impacto en la política no se frena

Estoico Casero nos golpeó a todos

No cesan los ecos de la interpelación pública que hizo el actor a políticos y periodistas. El mundo del poder busca reacomodarse y se escapa de la lupa pública ante el temor de una sanción popular por los excesos.

Pedro Paulin
Pedro Paulin domingo, 15 de mayo de 2022 · 19:24 hs
Estoico Casero nos golpeó a todos

Alfredo Casero explotó de la única forma que se puede explotar, sin tibieza, sin premeditación, con visceralidad y descontrol, desencajado, iracundo, a las puteadas. Hacía tiempo que el hastío lo gobernaba y la única forma de generar ese wake up call fue con un simple puñetazo a una mesa y planteando algunas verdades que incomodaron a casi todos: periodistas, dirigentes sociales y políticos, la sociedad en su conjunto.

A muchos políticos les preocupó esto y tomaron nota, los noté esta semana sinceramente reflexivos en torno al tema Casero, todos tienen o casi todos, los sobrinos, amigos, conocidos con contratos en diferentes capas del estado y ahora se sienten desnudos por culpa de Casero. Muchos decidieron empezar a pensar la posibilidad de ser más austeros, más coherentes, mostrar menos, y no es para menos. 

Franco Pisso, autor de libros y enorme explicador de la comunicación no verbal, segmentó estos días en su exitoso canal de YouTube cómo fueron los minutos y segundos previos al golpazo que paralizó a buena parte del periodismo, la política y la sociedad argentina a partir del exabrupto de Luis Majul que desencadenó la furia de Casero.

Estos días el Congreso busca una nueva ley de alquileres que será promulgada por personas que no alquilan, los políticos en su casi totalidad son ricos propietarios, empresarios agropecuarios o expertos en real state que quieren contarle a sus nietos que fueron diputados. Muchos millonarios que pagan de expensas lo que ganan como diputados. Muchos prefieren los viajes en avión privado para no mezclarse con la sociedad a la que dicen representar; casi todos pueden irse a Estados Unidos por dos, tres, cuatro noches y volver sin que nadie lo sepa. Legislan y gestionan territorios donde sus votantes ganan diez, quince, cincuenta veces menos que ellos y su familia no piensa jamás pelear por un puesto concursando, simplemente son “la hija del gobernador”. 

El interior siempre fue, es y será más promiscuo y menos eufemístico, no le importa que se note. Así en las zonas más pobres como La Rioja, el gobernador Ricardo Quintela sonríe mientras su jefe de Gabinete asegura que si no ponen “más platita” a los medios no ganan las elecciones. Después asegura que hay que estilizar los medios y la palabra, un chavismo tardío que ni el propio gobierno, desideologizado en su fase inercial de despoder, alienta. Quintela gobierna la provincia con mano de hierro, represión y los “camisas coloradas”, una versión despresupuestada de las negras italianas.

La política, la mala política, quiere seguir desayunando en su departamento con vista al Malba, y que sus familiares sigan dentro del Estado y hagan negocios, compren empresas; no le molesta,  pero siempre cerca del vecino, juntos. El problema es transversal, no es el peronismo o el kirchnerismo o el macrismo. Son personas individuales que se hacen del Estado para corromperlo, vaciarlo, disfrutarlo y delegarlo en el que viene. 

El populismo actual carece de ideas, no sabe ya ni porqué da vergüenza, prefiere tuitear desde Francia para ver qué pasa; y no pasa nada. Y Casero le agrega salsa Tabasco al debate e incluye como parte del problema al periodismo: y tiene razón. El periodismo inventó que Alberto podía ser integrador del peronismo moderado, democrático, inclusivo y complementario del establishment y el círculo rojo; verso. Nunca pudo, quiso o logró ni un atisbo de poder autónomo, pero parte del periodismo se quedó afónico hasta las paso de 2019 destruyendo la figura de Mauricio Macri y  promulgando un desembarco magnánimo de un Alberto Fernández  que no existe, nunca jamás existió. 

Esta semana hubo autocrítica por parte de la política, en off y en on. Waldo Wolff, precandidato a jefe de Gobierno porteño, decidió costear él mismo su viaje a Europa a pesar de que correspondía pagarlo a la Cámara que timonea Sergio Massa. Será lo de Wolff genuino, será subrayar su calidad de “no casta” en términos de ser nuevo y venir del sector empresario, o será algo más que un síntoma y el comienzo de una nueva forma de pensar la política. Que quede claro, lo de Wolff no es un mérito, no está bien, es lo que debe ser, Wolff está haciendo ni más ni menos que lo que corresponde, viajar con su dinero y evitar que el Estado siga destinando miles de dólares a situaciones evitables.

La política experimenta hoy, frente a Casero, una frase tan vieja como vigente del estoico Séneca frente al todo poderoso Nerón: “tu poder radica en mi miedo, yo ya no tengo miedo, tú ya no tienes poder”.

Archivado en