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Es uruguayo, se enamoró de Mendoza y hoy defiende un bastión vitivinícola con multipremiados vinos

Juan Bruzzone es el enólogo de Fabre Montmayou, bodega que se consagró como una de las mejores en la International Wine Challenge (IWC).

Juan Bruzzone es uruguayo, pero desde hace ya 27 años se dedica a elaborar vinos en Mendoza. 

Juan Bruzzone es uruguayo, pero desde hace ya 27 años se dedica a elaborar vinos en Mendoza. 

Rodrigo D'Angelo / MDZ

Hace ya 27 vendimias, Juan Bruzzone llegó a Mendoza sin saber que se convertiría en su hogar permanente y la tierra desde donde elaboraría multipremiados vinos. Aunque arribó con la idea de estudiar enología y volver a su Uruguay natal, donde su familia ya tenía una tradición vitivinícola iniciada por su abuelo con su propia bodega en Canelones, los planes cambiaron en el medio y hoy desde hace ya doce años es el enólogo de Fabre Montmayou y Alta Yari, dos establecimientos que se anotaron entre los más preciados de Argentina en la última edición del prestigioso International Wine Challenge (IWC).

Justamente en la primera de ellas recibió a MDZ Online, donde en una entrevista habló Phebus Gran Reserva Malbec 2023, ganador del Trophy IWC al mejor Malbec del mundo, y de Fabre Montmayou Reserva Cabernet Franc 2024 y H.J. Fabre GGG, ganadores de Medalla de Oro. También contó sobre los nuevos desarrollos de la bodega, su trabajo junto a Hervé Fabre, uno de los pioneros del Malbec en el país, y del valor de Vistalba, el distrito lujanino donde se ubican y un baluarte vitivinícola del país que en el último tiempo ha sido acorralado por el avance inmobiliario de la zona.

Mirá la entrevista acá

Entrevista A Juan Bruzzone, De Bodega Fabre

-¿Qué representan estos reconocimientos?

-Es un lujo para nosotros. Participar de este tipo de competencia como el IWC nos gusta mucho y lo hacemos todos los años, no es algo nuevo. Nos resulta muy útil a nivel comercial, especialmente porque muchos de nuestros clientes -principalmente en Inglaterra- están atentos a estos reconocimientos, que funcionan como un incentivo y una ayuda para las ventas. Al mismo tiempo, para nosotros es una especie de mimo, una forma de confirmar que vamos por buen camino o, si algo no gustó tanto, entender qué debemos corregir.

Participar es una experiencia muy linda, sobre todo por el formato. Este tipo de degustaciones a ciegas son muy valiosas para la industria, porque trascienden el juicio individual de un solo catador. Los paneles de cata funcionan de manera rigurosa. Para obtener una medalla de oro hay que cumplir ciertos requisitos. El vino no se degusta una sola vez, sino que pasa por distintas ternas de degustadores y sucesivas evaluaciones hasta lograr un consenso de que realmente merece ese galardón.

-¿Por qué crees que este reconocimiento ya se repite desde hace varios años?

-Creo que los premios consecutivos reflejan la consistencia en nuestro trabajo, tanto con Fabre Montmayou como con Alta Yari. Es el resultado de un camino muy claro y de una forma de hacer vino que está en sintonía con lo que hoy se busca en el mundo. Tenemos una conexión muy fuerte con los consumidores del exterior, lo que nos permite nutrirnos de su feedback, vinos más frutados, con menos madera, más expresivos del origen.

Esa identidad forma parte del estilo de la bodega desde los orígenes, desde que Hervé Fabre llegó a Mendoza con una filosofía basada en el respeto por el lugar, por el terruño. Fue un concepto innovador en su momento, muy francés, pero que hoy sigue más vigente que nunca. Cada vez hablamos más del suelo, de las microparcelas, de las uvas singulares y del trabajo detallado que se hace en el viñedo, incluso dentro de una misma parcela.

Todos estos reconocimientos son el resultado de una construcción de más de treinta años de coherencia y respeto por esa filosofía, con los ajustes necesarios que imponen las nuevas tendencias, pero siempre fieles a la idea de elaborar vinos sinceros, que hablen del origen más que de la barrica, y que expresen el trabajo constante que hay detrás de cada cosecha y de cada botella.

Juan Bruzzone bodega fabre vinos botellas

-¿Cómo es trabajar con una figura como Hervé Fabre?

