Un virus que muta y exige respuesta rápida

El virus del covid sorprendió al mundo por su rápida propagación y por los efectos graves y mortales que provocaba en personas mayores de 65 años o en menores de esa edad que sufrían enfermedades subyacentes. La ciencia, la investigación, los órganos estatales que incentivan el desarrollo y la asociación entre empresas privadas y estados, como EEUU, que proveyeron financiación (el caso de Moderna), trabajaron en tiempo récord. En un hecho inédito, en un año hubo vacunas y comenzó la provisión e inoculación del bien tan deseado.
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Hasta el mes de abril la idea era vacunar con una dosis a la mayor cantidad de personas posibles. Era imprescindible, necesario y prioritario vacunar con cualquiera de las aprobadas. Había que hacerlo rápido, priorizando a los mayores y trabajadores esenciales. Y en esa idea una sola dosis de vacuna era clave para prevenir y evitar su propagación.
Pero la realidad impone desde hace unos días otro escenario. Hay vacunas, en principio, más eficientes que otras; que proveen mayor porcentaje de efectividad frente al contagio. Por otro lado, el virus mutó y hay variantes, como la P1 de Manaos, la variante Delta y la británica, más contagiosas. La vacuna no alcanza a evitar que las personas se enfermen.
Ahora la mejor respuesta es la combinación entre las vacunas más eficientes y la aplicación de las dos dosis. Virus terrible, mutante, que exige día a día y que requiere inteligente acción sanitaria para enfrentarlo y mitigarlo hasta controlarlo.
Hoy necesitamos dos dosis, en los tiempos exactos (sin prolongarlo) y ya los fabricantes piensan en una tercera de refuerzo. Aparte hay que hacer un esfuerzo extra y sin bajar la voluntad y los brazos para adquirir las mejores vacunas. No hay tiempo ni posibilidad de relajamiento frente a la agresividad y mutación de la pandemia. La gran cantidad de muertos y los infectados diarios nos lo demandan.