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Los juegos de la infancia en los '80: memorias de una generación sin pantallas

Sin celulares ni internet, los chicos de los años '80 llenaban las veredas y baldíos con creatividad, movimiento y risas. Así eran los juegos de aquella infancia analógica.

Los chicos jugaban a las bolitas en la calle y también en los recreos.

Los chicos jugaban a las bolitas en la calle y también en los recreos.

Canva

Mucho antes de que la tecnología invadiera los recreos, las siestas y hasta las reuniones familiares, una generación de chicos argentinos creció jugando en la calle, con lo que había a mano y con reglas que se aprendían por transmisión oral, casi como un patrimonio cultural no escrito.

Quienes fueron niños en la Argentina de 1980 aún recuerdan los juegos que marcaron su infancia. Era una época de encuentros espontáneos, de tardes largas y de veredas que se convertían en tableros de aventura.

“Mi vieja me gritaba desde la ventana que ya era de noche, pero yo no quería dejar la escondida”, cuenta Marcelo, que creció en San Martín, y agrega: “Jugábamos en toda la cuadra. Uno se tapaba los ojos contra un árbol y los demás salíamos corriendo. Ganaba el que lograba tocar la base sin ser visto”.

La escondida, la rayuela, la soga, el elástico, el ladrón y policía, el gallito ciego, el veo-veo y las bolitas. Todos juegos que no requerían baterías ni pantallas, solo ganas de jugar. Algunos usaban tizas para pintar el suelo, otros necesitaban una pelota de trapo o incluso una tapita de gaseosa.

Jugar a la bolitas

Los juegos en el recreo

En los recreos escolares, los más populares eran la mancha, el elástico o la soga. “Nos turnábamos para saltar la soga mientras los que sostenían la cuerda cantaban canciones. Si te enganchabas, perdías y entraba otro. Nadie quería quedar afuera”, recuerda Silvia, que hizo la primaria en una escuela de la Ciudad de Mendoza.

También se jugaban los clásicos: el tutti frutti, las rondas de canciones, los juegos como “María la paz” o “1,2,3... Momia es”. Todos servían como excusa para vincularse, para pertenecer a un grupo, para reírse o pelearse y volver a empezar.

saltar la soga
Saltar la soga era un clásico que los chicos y chicas jugaban en todos lados.

Saltar la soga era un clásico que los chicos y chicas jugaban en todos lados.

El eterno enero a puro juego

En los barrios, la calle era el territorio principal. "Jugábamos al fútbol con pelotas de goma, y si no había, usábamos una de papel con cinta. Las veredas tenían marcas: entre el árbol y el poste era arco", dice José, que creció en Las Heras. “Había empujones, sí, pero también códigos. Nadie quería irse a su casa”.

El invierno no frenaba el juego, y el verano lo extendía. “Las vacaciones eran eternas. Nos juntábamos después de almorzar y volvíamos de noche. Jugábamos al ring raje, ese de tocar timbres y salir corriendo. No sé cómo no nos retaban”, dice entre risas Laura, de Guaymallén.

Los juegos también incluían elementos fabricados en casa. El balero, el yo-yo, los barriletes hechos con papel de diario, los autitos con rulemanes, las figuritas que se apostaban en la tapadita. Las chicas muchas veces jugaban a la casita, con muñecas heredadas y vajilla de plástico, pero también se sumaban a los juegos de persecución o saltaban el elástico con precisión milimétrica.

“Mi hermana y yo teníamos uno hecho con bandas de goma. Lo usábamos con las amigas en la vereda, y a veces se acercaban los varones a mirar, pero no se animaban a jugar”, cuenta Marcela, de Godoy Cruz.

titanes en el ring

"Titanes en el ring" era un legendario programa de lucha libre de Argentina.

La TV de los ‘80

La televisión, por entonces, era parte de la vida pero no del juego. Se veía en horarios puntuales: "He-Man", "Topo Gigio", "Los Pitufos", "Titanes en el Ring". Pero después, la acción se trasladaba afuera.

Hoy, a la distancia, quienes fueron niños en los ‘80 reconocen en esos juegos algo más que simple entretenimiento. Eran ritos de crecimiento, espacios de socialización, aprendizajes sin aula.

“No teníamos mucho, pero jugábamos a todo. Y nos acordamos de todo, como si fuera ayer”, resume Rubén, de Las Heras.