Muerte en la nieve

Una fiesta negra, un femicidio y un secreto que duró casi tres décadas

El crimen de Janet Chandler (22) se había convertido en un cold case, o "caso frío". De pronto, unos estudiantes que hacían un documental destaparon la verdad. Hubo una fiesta y una violación en la que participaron hombres y mujeres. Y la muerte, claro. El costado tenebroso de un pueblito apacible.

Facundo García
Facundo García viernes, 16 de julio de 2021 · 11:00 hs
Una fiesta negra, un femicidio y un secreto que duró casi tres décadas
Janet Chandler fue víctima del feroz machismo de su época

Había un paro en la fábrica de pinturas Chemetron y el dueño había decidido contratar a una empresa de seguridad para que le cuidara las instalaciones vacías y lo ayudara a "manejar" a los trabajadores. Aquel invierno de 1979 fue helado, como casi todos los de Michigan (EE.UU); y mientras los manifestantes hacían piquetes, los rompehuelgas fueron llegando a South Haven, un pueblito que no alcanzaba los 4000 habitantes y que estaba escandalizado por tanto lío. Fue el año en que mataron a Janet Chandler (22)

Janet trabajaba como conserje nocturna en un hotel que se llamaba Blue Mill Inn. Allí fueron ingresando, con sus botas y sus gritos, los aproximadamente 80 tipos de la Wackenhut Security Company que iban a vigilar la fábrica. Eran muchos, y algunos le gustaron a Janet. Tanto, que empezó a seducirlos.

La chica venía de un entorno conservador y religioso. Pero disfrutaba de esa sensación eléctrica de excepcionalidad, casi de vacaciones. Era como sumergirse en la música que tanto la apasionaba y que había intentado estudiar alguna vez.

El Blue Mill, donde se quedaban los visitantes.

Además los recién llegados parecían simpáticos. Reían. Cada tanto había algún festejo, una cerveza compartida. Mientras, la huelga seguía, y el conflicto con los trabajadores estaba estancado. 

Por hace o por ve, Pronto Janet se hizo fama de "rápida". Era un dato irrelevante y prejuicioso, aunque muy importante para la visión pacata de quienes la rodeaban. Ahí se empezó a hablar de la fiesta.

Una mano en la nieve

La mano asomaba como señalando el montículo entre la nieve aquel 1 de febrero de 1979. Era pasada la medianoche y pronto los empleados del municipio tendrían que despejar la Interestatal 196 que partía en dos el paisaje blanco y negro.

A un costado del asfalto, en una zona boscosa, yacía el cadáver desnudo de Janet, tapado por los copos que caían de a ratos.

La mano de la chica cuando fue encontrada entre la nieve.

La autopsia posterior mostró que la joven había sido abusada sexualmente y estrangulada. Al principio, los investigadores estaban confiados: era un pueblo pequeño, había relativamente pocos sospechosos. Hablaron con los huéspedes del hotel, con sus compañeros de trabajo, con la familia y amigos de la víctima. Mil fojas de declaraciones. Ninguna pista.

El hecho se produjo en 1979 y le siguieron 27 años de silencio.

La compañera de cuarto

Dos décadas pasaron hasta que en septiembre de 2003 un grupo de siete estudiantes retomó el misterio de Janet y decidió hacer un documental sobre el caso para una materia de la facultad.

El profesor David Schock les había advertido a los pibes que no iban a resolver el enigma rodando una película: más bien debían concentrarse en recuperar los recuerdos sobre la chica. 

Y los alumnos se metieron en un flashback. A fines de los 70´, South Haven era todavía más chico. Había un bar, el Tap Room, que quedaba cerca del hotel Blue Mill y donde se juntaba bastante gente. Por ejemplo, los rompehuelgas y algunas muchachas de la zona, incluida Janet.

De vuelta en el hotel, Janet compartía pieza con su jefa, Laurie Ann Swank (21). Poco después del femicidio, Laurie se había ido del pueblo para siempre. La huelga terminó y los protagonistas de la historia se borraron. Y eso era todo.

Los chicos completaron el documental como pudieron. El 30 de enero de 2004 se estrenó Who Killed Janet Chandler? (¿Quién mató a Janet Chandler?). Al ver el film, el jefe de la policía de Holland, John A. Kruithoff, se acordó de cuando era un novato y participó lateralmente en el caso. Al revolver esas sensaciones, volvió a conmoverse y empujó para que se reabriera el expediente.

Así es como los detectives David Van Lopik y Geoffrey Flohr intentaron rastrear a los protagonistas; entre ellos a la jefa que se había ido del pueblo, Laurie Ann Swank, que ahora tenía cuarenta y pico, vivía en Nescopeck (Pennsylvania) y se dedicaba a la enfermería.  

Laurie Ann era la jefa de Janet allá por 1979.

