Por qué la Lepra tiene que olvidarse rápido de una derrota que no debió ser
Independiente Rivadavia debe olvidarse rápidamente del 1-2 ante Atlético Tucumán de este domingo por la noche. ¿Por qué la derrota duele, pero debe quedar atrás urgente?
Desde este domingo cerca de las 22, cuando Nazareno Arasa pitó el final del encuentro ante Atlético Tucumán, en Independiente Rivadavia se entrecruzan sensaciones de una derrota que no debió ser, pero que fue.
Los 90 minutos y monedas ante el Decano terminaron dejando con las manos vacías al equipo de Martín Cicotello, tras un 1-2 final con sabor amargo por cómo ocurrió el partido y, además, porque el Azul necesita sumar sí o sí en su lucha por permanecer en la máxima categoría, y no pudo hacerlo.
En el análisis final del juego, y en el resultado definitivo del encuentro, se enfrentan dos sensaciones. Aunque en la Lepra deben quedarse con lo positivo, porque ya no hay vuelta atrás y lo que pasó, pasó.
Por las formas, dolió
Con el pitazo final del encuentro, la primera imagen que se viene a la cabeza es la de los 5 minutos fatales entre el primer gol de Gianluca Ferrari y el segundo del propio defensor. Ambos con la misma fórmula, con virtudes ajenas y errores propios.
Es imposible despegar la derrota de ese pasaje del encuentro, casi exclusivamente. Porque Independiente hizo un buen partido. Más allá de que nunca superó ampliamente al rival desde el juego, fue prolijo, sólido, ordenado y termina cediendo puntos por esas dos jugadas puntuales. Tenía controlado el encuentro y el resultado y se vino con las manos vacías.
Desde ese punto de vista, la derrota duele. Con los ojos puestos fijos frente al televisor, más de un hincha leproso habrá soltado la frase: “No era para perderlo”. Queda esa sensación. Y fue así.
Deberá aprender la Lepra, sus jugadores y su DT que en Primera División el margen de error es menor y que cada desatención se paga carísima.
¿Hay responsabilidad del DT? Claro. La salida de un Tomás Palacios amonestado y desenfocado fue apresurada. El cambio de Ezequiel Ham, inentendible si es que el jugador no presentaba molestia alguna o algún problema físico. El ingreso de Mauricio Asenjo, innecesario y demasiado pronto. Jorge Sanguina de extremo, inexplicable. Pero todo esto será para otro análisis detallado de la labor del DT.
Un golpe para seguir creciendo
La segunda sensación, la positiva, es que este golpe no es de nocaut. Todo lo contrario. Independiente está lejos de ser el equipo de la Copa de la Liga que no mostraba absolutamente nada para ilusionar al hincha. Ahora, con estos partidos ya disputados en la Liga Profesional, antes y después del receso, las conclusiones, juego tras juego, son otras. Compite, es sólido, hace goles, tiene recambio, tiene jugadores que van en crecimiento. Otra imagen.
Todo esto también dejó el partido de este domingo. Más allá de lo doloroso de la derrota, no debe ser un punto de quiebre para empezar a caer, sino para seguir creciendo y creyendo. La Lepra tiene con qué, y eso también dejó el 1-2 ante el Decano.
Fue derrota, dolió. Pero tiene que dar vuelta la página y mirar hacia adelante con optimismo.