Opinión

Que no nos roben la tranquilidad

Vivir con tranquilidad es urgente y necesario. Solo va a ser posible cuando la política deje de ser funcional a la división, cuando deje de estar de un lado o del otro y pase a estar del tuyo.

Nicolás Terrera sábado, 30 de octubre de 2021 · 13:06 hs
Que no nos roben la tranquilidad

*Por Nicolás Terrera, Candidato a Diputado Provincial de la 3ra Sección por Vamos con Vos

Hay un robo que pasa más desapercibido que los flagelos de la inseguridad, la corrupción y la mala gestión, pero es una de tantas consecuencias de estos problemas. Es el robo de la tranquilidad. La historia argentina desde el comienzo del milenio está marcada por un ciclo de desencanto que, en el día a día, se plasma en una pérdida paulatina pero constante.

Los argentinos no esperamos mucho del Estado, es más, se podría decir que lo aguantamos demasiado. El robo de la tranquilidad representa todo aquello en lo que la política ha obrado mal, o directamente no ha hecho nada. Esta situación genera incertidumbre y frustración, lo preocupante de esta situación es que cruza varias generaciones que se quedan sin expectativas de futuro.

Quienes tenemos memoria recordamos épocas cuando los chicos podían jugar solos en la calle, donde el trabajo era una herramienta de ascenso social y la educación pública de calidad estaba garantizada para todos los argentinos. Esa red de contención es un Estado presente que honra los recursos públicos porque es consciente de que nace en el esfuerzo de los argentinos. Un Estado que hoy está devastado y que no actúa en pos de la gente.

La política ha sido una herramienta de trasformación, de inclusión de masas al proceso de desarrollo del que históricamente estuvieron excluidos. Supo haber una buena política que surcó un camino de independencia económica con justicia social. En los últimos años vemos un proceso que dinamitó la credibilidad en la política, transformándola en una mala palabra y dejando una crisis social que nos lleva hoy a descreer en cualquier figura que traiga propuestas.

Este proceso de descrédito se acentuó exponencialmente en los últimos diez años, responsabilidad de políticos encerrados en sí mismos, con dos facciones aparentemente opuestas pero que, al fin y al cabo, se retroalimentan.

La grieta es el negocio de la mala política, que lucra a costa de la división del pueblo. La consecuencia directa es la no respuesta a las demandas ciudadanas y la falta de adaptación a un mundo que no te perdona quedarte atrás. Una década de estancamiento, de inflación, de aumento de la pobreza y caída de los salarios. En otras palabras, una década donde perdimos la tranquilidad.

Ahora el desafío está en mirar el presente y el futuro, fuera de las facciones que lucran con la grieta, para que vuelva la buena política a nuestro país. Esto va a ser posible el día que tanto el trabajador, el empresario PyME, quienes nos cuidan y quienes educan sientan al Estado, no como un obstáculo o un problema, sino como un facilitador.

Creo que el ejemplo más claro para mostrar la realidad que quiero exponer es la lucha contra la inseguridad. Todos los que nos preocupamos por este problema sabemos que es multicausal, que es producto de la perdida de la cultura del trabajo, de la falta de educación, del aumento de la pobreza y las fallas en la administración de justicia. Todos estos elementos se relacionan directamente con los vicios de la mala política, la que le dio la espalda a la gente y la que sigue burlándose de las necesidades de todos los argentinos.

Hay un camino para revertir este proceso y es poner a la política a trabajar de cara al ciudadano. Frente a un Estado que fracasó en la última década en brindar servicios públicos de calidad y fomentar la producción, es fácil proponer la eliminación del Estado. Quienes creemos en la justicia social entendemos que hay que asumir ese desafío de apostar por un Estado que reduzca la desigualdad mientras que asegure el desarrollo económico. Esto será posible solo cuando se vuelvan a honrar los recursos públicos y tengamos claro que el rol de la política es garantizar oportunidades y no un beneficio para unos pocos.

Vivir con tranquilidad es urgente y necesario. Solo va a ser posible cuando la política deje de ser funcional a la división, cuando deje de estar de un lado o del otro y pase a estar del tuyo.

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