Campaña a todo trapo

Las desesperadas ideas del Frente de Todos para recuperar votos

El Frente de Todos es un artefacto electoral compuesto por múltiples componentes inconexos entre sí. Esto se nota y se agravó tras la derrota de las PASO. Una campaña también errática obliga reuniones desesperadas, con propuestas más disruptivas y directas, sin relación territorial.

Alejandro Cancelare
Alejandro Cancelare miércoles, 29 de septiembre de 2021 · 11:28 hs
Las desesperadas ideas del Frente de Todos para recuperar votos
Foto: Telam

"Donde hayamos puesto mil, pondremos dos mil. Donde ellos pusieron tres mil, iremos con cinco mil. No faltará nada para que todos vengan a votar", arenga un encargado de campaña oficialista de un municipio del Conurbano bonaerense donde el oficialismo perdió con la misma tendencia de toda la Provincia. 

Por supuesto, las cifras describen la cantidad de dinero que se le puede llegar a dar a una persona, no a una familia, para que vaya a votar por el candidato del Frente de Todos

En el oficialismo, y no sólo en el Conurbano, existe una creencia casi ciega. La gente que no fue a votar, aproximadamente el 7% de lo que habitualmente se presentaron en las PASO anteriores, responden a sectores que siempre, o casi siempre, votaron en favor del peronismo. 

Para confiar en este pensamiento ponen el mismo fervor que antes lo hacían con el tema comunicacional. En cada una de las oficinas de Gobierno y sus satélites aliados, siempre se decía que el Frente de Todos no comunicaba lo que hacía. En ese momento se le explicaba que lo que se mostraba era preferible no hacerlo. Pero los dogmas no se discuten. Se acatan. 

En este caso, ahora se presume que los sectores más postergados no fueron a votar porque están enojados con el Gobierno, pero en ningún aspecto esto representa que quieran que pierda la dupla Alberto Fernández - Cristina Fernández de Kirchner. Sí, efectivamente, eso es lo que se cree en el seno del poder. No pueden aceptar que ya la gente puede estar harta de tanto destrato y falta de ejemplos. 

Entonces, la solución es "la platita", tal cual expuso Daniel Gollan, el exministro de Salud que obligaba con su discurso inflamable el cierre de todas las actividades productivas, recreativas y educativas por el mayor tiempo posible que la política se lo permitió. Y para distribuir dinero, boletas o lo que la "gente necesite" no habrá frenos ni controles. 

La otra parte de la lógica explicativa oficial es que "la oposición trabajó en muchos lugares como si fuera una interna, pusieron remises, plata y todo. Nosotros nos dormimos mal", expuso un importante intendente que, no obstante, no cree que nada alcance para remontar el resultado. "A lo sumo subiremos algunos puntos, no sé si nos alcanza para ganar". 

Lo mismo creen en Juntos, cuya conducción provincial que se juntó ayer en Munro, Vicente López, y puso el ojo en este aspecto. Se observó cierta creencia de un triunfo asegurado por parte del Frente de Todos, "como si creyeran que ganaban fácil. Se sorprendieron y ahora harán todo y más para revertirla".

Sin embargo, siempre pasan cosas. Situaciones como las vividas ayer en Avellaneda, con una batalla directa entre barras bravas de Independiente, despiertan todos los miedos. Y el oficialismo lo sabe. "Todos los días tenemos que explicar una mala noticia o corregir medidas que nos obligan a tomar", dicen los que defienden, como pueden, ciertas actividades económicas resistidas por el Instituto Patria. 

"Estamos esperando la elección para tomar definiciones drásticas. Este Gabinete no va mas y todos lo sabemos. Pero una cosa es cambiar con una derrota catastrófica y otra rehaciéndonos hasta lograr un empate técnico", reconocía, ayer, uno de los que presionan siempre con el cambio de los ministros de Economía, Producción y Trabajo, entre otras áreas. 

"Estamos todos en estado de alerta y desconfianza. Hay una supuesta movilización, pero al final es como el perro que da vueltas para morderse la cola", agregó este importantísimo dirigente a un par de personas que siempre lo acompañan. O casi siempre. Más de una vez saben que lo pierden porque tiene que atender dos o tres llamadas a la vez. 

