Nicolás Romano: el sueño del pibe
El chico nacido en la casa dejó el diminutivo para convertirse en un referente de este equipo. La gente lo adora y él devuelve la pared adentro de la cancha. Gana Mendoza.
Tengo ganas de hablar de Nicolás Romano, ahora que Gimnasia está en plena ebullición. Me pasó cuando escuché la ovación que le regaló cada rincón del Víctor Legrotaglie, ni bien el canterano dejó la cancha. Esos aplausos que lo bañaron, mientras él se tocaba el escudo y el corazón, son el reflejo del momento que vive el 8, que más que presente perfecto es el sueño del pibe.
Nico sigue siendo eso, un chico, aunque viva como grande. Lo dice su documento nacional de identidad, que delata que tiene apenas 24 años. Atrás de eso hay toda una vida luchando para llegar a ese olimpo que hoy saborea. Son años de inferiores, de remarla de atrás, de trabajar en silencio y masticar mierda hasta que aparezca un lugar.
De aquél inolvidable debut, ni más ni menos que ante un tal River Plate por Copa Argentina, hasta esta clasificación de la segunda etapa del Reducido de la Primera Nacional pasaron apenas cinco años. Tiempo suficiente para terminar de inocularse en el alma del hincha blanquinegro, que lo mima y le reconoce tanto esfuerzo y rendimiento.
Y no se equivoca, el hincha, digo. Es que Romanito enterró el diminutivo para construir su propio imperio y hoy es el hijo pródigo que da la cara y marca la presencia de las inferiores en el plantel profesional. No hay, en la nómina que lleva fecha a fecha Ezequiel Medrán, otro jugador criado en las entrañas del club además del punta. Por eso los fanáticos sienten ese sentido de pertenencia y ese amor que deja en cada pelota.
Sus compañeros también lo toman como tal, y acá hablamos de pesos pesados que entienden que el delantero es la referencia del club, el que sabe dónde se corta el agua y en qué lugar se guardan las toallas de la utilería. Porque nació ahí y en ese lugar que ama quiere seguir escribiendo su propia historia.
Cuesta encontrar en nuestros equipos mendocinos jugadores de la casa con protagonismo. Algo más hay en Godoy Cruz, con los Leyes, los Ábrego, los Altamira o los Andino. Después, cantar piedra libre para un pibe que sea de abajo es casi una utopía: Independiente Rivadavia no tiene ninguno, mismo caso que Deportivo Maipú. Por eso lo de Romano es tan loable y digno de destacar.
Superar el centenar de partidos, ser titular indiscutido y actor protagónico completan este sueño del pibe del que hablamos. Nico despidió a ese pibe de recambio que entra y se cae de la pizarra fecha a fecha para pasar a intocable y darle al equipo alegrías adentro de la cancha. Venía de doblete más asistencia versus Almagro y ayer metió una hermosa guapeada (símil Álvarez ante Croacia en Qatar) para inventar el penal que rompió el partido.
Seguramente, Romano hoy no caiga, porque los tiempos del fútbol van a diez mil revoluciones, pero cuando la temporada marque su punto final, en ese momento de revisión personal, entenderá que ese esfuerzo de años empieza a asomar con sus frutos. La cosecha recién arranca.