Opinión

El radicalismo enciende motores

Como en sus comienzos, una coyuntura particular, signada por un partido que no es el radical, sentó las bases para que el radicalismo comience a tomar protagonismo.

Sandra Choroszczucha lunes, 30 de mayo de 2022 · 14:53 hs
El radicalismo enciende motores

Si uno se remonta a la historia del partido radical o la Unión Cívica Radical (UCR) creado en 1891, puede identificar que fue la conjunción de determinada coyuntura signada incluso por otra fuerza partidaria, más las acciones propias del radicalismo aquello que permitió que la UCR crezca y se transforme en uno de los partidos políticos medulares en el país. La UCR, representando desde sus inicios y con algunos matices, la socialdemocracia, se impuso en las urnas en el año 1916. 

¿Qué pasó antes de 1916 que permitió que en ese año gane la UCR? Al menos dos cosas. La primera, se promulgó en 1912 la Ley Sáenz Peña, la ley que garantizó desde aquel momento, el voto universal, secreto y obligatorio. Esta ley obtuvo tal nombre, porque el compositor de ésta fue el presidente que gobernaba, Roque Sáenz Peña. ¿Roque Sáenz Peña era radical? Por supuesto que no, como ya se mencionó, el radicalismo ganó las elecciones por primera vez en 1916 y Roque Sáenz Peña gobernó antes de ese período, y era miembro del Partido Autonomista Nacional (PAN), del partido conservador que había gobernado de modo ininterrumpido a partir de elecciones fraudulentas y violentas desde 1880 hasta 1916.

Puede resultar paradójico que el partido conservador PAN haya promulgado una ley que exigía, entre varias reglamentaciones, que las elecciones sean universales y transparentes, porque esto fue en parte lo que permitió que luego de 36 años de un orden conservador, gane la UCR la Presidencia de la Nación. Y esta ley fue la coronación de acciones propias de los conservadores, que eran conservadores políticamente, pero liberales en los planos económico y socio-cultural. De tal modo, la promoción y libre circulación de capitales, de inmigrantes, la afable recepción de valores cosmopolitas, laicos y el foco puesto fuertemente en la educación, llevaron a que el ascenso social se desarrolle de modo fenomenal; y con los alcances económicos y socio-culturales llegaron los reclamos hacia mayores alcances políticos. Esta fue la coyuntura signada por los conservadores en Argentina, que colaboró para que un partido político de tinte republicano, como la UCR, venciera finalmente en las urnas. Junto a esta coyuntura, existió un segundo fenómeno vital que permitió la democratización de la política con la llegada de la UCR al poder. Existieron acciones propias del partido radical: huelgas, manifestaciones, reclamos incesantes, programas políticos concretos, una lucha incansable para que dejen de votar y gobernar solo unas 200 familias en Argentina, y la convicción de que junto a una economía y sociedad en ascenso debía coexistir una democracia republicana, con instituciones sólidas y normas que debían garantizar, no solo formalmente, la igualdad ante la ley. El radicalismo nació y creció como fuerza republicana en el arco político-partidario argentino.

Un salto hacia el presente: a fines de 2001 el partido radical sufrió un revés preocupante, fue así como el presidente Fernando de la Rúa dejó el poder dos años antes escapándose en un helicóptero, luego de masivas manifestaciones y protestas con cacerolas en las calles y una escalada de violencia que resultó en heridos y muertos. Nobleza obliga recordar que, previo al gobierno de De la Rúa, hubo un presidente peronista, Carlos Menem, que gobernó durante toda la década de los noventa y que esta gestión estuvo caracterizada por una descarada matriz de corrupción, políticas neoliberales y un plan de convertibilidad de la moneda. Darle fin a ese plan prolongadísimo de apreciación cambiaria, tuvo altísimos costos: una crisis terrorífica financiera y una crisis terrorífica política, con huida anticipada de un presidente, incluida.

La renuncia anticipada de Fernando de la Rúa en 2001 fue un duro revés para la UCR.

En 2015 el radicalismo, aún decaído anímica y políticamente, pero con una enorme y sólida estructura política a nivel municipal, provincial y nacional, fue atraído por otro partido, el PRO, que hasta el momento solo había gobernado y contaba con apoyo electoral en un solo distrito, la Ciudad de Buenos Aires. Así, el PRO, la UCR y otro partido político, la Coalición Cívica, unieron sus fuerzas y ganaron las elecciones al kirchnerismo. Lamentablemente lo que supo constituirse como una coalición electoral no pudo plasmarse en una coalición de gobierno, y durante los cuatro años de gestión, de 2015 a 2019 Mauricio Macri del PRO hegemonizó el poder. Fue así como el partido centenario que aportó una base territorial de dimensiones gigantescas se sintió, y fue, un simple convidado de piedra durante el gobierno de la coalición llamada Cambiemos. Y Cambiemos hegemonizada por el PRO gobernó mal.

Nuevamente una coyuntura particular, signada por un partido que no es el radical, sentó las bases para que el radicalismo comience a tomar protagonismo, ya que el convidado de piedra se cansó de serlo. Por su parte, la UCR continuó fortaleciéndose y expandiendo su base electoral. Tras la reciente elección legislativa se pudo conocer un mapa pintado mayormente de morado (color que representa al partido centenario). La reacción radical se encuentra en acción, reconquistando el fervor de sus correligionarios, atrayendo a nuevos dirigentes afines a sus bases socialdemócratas, reuniendo corrientes de distintos sectores del partido, y encendiendo motores para competir con impulso hacia la carrera electoral presidencial 2023.

*Sandra Choroszczucha es politóloga y profesora de la UBA.

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