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Por qué los lujos de Luana Volnovich irritan y afectan a más de 5 millones de personas

El PAMI tiene un presupuesto que compite en monto con el de provincias como Córdoba y Santa Fe y tiene a cargo 5 millones de personas que son pésimamente asistidas. Por eso el gesto ostentoso de Luana Volnovich es un golpe duro.

Pablo Icardi
Pablo Icardi martes, 18 de enero de 2022 · 10:35 hs
Por qué los lujos de Luana Volnovich irritan y afectan a más de 5 millones de personas
Foto: TELAM

El médico se sienta y comienza a recetar. No le ha visto la cara a la persona que tiene enfrente; no sabe su nombre y no le preocupa. Actitud pasiva ante la paciente, que esperó el turno por más de un mes y que tiene un problema psiquiátrico. Casualmente, entra en crisis. El médico sigue con la cabeza gacha y solo agrega alguna medicación y, antes de que cuentes tres pestañeos, desaparece del consultorio. No importa el resultado; importa el número; la cápita.

En la sala de espera decenas de otras personas aguardan y entrarán para tener la misma experiencia. Pasan con el ánimo agotado y apenas reciben un par de indicaciones sin nadie que los mire a los ojos. Ocurre en calle Buenos Aires, de Godoy Cruz, pero se repite en decena, centena, de centros de atención en los que PAMI, la obra social de mayor presupuesto del país, atiende en todo el país. Casi nadie se queja. Al menos no con el ánimo que debería.

Hay situaciones peores aún. Tanto que algunos afiliados han escuchado de boca de autoridades de la obra social que “hay lugares donde las llevan a las personas a morir”. Sí, el abandono es institucional o está reconocido institucionalmente. “Lo mejor que hicieron fue llevarla a otro lado”, reconoce un médico de la misma obra social al referirse al prestador de PAMI que le tocaba a una afiliada. Las historias se repiten.

PAMI es uno de los íconos del sistema de salud solidarios que podría ser ideal en Argentina, pero está pervertido. Solo se mantiene la idea de que todos aporten: el 3% del sueldo de todos los trabajadores activos y de los jubilados y pensionados. El presupuesto del año pasado, por ejemplo, era de 500 mil millones de pesos. Si fuera una provincia, pelearía el tercer lugar del ranking presupuestario con Córdoba y Santa Fe. Duplica largamente, por ejemplo, la pauta de gastos del estado mendocino. Pero además, esa provincia tiene 5 millones de “habitantes” (sus afiliados), muchos de ellas vulnerables y que estuvieron toda la vida aportando a la espera de tener una garantía de cuidado de su salud.

El sistema de aportes que apunta al círculo virtuoso de la atención solidaria se pervirtió y ahora, como ocurre con muchas obras sociales provinciales también, sus recursos sostienen una maquinaria burocrática y política difícil de desanudar. Se pagan los mejores sueldos y los funcionarios y funcionarias de privilegio se encandila; tanto como le pasó a la camporista Luana Volnovich, quien ostentó vacaciones VIP en México en épocas de ajuste brutal hacia los afiliados en la obra social que conduce. No es un gesto inocuo.

Luana, junto a Cristina y su mesa chica. 

Volnovich es de la mesa chica de funcionarios del cristinismo, “orga” de pura cepa. Junto a Anabel Fernández Sagasti, Mayra Mendoza y María Luz Alonso son de máxima confianza de Cristina y a ellas se le suma Fernanda Raverta, de Anses. 

Si algo tiene La Cámpora es ese tipo de organización tipo parroquial y vertical (que se repite en otras organizaciones partidarias del radicalismo y el peronismo) donde lo gestual importa y por eso la ostentación no pasa desapercibida. Mientras millones de afiliados sufren el maltrato institucional en las clínicas y consultorios a los que PAMI les paga (o les debería pagar), con recortes de hecho en prestaciones en las que los afiliados pierden por cansancio, la titular viaja a México sin pudores, junto a otro integrante de la cúpula.

PAMI y la Anses son dos de las instituciones con caja y poder que el kirchnerismo mantiene como bastión. Aún recuerdan con algo de pudor algunos militantes cómo se hizo campaña con banderitas de las dos oficinas en cada acto público en el que se producía esa perversa alquimia: transformar una obligación de gestión en un “beneficio” dadivoso.

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