El triste recuerdo de los 82 niños muertos en represalia de un asesinato en República Checa
La muerte de Reinhard Heydrich a manos de la resistencia checa fue respondida de la manera más nefasta. A cambio de ese asesinato, el nazismo se cobro cientos de vidas y borró un pueblo del mapa
La Segunda Guerra Mundial dejó demasiadas historias tristes para contar. Algunas son muy famosas mientras que otras tienen pocos nombres propios. Estas inspiraron decenas de obras de arte relacionadas con personas o hechos. Pero hay una estatua representativa de sucesos de esa década que es especialmente conmovedora. Marie Uchytilová no la creó por encargo, fue su necesidad interna de expresar lo que sentía la que la llevó a trabajar en lo que hoy se conoce como el Monumento de los Niños Víctimas de la Guerra. Este contiene 82 esculturas de bronce que representan los niños muertos en Lidice, como consecuencia de las represalias nazis a un atentando en República Checa. Por eso hoy, en Cruzarte una Historia: la masacre de Lidice.
La muerte del carnicero
En mayo de 1942, Reinhard Heydrich, un oficial nazi de alto rango y también uno de los cerebros del Holocausto, ocupaba el cargo de Director de la Oficina Central de Seguridad del Reich y Protector Adjunto de Bohemia y Moravia. Este último lo convertía en la mano dura en esas regiones que forman parte de la actual República Checa. Desde su llegada había perseguido disidentes, cancelado la cultura checa y desalojado a miles de judíos. Lo apodaron “el carnicero de Praga”. Al mismo tiempo, una buena parte de la población había sido positivamente afectada por la reestructuración productiva realizada por Heydrich, que había convertido la mayoría de las industrias en fábricas de armamento y, de la mano de eso, mejorado el nivel de vida de muchos trabajadores. Sus éxitos lo colocaban como el sucesor de Adolf Hitler.
Sin embargo, la resistencia checa, apoyada por los aliados, decidió que era hora de eliminarlo. El 27 de ese mes, lo emboscó y le arrojó una granada. Las heridas eran serias pero todo daba a entender que iba a sobrevivir. Nadie calculó que los restos de ropa que se habían introducido en el cuerpo, así como el cabello de caballo de la tapicería del vehículo que lo transportaba ese día, iban a generar una infección general que terminó con su vida el 4 de junio de 1942.
La represalia del ataque fue terminante. Se declaró el toque de queda y estado de emergencia. Cualquiera que ayudase a los culpables sería asesinado junto con su familia. El mismo día de la muerte de Heydrich ya se registraban 157 ejecuciones, aunque los asesinos todavía no habían sido atrapados.
Compensar una vida con muchas
El 9 de junio se decidió que había que “compensar” la muerte del jerarca nazi: la aldea de Lidice desaparecería de la faz de la tierra, todos los hombres mayores de 15 años serían exterminados, las mujeres irían a un campo de concentración y los niños que pudiesen ser germanizados se colocarían en familias de la SS, la organización policial del nazismo. Se eligió ese pueblo, a 16 km. de Praga, porque se lo consideraba un refugio de partisanos.
Lidice fue rodeado, los hombres capturados y llevados a un granero, donde se los fusiló. Ese día 173 fueron ejecutados. Otros diecinueve fueron capturados los días posteriores y sufrieron el mismo destino. Solo tres se salvaron: dos estaban trabajando para la Royal Air Force (Fuerza Aérea Real) en Inglaterra mientras que el otro estaba detenido por asesinato y descubrió la masacre cuando regresó a la aldea a fines de diciembre de ese año.
A las mujeres y niños los encerraron en la escuela de Lidice. Cuatro embarazadas fueron obligadas a abortar y luego enviadas, con el resto de las mujeres al campo de concentración de Ravensbrück, al norte de Alemania.
El número de niños varía entre 95 y 105. Los registros no son exactos y el nazismo quiso ocultar parte de la información. Se sabe que nueve fueron enviados a familias de la SS. Se estima que seis de los menores murieron en orfanatos de la SS por enfermedades. No les permitían asistencia médica. Nadie estaba seguro de qué hacer con los restantes, 82 o 83 según los cálculos actuales. El padre del Holocausto, Adolf Eichmann, propuso la misma solución que para los judíos. Los niños fueron transportados en un camión a los campos de exterminio de Chelmno, pero en el camino comenzaron a ser gaseados. Ninguno llegó vivo a su destino.
Lidice fue incendiado y las ruinas fueron destruidas con explosivos. Todos los animales fueron también exterminados. Por las dudas, antes de irse, los nazis exhumaron los cuerpos del cementerio para sacar cualquier joya y objeto de valor que pudieran llevar a Berlín. Los caminos que llevaban a la aldea se borraron y se redirigió el arroyo que la atravesaba.
En un comienzo, el nazismo se jactó de la matanza en su propaganda. Los aliados captaron la información y la utilizaron como muestra del horror nazi. Lidice es rememorada en varias localidades del mundo, como Santiago de Chile, Londres o Panamá, ya sea con placas, monumentos o incluso con calles que llevan su nombre.
Tras la derrota del Reich, la aldea fue reconstruida. Las pocas mujeres que sobrevivieron a Ravensbrück regresaron y fueron acogidas por los nuevos habitantes.
Homenajear la memoria
Con el paso de los años, se intentó hacer distintos homenajes. En 1955 se plantó un jardín de rosas, equidistante entre el antiguo Lidice y la reconstrucción. En 1962 se erigió un museo para contar la historia.
Unos años después, en 1969, Marie Uchytilová comenzó a trabajar en su monumento de bronce, pero no consiguió apoyo del gobierno comunista. Recibía pequeñas donaciones que le permitían avanzar. Pero Marie no se rindió. Comenzó a entrevistarse con las mujeres que habían sobrevivido y a ver fotos de los niños. Con su esposo Jirí Václav Hampl, empezaron a diseñar los rostros de las esculturas. La intención era que fueran parecidas a las características de los niños muertos, pero no que fueran una representación de cada uno de ellos. Eran un símbolo de cada infante fallecido en las guerras. Las tres primeras las financió de su propio bolsillo. Sin embargo, Marie murió antes de finalizar todo el trabajo.
Jirí tomó terminar la obra como su objetivo para recordar a su esposa. Cuando creía que no podría cumplir, una donación inesperada de Dinamarca cambió todo. El dinero alcanzó, y pudo concluir las 82 estatuas que forman el monumento. En 1995 se colocó la base que las sostiene, en 2000 la última niña de bronce. La obra representa 40 varones y 42 mujeres asesinados por el nazismo. 82 vidas que Hitler y compañía decidieron tomar para compensar la muerte del “carnicero de Praga”.