Crítica
Sex Education: flores tras un aborto
Netflix da en el blanco con una serie que conquista a adolescentes y adultos. Con buen pulso narrativo y personajes que van ganando profundidad a medida que avanzan los capítulos, esta comedia logra salir airosa de momentos tan hilarantes como comprometidos.
Uno de los estrenos de Netflix más exitosos en lo que va de este 2019 es sin dudas la serie inglesa Sex Education. Con ritmo sostenido y personajes atractivos que van ganando en profundidad, esta primera temporada de ocho episodios indaga en la sexualidad adolescente y adulta, a partir de un variado abanico de situaciones que pendulan entre el cálido registro intimista y una buena dosis de comicidad resuelta a puro motor de ironía.
Gillian Anderson (estrella en The X-Files), es una terapeuta sexual divorciada que lleva una vida que combina trabajo académico con una frondosa exploración del deseo. Asa Butterfield (protagonista de Hugo), es el hijo adolescente de esta mujer aparentemente ultra liberal, que está en la recta final de la escuela secundaria, enfrentando conflictos como la imposibilidad de masturbarse y conquistar su anhelada pérdida de la virginidad.
En los dos primeros capítulos, el asunto puede resultar un tanto esquemático, pero la serie no pierde en ningún momento encanto y buen pulso narrativo. El estudiante, con una marcada caracterización de ese nerd querible que tanto ha frecuentado las pantallas de cine y televisión desde los años '80, tiene como amigo incondicional a otro looser, un compañero gay que enfrenta los ataques del villano del curso y el cotidiano bullying escolar. Pero quien se lleva la atención del protagonista, y por extensión del espectador, es una chica tan empoderada como vulnerable, interpretada por una desconocida actriz (Emma Mackey); cuya presencia se impone en varios momentos por encima de la dupla protagónica. Será ella quien le ofrezca al hijo de la terapeuta sexual un negocio planteado a modo de consultorio ambulante, utilizando el conocimiento que el chico ha asimilado de su madre, para luego oficiar como consultor de las más variadas taras de los estudiantes del colegio.
Sex Education da en el blanco por partida doble al lograr captar la atención del público más joven, y también a ese segmento adulto que creció viendo ficciones de temática adolescente. La serie tiene una juguetona sensibilidad "old school", reforzada por una banda sonora que incluye canciones de hitos ochentosos como Billy Idol, Inxs, The Cure, The Smiths, Talking Heads y bandas de culto como The The. Sin lugar a dudas, estamos ante una muy buena opción para maratonear entre padres cuarentones e hijos teens, Una propuesta a la que hay que darle algo de tiempo para que los personajes salgan de los estereotipos esbozados en los dos primeros capítulos, para luego adquirir matices y capas de entidad. Que en el elenco los roles de colegiales estén interpretados por actores y actrices que tienen más de 20 años no es un escollo, excepto por el más bravucón, todos los restantes lucen verosímiles con su edad en la ficción. Tal vez resulte un poco acotada la participación de una gran figura como Gillian Anderson, quien ya está fichada para la próxima temporada de Sex Education y The Crown, pero sus apariciones oscilando entre la sexóloga desprejuiciada y la madre sumamente controladora, son absolutamente irresistibles.
Los spoilers no son buenos, pero a veces resultan necesarios cuando marcan una diferencia con respecto a producciones similares que podemos ver en la pantalla chica. En el tercer capítulo de esta serie, la adolescente rebelde y autosuficiente decide abortar. Como su familia está prácticamente ausente, debe convocar a su co equiper nerd para que la pase a buscar por la clínica después de la intervención. Lejos de la bajada discursiva o el panfleto aleccionador, Sex Education toma postura sobre un tema delicado apostando con solvencia a una mirada humanista y sensible. En el centro de salud, también hay una mujer adulta que ya ha atravesado otras veces la práctica abortiva. Tras pasar por el quirófano, ambas tienen un diálogo sobre la maternidad en que la mayor de edad confiesa: "No me arrepiento de los que no tuve, me arrepiento de los que tuve". Mientras tanto, el protagonista cree que su compañera lo ha invitado a una cita romántica, y asiste al sanatorio con la idea de que está yendo a un restaurant de sushi. Allí sostiene un hilarante encuentro con una dupla de militantes de "salvemos las dos vidas". Una vez terminada la tensa situación quirúrgica, él está provisto de flores para entregarle a esa chica que lo fascina. El introvertido estudiante acompaña con absoluta nobleza a la adolescente que ha sido capaz de librar más de una batalla. Él le dice que tal vez no se trate de la mejor ocasión para regalar un ramo. Sin embargo, ambos se miran y saben que sí lo es. Esa escena no es solo una declaración de principios por parte de los guionistas de esta propuesta, sino uno de los instantes más sentidos que haya conquistado en los últimos tiempos un producto de la factoría Netflix.
Te recomendamos