-La verdad es que es muy cómodo trabajar con él porque tiene el conocimiento del suelo, del vino y de la parte comercial también. Tenemos una muy buena relación técnica y profesional, como la que se tiene con un colega más. Yo estoy en el día a día, porque paso la mayor parte del tiempo en la bodega, mientras que él reparte su tiempo entre Mendoza, Córdoba y Francia desde hace varios años. Aun así, siempre está presente en la toma de decisiones, tanto en lo que respecta a los vinos como en los nuevos proyectos. Mantenemos un contacto permanente.

-¿Cuál es tu historia con el vino y cómo llegaste a Mendoza?

-Me vine a Mendoza con 19 años para estudiar enología. Vengo de una familia de viñateros y bodegueros en Uruguay, mi abuelo fundó una bodega y plantó viñedos en 1944, así que crecí en un entorno muy ligado al vino. Mi idea inicial era estudiar enología y volver, pero en el camino ocurrieron cosas que me llevaron a quedarme.

Ya llevo 27 cosechas en Mendoza -la 2025 fue mi cosecha mi cosecha 27- y desde el primer momento empecé a trabajar en bodega. Incluso antes de comenzar la facultad, ya estaba vinculado al trabajo enológico gracias a algunos contactos.

Juan Bruzzone bodega fabre-15

-¿Dónde arrancaste?

-Arranqué en la bodega Santa Jimena en 1999. Llegué allí por una serie de coincidencias. Conocía al enólogo, que a su vez era amigo de un uruguayo que estudiaba conmigo, y él había estado de visita en Uruguay, en la zona donde vivía. Gracias a ese contacto me abrió las puertas de la bodega, que pertenecía a Rutini y funcionaba como una de sus satélites.

Empecé desde abajo, como obrero de temporada, porque si bien venía de una familia vitivinícola, sabía que debía arrancar de cero en la elaboración. Así que asumí ese desafío y, desde entonces, sigo trabajando de forma ininterrumpida en bodega hasta el día de hoy.

-¿Y en Fabre Montmayou cuánto llevás?

-Acá estoy hace ya casi 12 años.

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-¿Cómo es resistir o ser uno de los últimos bastiones vitivinícolas de Vistalba?

-Hace muchos años que no solo trabajo, sino que también vivo en la zona de Vistalba, y es evidente que el lugar cambió. No diría que ya no es lo que era, porque todavía hay viñas que resisten, y mientras sigan ahí, vamos a defenderlas a muerte. Pero la realidad es que hoy la presión inmobiliaria es enorme, y me pongo en el lugar de un productor y lo entiendo. Mantener un viñedo en estas condiciones es muy difícil.

La viña que rodea nuestra bodega, por ejemplo, fue plantada originalmente en 1908. Son viñedos irremplazables por la calidad que ofrecen, pero naturalmente producen apenas entre 4.000 y 5.000 kilos por hectárea. ¿Quién puede sostener eso? Solo una empresa que tenga cómo valorizar esa uva a través de un producto terminado. Un productor independiente difícilmente pueda subsistir con esos rendimientos, porque nadie le paga lo suficiente ni siquiera para cubrir los costos.

Entiendo el cambio, porque es una realidad, la presión inmobiliaria existe y el valor de la tierra para urbanizaciones es mucho más alto que la rentabilidad que deja un viñedo. Aun así, no deja de ser triste. En nuestro caso, afortunadamente, tenemos nuestros propios viñedos, no solo en Vistalba sino también en Las Compuertas, la zona vecina. Cuando Vistalba desaparezca, Las Compuertas será lo que siga, y mientras tanto, seguiremos defendiéndolos con uñas y dientes, todo el tiempo que podamos.

Juan Bruzzone bodega fabre nubes nublado clima tiempo temperatura (3)

-¿En qué otras zonas producen?

-Afortunadamente, la bodega tiene un despliegue territorial bastante amplio, con presencia en distintas regiones del país, salvo en el norte y en algunas zonas más recientes, como la provincia de Buenos Aires. Desde hace más de treinta años, Hervé elabora vinos tanto en Mendoza como en la Patagonia.

A comienzos de los años noventa llegó a Mendoza, donde encontró esta viña vieja, compró el viñedo y construyó la bodega. Pocos años después viajó a la Patagonia, donde se enamoró del Merlot -así como aquí lo hizo del Malbec antiguo-, fascinado por la calidad y el carácter que encontraba en esos vinos. Ese entusiasmo lo llevó a comprar viñedos y una bodega en la zona de Allen, en el Alto Valle de Río Negro.

