Opinión

Marisa Uceda: "¿Flotar es el futuro del trabajo?"

La diputada nacional Marisa Uceda analiza desde su perspectiva sobre el trabajo a través de plataformas en tiempos de pandemia. Lo hace tomando la trágica muerte de un repartidor en Mendoza como punto de partida.

Redacción MDZ Online jueves, 30 de abril de 2020 · 14:28 hs
Marisa Uceda: "¿Flotar es el futuro del trabajo?"

Por Marisa Uceda / Diputada Nacional, especialista en derecho laboral

Si algo malo puede pasar, pasará.
Juan Manuel Lopez tenía 28 años y era cheff.
El restaurant donde trabajaba cerró y tuvo que buscar un trabajo rápido. El pasado 22 de abril prendió la app para la que trabajaba porque la plata en casa ya no alcanzaba y salió a hacer los repartos. Mientras circulaba por la ciudad de Mendoza, fue atropellado y horas después perdió la vida. La noticia pasó entre tanta muerte y desesperación producto de la pandemia. Y también porque estamos como adomercidos y sensibilizarnos ante la muerte de un joven trabajador y la tragedia de su familia implicaría correrle el velo a la magia que nos propone el trabajo del futuro, donde vos no tenés derechos porque tu jefe es una app.

El Covid19 prendió la mecha y nos vemos esquivando también las esquirlas de la imposición de las nuevas formas que adoptó el trabajo. En Argentina y el mundo veníamos planteando los peligros, las dudas, la falta de regulación específica sobre el trabajo a través de plataformas, mientras los fanáticos sólo ofrecían los beneficios únicos e inevitables, y la falsa dicotomía entre la adopción de la tecnología en el trabajo y los derechos adquiridos a lo largo de décadas.

La nueva etapa del neoliberalismo y la meritocracia en el mundo viene acompañada de la centralidad de la tecnología en nuestras vidas. Desde las “caricias significativas” de los trolls hasta la incorporación de aplicaciones en nuestros teléfonos para hacer más fácil y placentera nuestra existencia. El mundo al alcance de un click: comida, artículos del hogar, vestimenta, libros, transporte, lo que queremos aparece en nuestra pantalla permitiéndonos explorar opciones sin más esfuerzo que nuestro dedo scrolleando, sin movernos de nuestro espacio, sin contacto físico, sin necesidad de saber quién está del otro lado, sin poder ver la precarización.

Esas aplicaciones tiene un lado b, una estructura funcional, más allá de la tecnología: los trabajadores y trabajadoras, los sujetos del trabajo del futuro. La mayoría son jóvenes, o adultos desempleados que encontraron en esta modalidad la posibilidad de ganar el dinero que les permita sobrevivir. Porque estos trabajos no permiten más que eso. No otorgan derechos, no generan expectativas, ni posibilidad de ascender, no protegen ni evolucionan. Son una tabla de madera en el medio del océano.

Las plataformas ni siquiera los reconocen como trabajadores o trabajadoras, lo que permite que no se les otorgue ninguna protección, ni reconocimiento de ningún derecho. Los someten a un vínculo de absoluta dependencia, donde la forma, el cómo y el cuándo debe realizarse la prestación lo determina la aplicación, a través de un logaritmo que solo conoce la empresa y que actúa como la instrucción del más retrógrado empleador de carne y hueso.

Notificaciones mientras van manejando, baterías que se acaban, medición de performance en tiempo real, el envío que se enfría y kilómetros recorridos por hombre y mujeres que ponen su moto o su bicicleta, su fuerza productiva, su cuerpo, su salud en riesgo cuando las empresas ni siquiera les brindan los elementos básicos de bioseguridad para una jornada completa de trabajo en tiempos de pandemia. Todo al servicio de esta nueva modernidad para flotar sin llegar a ningún lado.

Para que la mayoría de nosotros cumplamos la cuarentena ellos y ellas, pedalean por día más de lo que lo hace un ciclista profesional sin obra social, sin seguro, sin ART, debiendo la mayoría de ellos hasta comprar hasta la caja de repartos con las que circulan por toda la ciudad publicitando de manera gratuita la aplicación para la que trabajan. Fueron declarados servicio esencial por la facilidad que brindan para conectar consumidores con productos y se ven en la obligación de correr más rápido de lo que lo hacían, ir más lejos de lo que llegaban.

¿Este es el futuro de trabajo? Quienes ocupamos lugares de responsabilidad tenemos que afrontar esta pregunta. Las dinámicas de un mundo en shock no nos tienen que hacer olvidar que la amenaza a los derechos laborales es permanente y las víctimas predilectas de ese avance siempre son las mismas: los jóvenes, los y las trabajadoras que luchan entre la necesidad y la precarización. Se detecta también que detrás de la supuesta comodidad de trabajar desde el living también hay un peligro latente que sobre todo acecha a las mujeres invisibilizando las tareas de cuidado (pero sin duda ese tema merece otra columna).

La tecnología, las nuevas formas de trabajo y este nuevo contexto mundial nos exige estar atentos y a la altura. Esta es una discusión urgente.

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