A pesar de la reunión de ayer, en la que la "noche de los generales" dispuso una serie de medidas para que el oficialismo siga con la iniciativa, sin la presencia de conductor institucional, Alberto Fernández, la campaña no puede conformarse como tal. No hay ni estrategia ni discurso único. Todo lo contrario. No pueden hacer que no aparezcan voces disonantes o desconcertantes. 

La mayoría de los candidatos bonaerenses son desconocidos y eso no lo modificó la cantidad de carteles y boletas distribuidas. No se pueden mostrar sin antes explicar quiénes son. Eso sigue sin cambiar. Por eso es que muchos intendentes, no sólo Ariel Sujarchuk, trabajen por un corte de boleta directo en el nivel local. Sin saber si pueden tener o no una reinterpretación legal que adapte la inhabilitación que tienen por una nueva reelección de los más antiguos, sólo quieren estar seguros que los que lo continuarán no serán los referentes de la oposición. "Los presidentes pasan, nosotros no", sería la lógica aplicada. 

Se observa con nitidez diferentes grupos de intendentes, que saben que no pueden esperar nada de la Gobernación. Axel Kicillof sigue sin entender lo que pasó en su territorio, regado con dinero de la administración nacional como en ningún otro momento. Un amigo de Daniel Scioli, quien sufrió las inclemencias del kirchnerismo en el poder, recordaba. "A nosotros nos giraban la plata a la mañana del día del pago de los sueldos. A Axel le dieron directo lo que le sacaron a la Ciudad de Buenos Aires y perdió peor que nadie". Cruel, en el peronismo siempre hay lugar para la memoria, pero no la que canta León Gieco. 

Los jefes comunales del oficialismo del Gran Buenos Aires se pueden dividir en varios grupos. Uno, compuesto únicamente por el de La Matanza, Fernando Espinoza, quien cree que así no va mas. Que ni Kicillof, ni Máximo Kirchner ni ningún otro dirigente está en condiciones de conducir este proceso. De Cristina Fernández de Kirchner no habla, porque sabe que es la que conduce en última instancia, pero no la considera muy peronista. 

Otro sector puede englobarse a los "independientes" como los de José C. Paz, Ezeiza y Berazategui, entre otros. Mario Ishii, Alejandro Granados y Juan José Mussi hacen de sus distritos lugares "inexpugnables" para todos. Ellos se balancean según los humores sociales y no tienen empacho en distribuir boletas cortadas y trabajar para que gane quien mejor los tratará. No siempre lo hacen coordinadamente, pero trabajan del mismo modo. 

Un nuevo grupo de "no alineados" lo representan Fernando Gray, de Esteban Echeverría, el que se le plantó a Kirchner en su intento de domesticar al peronismo bonaerense, y Ariel Sujarchuk, quien desde el lunes 13 ya dice abiertamente lo que antes decía en privado. Que así no se puede seguir. 

Después están los kirchneristas clásicos, como los nuevos de Moreno, Quilmes, Luján, Hurlingham y Avellaneda, estos dos últimos a expensa de la vuelta de los dueños territoriales Juan Zabaleta y Jorge Ferraresi. Y después está el resto, que oscila entre los diferentes sectores del Frente de Todos sin dejar de expresar, en privado, sus críticas feroces. Y, outsider, por los problemas que tiene con Sergio Massa, siempre pide atención Julio Zamora. 

Todos ellos manejan métodos y discursos dispares. No quieren la intromisión de los candidatos nacionales, casi los esconden. Prefieren que no hayan ni pintadas ni gigantografías de los dirigentes externos. Son "piantavotos", afirman. Algo ingratos, en más de una oportunidad el viento de cola electoral que atraviesa el Gran Buenos Aires los sostuvo de alguna derrota merecida por su pésima gestión.  

Hoy ningún dirigente nacional aparece infalible. Ni Cristina, ni Axel, ni Máximo ni Massa pueden expresar una idea sin recibir un reproche o directamente ser cruzado por un mal análisis. Lo de Alberto Fernández ya no se contempla. Su falta de énfasis en sostener una idea y a sus amigos lo puso en un lugar muy lateral de la alianza gobernante. 

Esa percepción que se tenía, que el kirchnerismo quería tenerlo en una cuna de oro pero sin poder salir de allí, se cumplió de manera mucho más traumática de la que él y los suyos preveía. Por eso no extraña que, sea cual sea el resultado de noviembre, una corriente de renovación que rompa con el yugo del kirchnerismo aparezca desde el seno de lo que queda de poder.

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