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Sin sufrir no vale: la noche en que la Lepra escribió su página más gloriosa

El 5 de noviembre de 2025 quedará grabado a fuego en la historia del fútbol mendocino: Independiente Rivadavia se consagró campeón de la Copa Argentina.

La Lepra se consagró campeón de la Copa Argentina. 

La Lepra se consagró campeón de la Copa Argentina. 

Daniel Cáceres /MDZ

Volví de Córdoba después de la semifinal con River con una sola idea en la cabeza: si la Lepra llegaba a la final, había que estar. No importaba cuándo ni dónde. Si era miércoles, si había laburo, si había que pedir días o cambiar turnos. Había que estar.

Porque uno acompañó siempre. En las malas, en esas que dolían y parecían no terminar nunca. Y cuando por fin llegaron las buenas, había que devolverle a Independiente todo lo que uno le había prometido: estar.

Así que cuando se confirmó que la final sería el 5 de noviembre en la cancha de Instituto, no hubo más dudas. Córdoba, allá vamos. Y como nosotros, miles pensaron lo mismo: “No podemos faltar”. Y los jugadores, del otro lado, pensaron algo parecido: “No podemos fallar”.

Así estuvo la hincha de Independiente Rivadavia en Córdoba

El aliento de los hinchas de Independiente Rivadavia

El aliento de los hinchas de Independiente Rivadavia

El viaje fue un repaso por toda una vida. En el auto, con amigos de siempre, aparecían recuerdos de haber peleado descensos, goles imposibles, partidos sin público y gritos desde afuera de la cancha. Todo eso que forma parte de la identidad leprosa. Porque la Lepra no es sólo un club: es una historia compartida entre amigos, entre familias.

Llegamos a Córdoba con esa ilusión que se parece a la fe. El asado, la previa, los abrazos, los reencuentros. Muchos que nos cruzamos toda la vida en la tribuna, esta vez en una final de Copa Argentina. Contra Argentinos Juniors, nada menos. Campeón de América, histórico de Primera. Y nosotros ahí, con el corazón en la mano y la garganta a punto de romperse.

La popular explotaba. No cabía un alfiler. Había una energía distinta, una mezcla de ansiedad y gratitud. Nadie quería perderse ese pedacito de historia. Y aunque la historia la escriben los jugadores, los hinchas la iluminamos. Somos quienes sostienen la vela que ilumina mientras ellos sostienen la pluma que escribe la historia.

El partido fue una montaña rusa. El gol de Arce, el alma que se infló. La expulsión de Amarfil, la angustia. El 2 a 0 de Matías Fernández, ese segundo de eternidad, ese abrazo con mi amigo de toda la vida que todavía siento en los brazos. Después, el descuento de Argentinos y otra expulsión, el inevitable sufrimiento. Porque la Lepra, fiel a su historia, no sabe ganar sin sufrir.

Y cuando Argentinos empató, cuando el 2 a 0 se volvió 2 a 2, ahí apareció el miedo. Pero también esa vieja costumbre de creer que es posible. Lo fue tantas veces: tantos años para no descender, en 2023 para subir, en 2024 para mantenernos, y ahora… para ser campeones.

Argentinos Juniors Independiente Rivadavia final Copa Argentina seis
Matías Fernández fue una de las figuras de la noche tras marcar el 2-0 parcial con el que explotó todo el público azul.

Matías Fernández fue una de las figuras de la noche tras marcar el 2-0 parcial con el que explotó todo el público azul.

Llegaron los penales. Sin Centurión, lesionado. Con Marinelli, que no había atajado en todo el año. Pero ahí estuvo atajando ese histórico penal, no una, sino dos veces. Y cuando Villa le puso el broche dorado a la historia el grito fue como una explosión de años contenidos. Lloré. Pensé en mi abuelo, en mi tío. En todos los que alguna vez soñaron con ver a Independiente Rivadavia levantar una copa.

Porque esa noche, los azules triunfaron. Contra todo y contra todos. Y lo hicieron a su manera: sufriendo, peleando y creyendo. Como se hizo siempre.

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Los jugadores y la gente fueron uno solo durante todo el partido y eso no se modificó en los festejos. Plantel e hinchada fundidos en los festejos de un momento histórico.

Los jugadores y la gente fueron uno solo durante todo el partido y eso no se modificó en los festejos. Plantel e hinchada fundidos en los festejos de un momento histórico.

Hoy puedo decir con orgullo que estuve ahí. Que fui parte. Que sostuve esa vela mientras se escribía la página más gloriosa del fútbol mendocino.

Y que desde algún lugar, mi abuelo, el que jugó en la reserva, el que sembró esta pasión, debe haber sonreído cuando la Lepra levantó la Copa Argentina.

Gracias, Independiente Rivadavia. Gracias por hacerme creer, una vez más, que todo es posible.