Todo roto

Con la judicialización al extremo de la política, los consensos se detonan y los acuerdos se evaporan

La judicialización de la presencialidad en las escuelas porteñas y sus erráticas definiciones, colocan al ciudadano en medio de una puja política que lo tiene como rehén e indefenso. A las perturbaciones diarias aumentadas por la pandemia, se suma la angustia por al escolarización de los hijos.

Paulino Rodrigues
Paulino Rodrigues miércoles, 21 de abril de 2021 · 13:34 hs
Con la judicialización al extremo de la política, los consensos se detonan y los acuerdos se evaporan
Foto: Télam

Una sensación recorre una parte importante de la sociedad que no distingue niveles sociales o socio-económicos: que en Argentina está todo roto. Así sienten padres y abuelos la judicialización por la presencialidad en las escuelas porteñas a la que asistimos desde el fin de semana. También en el conurbano, donde grupos diferentes de padres expresaron su rechazo a la decisión del presidente, Alberto Fernández, de cerrar las escuelas para mitigar el impacto de la creciente cantidad de casos de covid-19 a los que asiste la zona denominada AMBA

La sensación de "todo roto" también la llevan acuesta vastos sectores sociales a los cuales la política no sintetiza y las instituciones no cobijan. Hay un creciente entramado que siente estar afuera de las reglas de juego. Que se las cambian todo el tiempo y que encima son perjudiciales para sus intereses. Allí se engloban desde los más perjudicados por la galopante inflación, hasta los empresarios o emprendedores a los cuales el Estado les pide y reclama cada vez más, sin notar que cada cuentan con cada vez menos para aportar.

La saturación que generan los permanentes cambios llevan a momentos de zozobra constantes. En Argentina pareciera nada estar firme. Nada ser permanente. Todo se torna diabólicamente inestable. No hay razones para pensamientos de mediano y largo plazo. Todo es aquí y ahora. Fomenta el atajo y la mal denominada "viveza criolla" que entre otras cosas lleva a "saltearse la fila" para vacunarse aunque no corresponda. 

La sensación de todo roto lo potencia una dirigencia a la que le falta ejemplaridad y por cierto vocación de servicio público. Por el contrario, hay muchos que se sirven del Estado. Eso potencia el "nosotros" y "ellos" como axioma. Nada más destructivo para una sociedad que requiere de puentes y vasos comunicantes para que "la sangre no llegue al río", como suele decirse.

Aún hay tiempo de parar la locura y frenar la esquizofrenia en la estamos entrando. No será fácil. Menos con la pandemia y el déficit en gestión en el que estamos. El Gobierno tiene la responsabilidad principal. El resto debe acompañar. Pero si el Gobierno acelera en la dirección equivocada, será difícil pedir mesura en quien recibe atropello. Ojala estemos a la altura de nuestro tiempo. Ojalá los funcionarios estén a la altura de lo que nos sucede. Ojalá "un proyecto sugestivo de vida en común", como definía Ortega y Gasset a la Nación, nos englobe pronto. Debemos integrarnos más allá del perímetro térreo. Debemos pensarnos juntos. Mirarnos como partes de un todo. No como una pulsión permanente contra el otro donde enemigos se enfrentan todo el tiempo.

De nosotros depende que la cuerda no se corte. Parece idealista, no realista. Ojalá que cuando dimensionemos que "todo está roto" paremos esta locura. Ojalá.

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