Mendoza

El asesino que ocultaba su pasado y cometió una masacre

José Molina era remisero y cambió su nombre para que su pareja no conociera su pasado violento. A cuatro meses de iniciar la relación la mató junto a su hijo y su madre.

Gabriela Guilló
Gabriela Guilló sábado, 16 de julio de 2022 · 07:04 hs
El asesino que ocultaba su pasado y cometió una masacre
El asesino que cometió la masacre

José Molina tenía 39 años cuando en febrero de 2018 cometió una masacre en Mendoza. Durante la madrugada del 13 de febrero asesinó a golpes a su pareja, al hijo de la mujer y a su madre. Luego él se quitó la vida ahorcándose. 

El asesino tenía un pasado violento. Su expareja lo había denunciado por violencia de género, tenía prohibición de acercamiento y antecedentes por robo. Pero quiso esconder todo esto y comenzó a trabajar como remisero con otro nombre.

Mayra Bueno (25), una maestra jardinera que vivía junto a su hijo Lautaro, de 7 años, y su madre Mónica Outeda, de 51, en una casa del barrio Escorihuela de Guaymallén, conoció a Molina cuando realizó un viaje en su auto. En ese momento se presentó como José Giménez.

A poco de conocerse comenzaron a convivir en la vivienda de Mayra. Las compañeras del jardín lo describían como un "hombre amoroso" que solía llevarla a trabajar todos los días en su auto. Los vecinos, en cambio, decían que las discusiones se escuchaban a través de las paredes. 

La relación llevaba cuatro meses cuando ocurrió la masacre.

Mayra junto a Lautaro

En la madrugada del 13 de febrero, los lugareños se percataron de los gritos que salían de la casa. Minutos más tarde, las exclamaciones cesaron y empezó a salir fuego de la propiedad. 

El incendio fue sofocado rápidamente por los bomberos, pero los investigadores no podían creer lo que veían. Dos mujeres y un niño estaban tendidos en el piso, aunque del hombre no había rastros. Un testigo indicó que antes de comenzar el fuego, vio a Molina salir en su Chevrolet Astra con un bolso.

Mónica, la tercera víctima. 

Creyó  que el remisero intentó hacer pasar la escena como un accidente y que las víctimas habían muerto en el incendio, pero los cuerpos mostraban signos de violencia que no dejaban dudas: los tres habían sido asesinados a golpes. Outeda tenía lesiones en su rostro, Bueno en todo el cuerpo y el niño había sido estrangulado.

Los pesquisas determinaron que la familia había sido ultimada a golpes con un elemento contundente.

La violencia de Molina continuó y tras el hecho le confesó a su expareja: “Me mandé una cagada y los maté a los tres”. Luego la amenazó para que no contara nada.

Esta mujer, que años atrás lo había acusado por violencia de género, volvió a denunciarlo. La Policía estaba tras sus pasos, pero llegó tarde. Cuando lo encontraron en la casa de su hermana se había colgado de una soga y murió camino al hospital. 

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