Cardenal Re: "Fue un Papa en medio de la gente con el corazón abierto hacia todos"

Multitudinario pero discreto. Sobrio pero cargado de mensajes. El funeral del Papa Francisco reflejó quién fue Jorge Mario Bergoglio, una persona de contrastes y de convicciones, que murió como vivió, dándose a la gente de forma desmedida.

Desde la madrugada de la que luego se transformó en una mañana de un sol brillante y un cielo despejado, fueron llegando a la Plaza San Pedro las multitudes que alcanzaron el número de 250.000 personas, de acuerdo a los datos oficiales. A las 10.00, puntualmente, como siempre sucede en las ceremonias vaticanas, pero también como le gustaba ser a Francisco, comenzó el traslado del sencillo ataúd de madera ante el que días atrás rezaron unas 200.000 personas. 

Tal como sucedió durante el traslado del cuerpo del Papa desde la capilla privada de la casa Santa Marta hasta la Basílica de San Pedro, en cuanto el féretro se asomó a la Plaza estallaron los aplausos entremezclados con las campanadas. En esta oportunidad también se sumó el sonido de los helicópteros que sobrevolaron la plaza durante toda la ceremonia, cargando el ambiente de una extraña sensación de alarma. 

Los cardenales a la izquierda y los líderes mundiales a la derecha, ocuparon los lugares previstos en el sagrato. En la plaza, el pueblo. Variado, diverso. ¿Banderas? Algunas y desapercibidas. Poco importaba la nacionalidad en un día como hoy, incluso si esta fuera argentina. Hoy todos uno, porque uno fue el pastor que hace menos de una semana recorrió la misma plaza cuando era evidente que se acercaba el final.

Aplausos que fueron mensajes

Giovanni Battista Re, el cardenal decano del colegio cardenalicio, presidió la ceremonia. En una homilía que suscitó aplausos elocuentes, trazó una semblanza de Francisco y de su “intenso pontificado”. Recordó la última imagen que guardó el mundo, la del Papa recorriendo la Plaza San Pedro en el papamóvil el domingo de Pascua, y se sirvió de ella para destacar cómo, siguiendo el ejemplo del Buen Pastor, Francisco dio su vida hasta el fin, no solo durante los doce años de pontificado, sino durante su vida religiosa en la Compañía de Jesús y, los 21 años de experiencia como obispo y luego arzobispo de Buenos Aires. 

“Conservó su temperamento y su forma de guía pastoral”, continuó diciendo el cardenal Re en su homilía, “y dio de inmediato la impronta de su fuerte personalidad en el gobierno de la Iglesia, estableciendo un contacto directo con las personas y con los pueblos, deseoso de estar cerca de todos”.

El cardenal se refirió a los conflictos mundiales y al incesante pedido de paz que dirigió el Papa a lo largo de su pontificado: “Frente al estallido de tantas guerras en estos años, con horrores inhumanos e innumerables muertos y destrucciones, el papa Francisco elevó incesantemente su voz implorando la paz e invitando a la sensatez, a la negociación honesta para encontrar soluciones posibles”, dijo, despertando entre la gente reunida en la Plaza el primero de muchos aplausos que reconocieron a Francisco y reclamaron a los líderes allí presentes. 

La homilía no ahorró palabras para describir una personalidad tan rica como la de Bergoglio: “Tenía el carisma de la escucha y la acogida”; “una clara impronta misionera marcada por la alegría”; “una convicción de que la Iglesia es una casa abierta a todos”; “tuvo innumerables gestos con los inmigrantes y refugiados”; “hizo 47 agotadores viajes”; “Fraternidad es la palabra que guió su pontificado”. 

Efectivamente, la fraternidad entres los pueblos fue el deseo que dejó plasmado en su testamento: “El sufrimiento que se ha hecho presente en la última parte de mi vida lo ofrecí al Señor por la paz en el mundo y la fraternidad entre los pueblos”. Por eso el pueblo aplaudió.