, a comienzos de marzo, que las restricciones de divisas se agravarían por la decisión de Vladimir Putin de invadir Ucrania. Incluso se le puso precio al problema, augurando una necesidad de desembolsar dólares por un monto nunca inferior a los U$S 2.000 millones más de piso en el 2022, para que haya gasoil suficiente para la industria y los particulares. Dinero que, según el FMI, a la Argentina le sería imposible de conseguir al mantener los mercados de colocación voluntaria de deuda absolutamente cerrados.

El FMI también le había advertido al país, que esos 2.000 millones de dólares podrían duplicarse, si la situación en Europa se complicaba y si, lo más probable, desde la Argentina no se lograba la suficiente liquidación de dólares por parte de los exportadores clásicos, con los que cuenta el país. Léase sojeros, quienes según los cálculos del BCRA habrían aportado unos U$S 4,000 millones menos que lo esperado.

Según aseguraba la gente de Washington, el alza del precio del gas, y el costo que debería pagar el país durante este año, y eventualmente el próximo -por el incremento del combustible- implicaría para el organismo una erogación extra de más de 2000 millones de dólares como piso. Lo que presionaría en las arcas públicas y la demanda de divisas durante el 2022, dinero que, como contrapartida, impactaría en las posibilidades de crecimiento real del país.

Argentina mostraba en aquella la cumbre de Washington un cálculo diferente en cuanto a las consecuencias de la crisis que afecte al incremento del gas. Para el gobierno, obviamente habrá un incremento en cuanto a los precios internacionales de importación del combustible, pero este no llegará a superar los U$S 500 millones.

Según las estimaciones del oficialismo, este mismo ejercicio habrá un incremento en la producción de gas en Vaca Muerta, que le permitirá al país aumentar la oferta y atender al menos parte de la demanda creciente de gas.

Por otro lado, aseguraban desde Buenos Aires, si bien sube el precio del gas, también se incrementan los valores de los commodities que exporta el país; lo que le permitiría a la Argentina equilibrar las pérdidas por la suba de los valores de los combustibles. El oficialismo hace referencia no sólo a la soja, que creció casi 10 dólares en las últimas jornadas y se estaciona por arriba de los 600 dólares, cuando el cálculo para el ejercicio se hizo a un precio de U$S 590 la tonelada.

También se mira desde los despachos oficiales los valores del trigo y el maíz, donde la producción local marcaría niveles importantes de disponibilidad. Según las mediciones oficiales, en el peor de los casos, la crisis por la invasión rusa a Ucrania terminaría resultando para el país, en términos de mercado "ancar". Esto es, en un empate técnico. Al menos por ahora. Y, de ninguna manera, ameritaría una reapertura de los capítulos ya discutidos entre el país y el FMI.

En el fondo, el problema era el mismo que hoy. Desde Washington, no se le creían a Martín Guzmán que este ejercicio la economía crezca entre 3,5 y 4,5%. El FMI considera que al país le faltarán dólares para lograr esa meta, y que los grandes impulsores industriales, de ese eventual incremento del producto, tendrán escasez de divisas para importar insumos. Se mencionaba desde la sede del Fondo, a la producción automotriz, químicos, petroquímicos, maquinaria y, especialmente, al campo, quién a su vez es el principal aporte de divisas.

Aparentemente, ya con el partido comenzado el 25 de marzo pasado, y transitando el final del imaginario primer tiempo, la razón parece tenerla el FMI. Para el primer semestre del año, período que terminará el próximo jueves 30 de junio, la cuenta de energía que debió pagar el país trepará a un poco más de 6.200 millones de dólares. A los que habría que sumar unos U$S 3000 millones en el resto del año. Como mínimo.

A la Argentina, las cuentas no le cierran. Y el primero en advertirlo, guste o no en Buenos Aires, fue el FMI.

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