YateGate: ese lujo es la causa de esta miseria de millones de personas
Cuando vemos imágenes como las que desataron el escándalo político del fin de semana pasado, es preciso hacer un ejercicio de distanciamiento. Hay que intentar alejarse de la indignación inevitable.
Hay que hacer ese ejercicio de toma de distancia para contemplar el cuadro entero y poder entender que lo que vimos es parte del funcionamiento de un sistema. No hay un contraste escandaloso entre las imágenes que se vieron del yate en Marbella, el exjefe de Gabinete bonaerense Martín Insaurralde y la modelo Sofía Clérici, y, por poner un ejemplo, la falta de insumos para personas mayores, insumos como pañales, medicamentos necesarios para vivir, bolsas de colostomía, etc.
Entre una imagen y la otra, entre las copas de champagne en un yate y el jubilado que no logra acceder a un tratamiento oncológico, hay una relación causal. No se trata de un individuo cínico o irresponsable, que en lugar de atender sus tareas como gobernante prefiere dedicarse al lujo y los placeres. Lo que hay es un sistema político que funciona de esa manera, que tiene el foco puesto en ese objetivo, y que consecuente e inevitablemente va dejando que todo se desmorone a su alrededor.
La decadencia de las estructuras que tienen que garantizar derechos y brindar servicios a la comunidad, tales como PAMI y Anses, es el corolario inevitable de una lógica de gestión que tiene como norte el yate y la mansión. No es solamente una cuestión de malversación de fondos, de robo o corrupción. Es la dirección misma del deseo de la clase dirigente lo que nos tracciona hacia el estado en el que nos encontramos.
Lamentablemente, eso no se cambia con un giro ideológico. De hecho, las imágenes que se vieron este fin de semana podrían haber sido representativas de la política de los años noventa, que es justamente la política que reivindican quienes dicen querer acabar con la casta actual. Y también es la política con la que iban a terminar quienes gobiernan en este momento.
No existe una solución de corto plazo. Nada va a mejorar después de las elecciones. El rol del Estado y el concepto mismo de funcionario público necesita ser repensado en nuestro país. La existencia de un interés colectivo que esté por encima de los intereses particulares parece haberse diluido. Y sin esa idea de un bien común superior es imposible que el Estado sea otra cosa que una caja de dinero a disposición de quien tenga que administrarla.
El sistema político que tenemos, incluidos quienes afirman no pertenecer al mismo, es la consecuencia de esa incapacidad para pensar un bien común al conjunto de la sociedad. Todos dicen que van a cambiar la situación. Y en cuanto pueden, se suben al yate.
* Dr. Eugenio Semino, Defensor de la Tercera Edad - presidente de Sociedad Iberoamericana de Gerontología y Geriatría (SIGG).