EntreMedios

Reflexiones sobre el incidente Will Smith

La entrega de los Oscars es, cada vez más, un espectáculo decadente. Este año tuvo un agregado extra con un hecho de violencia sobre el escenario. Un análisis a fondo de una especialista que es parte de EntreMedios, el espacio de la Maestría en Comunicación de la Universidad Austral.

Dolores Pereira Vázquez domingo, 3 de abril de 2022 · 08:38 hs
Reflexiones sobre el incidente Will Smith
Foto: FOTO: VALORIZY

Por Dolores Pereira Vázquez /  Directora de la Maestría en Comunicación para la Gestión del Cambio, de la Escuela de Posgrados en Comunicación de la Universidad Austral

El domingo pasado, la entrega de los premios Oscars fue un espectáculo.

Un patético show de lugares comunes, bullying, machismo, violencia. Y del encuentro de nuestras propias contradicciones, seguramente también.

Incluso cuando, desde los subtítulos, se narraba otra historia: logros e hitos en relación con la igualdad, la inclusión, la paz.

Y es que así somos las personas. Vamos “cangrejeando” hacia un ser, una humanidad evolucionada. Y la intención vale. Y los logros son avances.

Pero -o, por eso- cómo duelen las bofetadas en la cara que nos da la realidad.

En Hollywood, el domingo pasado, ya había indicios de hipocresía. El Academy Awards es un circuito. Una convención con tradición centenaria. Existe bajo la lógica mainstream que, sin embargo, seguimos y aplaudimos. Es la mayor puesta en escena del American Dream extendido. Y varios, tantos, de una u otra manera, la “compramos”.

Hollywood es rankear subjetividad, expresión, arte.

Esto no es un juicio. Es solamente una reflexión acerca de la contradicción recargada de las épocas. O de lo contradictorio de las fuerzas que nos gobiernan a todos y a cada uno.

Es, quizás también, una sospecha de un aval a la sobreactuación de la normalidad.

EntreMedios es un espacio de la Escuela de Posgrado en Comunicación de la Universidad Austral.

El desfile por la alfombra roja es tan esperado como la entrega de premios a la que da paso. Es todo tan ritualizado… El evento no ha innovado en absoluto. Quizás porque el público tampoco desafía un cambio. Parece alcanzarnos para disfrutar ver pasar, como en una calesita lineal y en auténtica monotonía, a quienes protagonizaron las pelis que, quizás, ni siquiera hemos llegado a ver durante el año.

Y ahí van, hacia el evento, las estrellas. Caminando sobre el límite de la persona y el personaje.

Con la función comenzada, la lógica entre la fantasía y la realidad sigue bastante difusa. Siempre me llamó la atención lo malas que son las bromas que hacen los presentadores. Sobre todo, por lo sonoras que son las carcajadas de quienes las escuchan.

El domingo pasado, sin embargo, la cosa se puso seria.

Y salieron a la luz brillante de las estrellas algunas barbaridades. Las mismas que, en otro “escenario”, se estudian y analizan como fenómenos sociales repudiables, forman parte de las agendas más sensibles y de las protestas más sofisticadas. Y necesarias.

¿Cómo es que, con tantas luces, pasan disfrazados el bullying, el machismo, la violencia (incluso) física?

Por mucho menos, la condena social en un “escenario” diferente hubiera cancelado ya varias vidas.

Chris Rock empezó la escena que todos recordamos burlándose. Pero cómo “sale” la burla desde el escenario de los Oscars. Normalizada tradición. Que entra en el circuito “chiste pésimo/burla - la víctima se ríe - nos reímos todos - esto avala otra burla”. Que se hace un tanto más pintoresca al leer los subtítulos, siempre tan neutros y más cuidados que en la expresión original. Si parece otra película más…

Sí, Rock estaba solo y no se daba el requisito buller de “muchos contra uno”. Pero, en el escenario, estaba claramente siendo avalado en la pluralidad por todos quienes lo aplaudían alrededor, justo antes de que diseñara -¿o improvisara?- el “momento Jada”.

