El uso correcto de bicarbonato de sodio con agua oxigenada: para qué sirve y por qué lo recomiendan
La mezcla del bicarbonato de sodio y el agua oxigenada gana terreno por su capacidad para quitar suciedad, neutralizar olores y devolver blancos inmaculados.

El bicarbonato de sodio posee varias propiedades esenciales para el hogar.
El auge de las opciones de limpieza más amigables con el bolsillo y el ambiente tiene un protagonista repetido: la combinación de bicarbonato de sodio con agua oxigenada. No es magia. Es química doméstica aplicada con criterio. El primero aporta un poder abrasivo suave que ayuda a despegar restos y películas difíciles.
Bien usada, resuelve tareas cotidianas y limita el uso de fórmulas industriales más fuertes.
Te Podría Interesar
¿Por qué esta mezcla funciona tan bien?
El bicarbonato trabaja como un pulidor delicado. No raya si se aplica con movimientos controlados y herramientas adecuadas. Además, colabora en la neutralización de olores persistentes. La solución de peróxido, por su parte, libera oxígeno activo que actúa sobre manchas orgánicas y microorganismos.
Esa dupla genera una sinergia interesante: remueve, higieniza y aclara. Por eso se la recomienda para juntas de azulejos, hornallas con grasa pegada, tablas de picar con olor a cebolla o recipientes que quedaron con aroma a comida. También suma puntos en el cuidado de prendas claras, donde se busca recuperar luminosidad sin cloro.
Cómo preparar la pasta casera, sin fallar en el intento
La regla general es sencilla: tres medidas de bicarbonato por una de agua oxigenada de 10 volúmenes. La meta es obtener una consistencia cremosa, parecida a una pasta dental, que no chorree. Para lograrlo, agregá el líquido de a poco y mezclá hasta que quede homogéneo. Si te pasás con el peróxido, corregí con una pizca más de polvo hasta que tome cuerpo. Conviene hacer poca cantidad.
La mezcla rinde y es más efectiva fresca. Si necesitás guardarla, usá un frasco cerrado por un par de días, lejos del sol y del calor. Antes de usar, revolvé nuevamente.
Aplicaciones hay muchas. En juntas y cerámicos, distribuye la pasta con un cepillo viejo, frotá con suavidad y dejá actuar algunos minutos. Enjuagá y secá. Sobre hornallas o utensilios, cubrí la zona, esperá cinco minutos y retirá con esponja. En recipientes con olor persistente, extendé una capa fina, dejá reposar y lavá como siempre. Para usos más suaves, podés diluir en agua tibia y convertirla en una solución de limpieza rápida. Recordá probar primero en un rincón poco visible, sobre todo en superficies delicadas o porosas.
Ropa blanca, cepillos y tablas: paso a paso para un mejor resultado
En textiles claros, la mezcla ayuda a levantar manchas y a devolver brillo. Disolvé dos cucharadas en un balde con agua caliente, colocá las prendas y esperá media hora. Luego lavá en ciclo habitual. Para marcas puntuales, aplicá una pequeña cantidad directamente, dejá actuar unos minutos y enjuagá.
Repetí si hiciera falta. No uses en sedas, lanas o tejidos teñidos sin test previo. En cepillos de dientes, prepará una solución diluida, sumergilos diez minutos y enjuagá con abundante agua. En tablas de cortar, frotá, dejá actuar y aclarar bien. El objetivo es quitar olores y bajar la carga bacteriana sin maltratar los materiales.
Un dato clave es la herramienta. Para ranuras y esquinas, el cepillo de dientes viejo es ideal. Para superficies amplias, una esponja suave alcanza. En acero inoxidable, probá primero y frotá en el sentido del pulido. En mármol, madera cruda o aluminio, extremá la prudencia y priorizá el test en un borde. La paciencia también ayuda. Dar tiempo de contacto ordena el proceso y evita refregar de más. La ventilación es tu aliada: trabajá con ventanas abiertas y guantes si tenés piel sensible.
Consejos finales para un uso responsable. No mezcles esta preparación con vinagre ni con lavandina. Son combinaciones inseguras o inestables. Mantené la mezcla fuera del alcance de niñas y niños. Guardá los envases originales de los insumos siempre rotulados. Si una mancha no cede, insistir sin criterio puede dañar la superficie; mejor repetir ciclos cortos que frotes intensos.