Ajuste, sudor y lágrimas: el que no avisa, ¿no traiciona?
El flamante presidente Javier Milei dio un discurso dramático que podría resumirse así: todo va a empeorar antes de mejorar.
El ajuste que viene promete ser descarnado. Desde la escalinata del Congreso, Javier Milei, de cara a sus votantes y de espaldas a la casta que necesitará para gobernar prometió ajuste y shock para volver a aquellos días de gloria de la Argentina potencia. Un remedio doloroso pero inevitable, dijo a modo de inauguración de su presidencia. La gente que lo escuchaba pedía motosierra. La luna de miel de Javier Milei como presidente había comenzado.
La gran pregunta ahora es saber cuánto va a durar ese apoyo al nuevo Gobierno, en especial cuando la motosierra llame a la puerta de cada uno. En gran medida la magnitud del ajuste debería tener alguna correlación con la capacidad de resistencia que tenga la población. La cuestión no es menor. El kirchnerismo dejó un país en ruinas con una pobreza del 47%, esta sola cifra basta para hacerse una acabada idea de la herencia que reciben los libertarios.

Foto: MDZ.
El presidente repitió su mantra: no hay plata
Además, vaticinó que lo que viene necesariamente va a doler. Nadie puede dudar de su honestidad brutal. A diferencia de sus antecesores que lanzaban pronósticos incumplibles, trazó un panorama muy sombrío pero resaltando que hay luz al final del camino. Sin embargo, Javier Milei también exageró probablemente para tener un colchón para cuando las cosas se pongan más duras. Acusó al gobierno de Alberto Fernández de dejarle “plantada una inflación del 15.000%”. Nadie sabe cómo llegó a semejante guarismo y mucho menos qué significa la expresión “inflación plantada”. Debió explicarlo y no lo hizo.
En base al discurso inaugural de la era Milei corresponde hacerse más preguntas, siempre en la línea de razonamiento que indica que para estar mejor, antes se debe estar peor. ¿A cuánto debe subir la inflación, que ya se calcula en un 150% anual? ¿Cuántos puestos de trabajo deben desaparecer? ¿Cuánto deben recortarse los salarios del sector privado y del público? ¿Cuánto debe aumentar la pobreza y la indigencia? ¿Cuánto deberá disminuir el poder adquisitivo del salario para aquellos afortunados que conserven su empleo? Son todos interrogantes que no tienen una respuesta, al menos públicamente pero que sería bueno que el nuevo gobierno al menos tenga un cálculo aproximado.
El ajuste no lo va a pagar la casta
La factura habrá que pagarla entre todos. Nada nuevo. Es importante aclarar que, como autor de estas líneas, no abro un juicio de valor sobre si las medidas que anunciará el gobierno son justas o injustas. Simplemente, ese dolor que el nuevo gobierno está a punto de infligir a una sociedad que ya viene espoleada y que, en palabras del propio Javier Milei, posibilitará que la Argentina vuelva a ser el país que fue, debería poder medirse en variables objetivas.

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El razonamiento desemboca necesariamente en otros interrogantes. El presidente ha dicho una y otra vez que no hay plata para nada. El único ministerio que tiene la billetera abierta es el de Capital Humano, que está a cargo de Sandra Pettovello, que entre sus funciones está la de asistir a los caídos. Es decir, auxiliar a los que se sacrifiquen para que el conjunto llegue a la Tierra Prometida en algún momento, plazo que por supuesto es totalmente incierto.
Esto lleva a concluir que necesariamente la distribución de los planes sociales deberá aumentar, al menos mientras se implementa la parte dolorosa del inevitable ajuste. ¿En cuánto aumentaría la asistencia social?, que no será otra cosa que gasto estatal y también cabe preguntarse durante cuánto tiempo deberá asistirse a los nuevos “planeros”. Es de imaginar que buena parte de los recursos necesarios saldrán del propio ajuste que anuncia el presidente.
Nada de todo esto está explicado
El presidente y su ministro de Economía aún deben explicar mucho. El anuncio del ajuste no puede quedarse en eso nada más. Deberían explicar detalladamente sus efectos no deseados y al mismo tiempo anunciar algún plan de control de daños. No hay que perder de vista que éste es el gobierno más débil desde la restauración de la democracia y que evidencia grandes carencias
de capital humano e institucional. Por eso, será de vital importancia el nivel de convencimiento que pueda ejercer el presidente y el ministro Luis Caputo para que los mismos que pedían motosierra el domingo no salgan a cortar las calles en pocos meses.
El peronismo, que por estas horas sigue convulsionado por su salida del poder, no va a entorpecer al nuevo gobierno. Lo va a dejar hacer hasta que perciba descontento en la gente. Nada nuevo tampoco. Entonces ese será el momento en que salga a jugar un partido que por estas horas su resultado sería incierto, pero seguramente será encarnizado. La gente congregada en el Congreso alentó al flamante presidente a que use la motosierra sin piedad.
¿Sabrán que muchos de ellos serán víctimas de esa motosierra que piden?
* Martin Pittón, periodista política y conductor del podcast Micro Mundos.

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