La versión de Janet que dio Swank no era tan edulcorada como la del documental que habían hecho los estudiantes. Recordó que tanto ella como la chica muerta habían tenido "levantes" entre los rompehuelgas y que hasta "la había tenido que retar" porque la muchacha se encerraba en las habitaciones del hotel para tener sexo. 

El viejo borracho

Los detectives también entrevistaron a Robert Michael Lynch, que transitaba los sesenta y pico en 2004 pero andaba por los 39 en la época del asesinato. Los efectivos se encontraron con un sujeto que había construido una vida relativamente apacible. Cada tanto, sin embargo, recaía en el alcohol.

Lynch intentó construir una vida apacible. No pudo.

Hubo varias entrevistas con Lynch. Con el tiempo, el hombre reveló que había tenido un affaire con Janet y que había existido una fiesta. A los policías les llamó la atención: hasta ese momento, tras horas y horas de declaraciones con testigos, nadie había mencionado esa fiesta. Al final Lynch soltó: "Hay cosas que hice de las que me he arrepentido toda la vida y prefiero ni hablar de eso". 

Los policías olfatearon que algo estaba escondido en el alma de ese borrachín. Hicieron un truco: le mostraron la película que habían hecho los estudiantes y le hicieron algunas preguntas. En eso, el viejo empezó a hablar y se armó el rompecabezas. Las piezas de la historia empezaron a acomodarse. Y la figura que formaron fue espantosa.

El faro de South Haven es una de las marcas del lugar. En invierno se congela. Foto: southhaven.org.

La noche final

La noche del 30 de enero de 1979 nevaba, como en todos los párrafos de esta nota. Janet llegó al Blue Mill para cubrir el turno de la noche. La onda estaba rara. Tal es así que tuvo un encontronazo con una de las mujeres de la limpieza, que estaba enfurecida porque se rumoreaba que Janet había seducido a un rompehuelgas por el que tal vez ambas se sentían atraídas. 

La mujer acusaba a Janet de haber "provocado" al tipo: presuntamente había telefoneado a su habitación para convocarlo a la mesa de entradas del hotel, pero cuando el hombre fue, ella lo llamó desde una habitación contigua, esperándolo desnuda y con unas botas de vaquero puestas.

Esa y otras historias de contaban sobre Janet, y la voz se había corrido por todo el hotel, entre empleadas y huéspedes. Lo anterior se combinó con una idea que venía rondando entre los rompehuelgas desde hacía rato. "Vamos a darle una lección a Janet", resumió Arthur "Carl" Paiva, uno de los capataces.

Así es como un par de tipos se acercaron a víctima y en tono de broma le vendaron los ojos y le pusieron cinta en la boca. Después la metieron en un auto. Querían llevarla a una cabaña que estaba en la fábrica desierta. Ella no parecía preocupada, pensó que era una especie de chiste.

Robert Lynch -el futuro borracho- no se prendió en la joda inmediatamente. Venía del funeral de su padre y además al otro día tenía que hacer guardia en la fábrica de pinturas desde las 6. De todos modos "les hizo el aguante" a sus colegas y los cubrió: llamó a la Policía y dijo que había habido un robo en el hotel. Con eso taparían la ausencia de la muchacha.

Lynch se acostó. Horas después, al despertarse, se vistió y fue a la cabaña donde supuestamente se había hecho la fiesta. Eran las seis de la mañana.

Paisaje con mujer asesinada 

Cuando Lynch entró a la cabaña, se encontró con que Janet estaba sin ropa, todavía con la cinta tapándole la boca y atada. Alrededor, gente que seguía tomando y charlando. Alguien bailaba en calzoncillos. 

Lynch vio cómo el grupo se llevaba a la víctima a una habitación. Allí, unos diez o doce la violaron, mientras la jefa de Janet, Laurie Ann Swank, los arengaba

El testigo no hizo nada. Lynch diría después que estaba destruido por la muerte de su padre y que no pudo reaccionar. Lo cierto es que no solamente no reaccionó, sino que participó de la violación. Y por más que dedicó media vida a ahogar aquellas memorias en litros de alcohol, confesó y fue encarcelado. Le dieron más de 25 años y hasta el año pasado, ya octogenario, continuaba tras las rejas.

En septiembre de 2006 la Ley le cayó a Laurie Ann Swank, la jefa de Janet. Recibió una sentencia de entre 10 y 20 años. En 2016 salió de prisión y hoy está libre.

Arthur "Carl" Paiva y otros tres guardias -Freddie Parker, James Nelson y Anthony Williams- también se sentaron en el banquillo. Después de más de 27 años eran padres, tíos y esposos "normales": sus familias no podían creer que hubieran cometido semejante atrocidad. Fueron condenados a perpetua. Paiva y Nelson murieron presos.

La noticia de las condenas sorprendió a esa región tranquila de los Estados Unidos.
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