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Celos que matan: cómo la violencia de pareja comienzan con las emociones

Los celos, cuando se cronifican, pueden transformar el amor en control y llevar a la violencia de pareja. Este artículo analiza cómo esta emoción puede escalar a conductas extremas.

Cuando la emoción se convierte en violencia.

Cuando la emoción se convierte en violencia.

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Cada año, cientos de casos de violencia de pareja tienen un disparador silencioso: los celos. Esta emoción primitiva, cuando se cronifica, puede transformar el amor en control y el control en agresión. Este artículo inaugura una saga dedicada a cuatro emociones que, desreguladas, pueden conducir a la violencia extrema: celos, ira, miedo y humillación.

Comenzamos por los celos, quizá la emoción más vinculada a crímenes de pareja y conductas de control obsesivo.

Cuando los celos se vuelven un sentimiento peligroso

Según el Dr. Daniel López Rosetti, los celos surgen como una emoción breve e intensa, una alarma interna ante la posibilidad de perder un vínculo valioso. Sin embargo, cuando se prolongan, se convierten en un sentimiento crónico llamado celotipia. Este se caracteriza por ideas intrusivas, inseguridad profunda y sospecha constante.

La emoción inicial, que combina miedo, estrés y percepción de amenaza, proviene del sistema límbico. Pero el sentimiento prolongado se sostiene en interpretaciones distorsionadas que ya no responden a la realidad. Por eso, los celos patológicos no se desactivan con argumentos. La persona deja de buscar evidencia y empieza a justificar lo que siente. Como explica López Rosetti: "Somos seres emocionales que razonamos, no seres racionales que se emocionan."

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La emoción inicial, que combina miedo, estrés y percepción de amenaza, proviene del sistema límbico.

La emoción inicial, que combina miedo, estrés y percepción de amenaza, proviene del sistema límbico.

Celotipia y violencia de pareja

Desde la criminología, la celotipia es un predictor frecuente de violencia en relaciones íntimas. La escalada suele seguir un patrón claro: emoción, sentimiento, obsesión, vigilancia, control y agresión. La víctima deja de ser percibida como un sujeto autónomo y se convierte en un objeto indispensable para la estabilidad emocional del agresor. La lógica posesiva se impone: "Si no es mía, no será de nadie."

La mayoría de los agresores no explota de un día para otro. El control es progresivo, silencioso y naturalizado, lo que dificulta su detección temprana y complica la prevención.

Otelo y la obsesión destructiva

El llamado síndrome de Otelo describe la convicción delirante de infidelidad, impermeable a cualquier evidencia. La tragedia shakesperiana ilustra cómo la inseguridad interna, combinada con el sesgo de confirmación, puede anular la razón y conducir a la violencia extrema.

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La mayoría de los agresores no explota de un día para otro.

La mayoría de los agresores no explota de un día para otro.

Cuando la emoción se convierte en violencia

El caso de Fabián Tablado, quien en 1996 asesinó a Carolina Aló con 113 puñaladas tras meses de celotipia obsesiva, expone cómo los celos patológicos pueden convertirse en una amenaza letal. Años más tarde, ya en libertad y en una nueva relación, volvió a ser denunciado por violencia de género: una confirmación de que estas dinámicas no se disuelven con el tiempo, ni con promesas, ni con cambios de pareja. Sin tratamiento especializado, la peligrosidad persiste.

Reconocer las señales tempranas y pedir ayuda profesional a tiempo no es solo una cuestión emocional: es un acto de prevención, de autocuidado y, en muchos casos, de supervivencia.

Porque la violencia nunca empieza con un golpe. Empieza mucho antes, cuando alguien confunde querer con poseer.

* Lic. Eduardo Muñoz. Criminólogo. Divulgador en Medios. Análisis criminológico aplicado a temas sociales de actualidad y seguridad.

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