Desde mediados de los noventa elabora de manera continua tanto en Mendoza como en la Patagonia. Hoy trabajamos principalmente en estas dos regiones, con foco en Luján de Cuyo -donde estamos ubicados- y en Gualtallary, donde desarrollamos un proyecto independiente, centrado exclusivamente en un viñedo en la parte más alta de esa zona. Es un lugar extraordinario, que merecería sin duda una nota aparte.

-¿Qué sentís que es lo que mejor representa a la bodega?

-Nos caracterizamos por no tener un solo vino, sino varios amores. El Malbec, por supuesto, es nuestra estrella. De hecho, entre los vinos recientemente premiados con Oro y Trophy, dos son Malbec: uno de viña vieja, en Vistalba, y otro de Gualtallary. Donde sea, el Malbec siempre brilla.

Pero el Cabernet Franc es otra de nuestras especialidades. Hace muchos años que lo elaboramos y ha sido reconocido en distintas ocasiones, incluso antes de que esta cepa se pusiera de moda. Hoy las plantaciones de Cabernet Franc han crecido mucho, pero nosotros ya venimos trabajando con ella desde hace tiempo. El Fabre Montmayou Reserva Cabernet Franc, por ejemplo, está en el mercado hace años y no es la primera vez que recibe premios.

Lo mismo ocurre con los vinos de Gualtallary, bajo la marca Alta Yari. El vino ganador del Trophy al mejor Cabernet Franc proviene de allí, y representa un concepto completamente distinto al de Luján de Cuyo: viñedos de gran altitud, por encima de los 1.400 metros, que dan lugar a vinos con otra identidad.

Y, por supuesto, no podemos dejar afuera a la Patagonia, donde nuestro gran amor es el Merlot. Los Merlot patagónicos que elaboramos desde hace muchos años son un fiel reflejo de esa región, con un perfil muy distinto al de los vinos de Mendoza. Podríamos decir que en Mendoza nos definen el Malbec y el Cabernet Franc, y en Patagonia, sin dudas, el Merlot.

Juan Bruzzone bodega fabre

-¿Cuánto producen en total?

-En total, estamos por encima de los dos millones y medio de litros, considerando todo el abanico de productos que integran nuestro portfolio. Estos vinos que mencionamos forman parte de ese conjunto, que abarca distintas líneas y estilos dentro de la bodega.

-¿Cómo proyectas los próximos años para la bodega?

-Proyecto años intensos, porque estamos en plena etapa de desarrollo de nuevos proyectos, especialmente con una línea de vinos de altura. Entre ellos, uno de los más desafiantes es un Torrontés bajo la marca Alta Yari. Se trata de un Torrontés plantado en Mendoza, por encima de los 1.500 metros, en una zona fría del Valle de Uco, probablemente la más fría o una de las más frías de la región. Plantar Torrontés allí fue una apuesta arriesgada, casi como tirar una moneda al aire, pero el resultado nos sorprendió gratamente.

A Hervé y a mí, el Torrontés tradicional nunca nos convenció del todo. Sin embargo, el perfil aromático que conseguimos en este vino es completamente distinto, no se parece a los Torrontés convencionales. Justamente por eso nos entusiasmó. Además, en la elaboración incorporamos una parte de fermentación en barrica, algo impensado hace 15 o 20 años. En ese entonces, hablar de un Torrontés con paso por madera hubiera sido casi una herejía, la combinación de aromas florales y madera se consideraba empalagosa. Pero en este caso, el vino no tiene ese exceso floral. En cambio, ofrece un perfil más fresco y cítrico, con notas de quinoto y matices poco habituales en un Torrontés tradicional. Ahí dijimos: “acá hay algo distinto, algo que vale la pena”.

Eso ya lo tenemos en el mercado, pero también tenemos otro proyecto que nos entusiasma muchísimo, donde estamos empezando a producir uvas en una terraza sobre los cerros de Gualtallary, completamente aislada, sin vecinos. Es una zona con suelos extremadamente calcáreos, prácticamente puros, lo que la convierte en un lugar único para el desarrollo de variedades blancas.

Allí estamos impulsando un trabajo muy interesante con distintas cepas, no solo Torrontés, explorando nuevos perfiles y expresiones desde la altura. Así que la próxima nota queda comprometida allá arriba, entre los viñedos, para ver de cerca este proyecto que recién empieza a tomar forma.