Justo antes se vio a Javier Bardem reírse a carcajadas ante una pésima broma: que si Penélope perdía en su terna (a mejor actriz por Madres Paralelas), él -su marido- no podía ganar el Oscar. Así reflexionaba y compartía Mr. Rock. En un esfuerzo por suponer que esto no es machismo, es por lo menos un pésimo chiste. Que, de todos modos, no fue tan malo como festejarlo. Por sus protagonistas.

Pegada a esta burla, ahora sí, venía la que Rock le hace a la mujer de Will Smith. Sentado en primera fila y con quien Bardem “competía” por la estatuilla al mejor actor. “Jada, te amo. No puedo esperar a que salga G.I. Jane (parte) 2”, le dice el presentador a Jada Pinkett Smith. Al mismo tiempo que Will seguía estallado en una carcajada, tal vez por inercia del (pésimo) chiste anterior.

De cualquier modo, a Will, que miraba el escenario, se le escapó el revoleo de ojos -angustia, hastío, ¡hartazgo! - de su mujer. Porque, sí, el resto del mundo, Hollywood y su marido se reían al escuchar a Chris Rock refiriéndose a ella como la “pelada” encarnada por Demi Moore en la clásica película de 1997. La versión femenina - ¿cuándo comenzarán a salir las “versiones masculinas”? - del héroe GI Joe.

La risa duró poco más. Lo que vino después fue violencia. Perturbadora. Como la de las pelis que no queremos ver. Para el público presente, el público en casa y el propio Chris Rock, faltaron más subtítulos. ¿Era actuado? ¿Guionado? ¿Qué pasó?

En un primer momento, la escena confundió a la mayoría como otro pésimo chiste estilo Gala de la Academia…Solo cuando Will volvió a su asiento se pudo corroborar que no bromeaba. Para nada. Todavía con las cámaras en Rock, se escuchó a Smith vociferar que mantuviera el nombre de su mujer fuera de su p*ta boca. Ahí sí empezamos a entender que no todo iba bien.
Lo que queda es el gap entre las escenas. Jada, claramente angustiada, mientras Will está a las carcajadas.

Salvando el mal “timing”, o sobreponiéndose a él, resta un análisis todavía más tremendo acerca de la normalización de la violencia en múltiples facetas.

Lo que emerge, además, es peor -o igual de pésimo- y no se agota en respuestas lineales. Por eso quizás solo queden, de esta pseudo-ciencia ficción, apenas algunas preguntas sobre la base de la secuencia que, como espectadores del buen cine, nos invitaron a ver la última noche de verano.

Pregunta sobre Rock: ¿Hasta qué punto la normalización de ciertas pautas y conductas relacionadas con la autoridad o el liderazgo nos convierte en “aplaudidores” de violencia o de malos ratos?

Pregunta sobre Smith-Pinkett: ¿El tipo salta, como cavernícola, en honor a “su” mujer…? Mujer que no “puede/sabe expresarse” (¿según él?) pero que quedó registradísima en las cámaras de “la noche de las cámaras” con la expresión más realista y genuina de la noche. ¿No puede, o no es suficiente para Will, lo que Jada puede, quiere, tenga para callar o decir?

Reflexión sobre Pinkett-Smith: En el semblante del otro, muchas veces obtenemos una pauta más clara de lo que nosotros mismos tantas veces no percibimos como ridiculez.

Lo que sigue es más LOLs (laugh out loud) de Will ante la siguiente broma de rigor del rapero Diddy Combs (“Will y Chris, vamos a solucionar esto como una familia”). A Jada, de nuevo, pareciera que esto otro, tanta gracia no le dio tampoco. Igualmente, sonríe.

Lo que sigue a lo que siguió es el sentido descargo de Will: “En este momento de mi vida, estoy sobrecogido por lo que Dios me ha permitido ser y hacer. Yo quiero amar y proteger a las personas, ser un río para mi gente”.

¿Es una explicación al estilo “algo me habrán hecho”, Will?

No es contra Will. Menos, contra Jada. Quizás, bastante, contra Chris. Y, en primer lugar, tal vez, un poco contra el fenómeno que se relaciona con ¿hasta cuándo vamos a seguir aplaudiendo los circos en los que, a fuerza de realismo, ya no creemos? ¡Hay más material, más producción, más proyectos en tantas más plataformas y dimensiones! Que, por ahora y sin llegar a ser auténticas, son al menos más realistas.

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