Perdió amigos en tiroteos, tomó la comunión con el papa Francisco y arriesgó su salud para jugar con Argentina: la historia de Ángel Correa
Campeón del mundo en Qatar 2022, perdió de chico a su padre, su hermano y amigos; conoció al sumo pontífice, superó un tumor en el corazón y ganó casi todo en el fútbol.
El 18 de diciembre de 2022, Ángel Martín Correa debe haber pensado que todo había valido la pena. A pesar de la euforia, de saltar y gritar a todo pulmón “¡dale, campeón!” junto a Messi, Di María y compañía y de estar a casi 14.000 kilómetros de su Rosario natal, resulta difícil pensar que el surgido en San Lorenzo de Almagro se olvidó, siquiera por un instante, de su padre y su hermano fallecidos, del tumor que casi lo retira del fútbol o del dolor de no haber sido convocado al Mundial… en un primer momento.
Responsable de su familia a los 10 años
Su historia comenzó en el humilde barrio Las Flores, en la provincia de Santa Fe, rodeado de violencia, pobreza y nueve hermanos. Y no tardó en tornarse complicada: Angelito, que de niño se lució en los clubes Alianza Sport y Tiro, perdió a su papá con solo 10 años y a su hermano mayor a los 12. Eso sin mencionar otras tragedias: “Es muy jodido: ahí perdí a muchos amigos por alguna bala, por estar en un lugar donde no debían estar”, contó alguna vez sobre su infancia. Luego de la muerte de su papá, el hoy campeón del mundo vio tergiversado su rol en la familia: debía mantener a su madre y a sus hermanos. Con 10 años, según rememora, jugaba al fútbol por plata, sabiendo que “lo poco que ganaba” se lo daba a su mamá para comprar comida. ¿Por qué no cayó en las drogas, la delincuencia y las adicciones, como muchos de los chicos que lo rodeaban? “Yo solo quería jugar a la pelota para ayudar a mi familia”, confesó con inocencia años atrás.
A los 12 años, San Lorenzo lo vio y decidió ficharlo para las inferiores. Talentoso, driblador y escurridizo, era Correa un auspicioso proyecto. Pero no le fue fácil la adaptación: lejos de su familia, se escapaba de las concentraciones e iba a su casa… pero siempre regresaba, porque en la pensión “había comida”. Algunos de sus formadores consideraron dejarlo libre por su conducta; agradecidos estarán de finalmente no haberlo hecho. En el club de Boedo fue madurando, escalando divisiones y creciendo también por fuera del fútbol. En la Capilla del Nuevo Gasómetro tomó su primera comunión, de manos de un tal Jorge Mario Bergoglio, hoy papa de la Iglesia católica, y a quien no vería por última vez.
El adolescente que pensó que se reencontraría con su papá
En 2013, Juan Antonio Pizzi lo hizo entrenar con la Primera División. Angelito “la rompía” en Reserva y debutó el 31 de marzo de aquel año con la camiseta de San Lorenzo, en una derrota por 1-0 frente a Newell's. Su primer gol fue a Boca y en diciembre fue campeón. Aun así, su mejor nivel lo hallaría al año siguiente, con Edgardo Bauza como entrenador y en el equipo que sería campeón de la Copa Libertadores 2014. Tanto llamó la atención que desde el Atlético de Madrid de España se fijaron en él y pagaron 7 millones de euros por el 60% de su pase. Era la liga de Messi y Cristiano Ronaldo; era el equipo del Cholo Simeone y era un contrato en euros. Lo que habrá sido la decepción del pobre Angelito, entonces, cuando en la revisión médica le dijeron que tenía un tumor en el corazón.
Sufría una anomalía cardíaca y debió ser operado a corazón abierto en Nueva York. Tenía 19 años y su futuro era una completa incógnita. En una entrevista con un medio de España, el año pasado, reveló qué pensó en aquel entonces. Admirable parsimonia de quien por poco tenía edad para conducir un auto: “La verdad que lo tomé de esa manera: ‘si sale todo mal, me voy con mi papá, que lo extraño mucho; y, si sale todo bien, quiero volver a ser futbolista’. Lo único que pensaba era en esas dos cosas”, confesó. La operación fue exitosa y su rehabilitación se llevó adelante en Madrid. Aquel “cuervo” conocido como Jorge Bergoglio que le había dado la comunión, ahora sumo pontífice, pidió una audiencia privada en Roma para acompañar a Ángel durante su recuperación. Correa volvió a jugar al fútbol seis meses después.
Con la selección, una montaña rusa de emociones
Su desempeño en el Colchonero le valió la convocatoria a la Selección argentina del Tata Martino, en 2015. Alternó presencias y ausencias en la mayor durante algunos años, pero Scaloni le dio confianza y lo convocó a la Copa América 2021. Correa fue parte del plantel que cortó una sequía de 28 años sin títulos. Y, como si fuese poco, también integró la lista que el entrenador definió para enfrentar a Italia, por la Finalissima. Pero, como no podía ser de otra manera, un nuevo obstáculo en el nunca allanado camino de Ángel: su cicatriz en la zona del corazón se abría cada vez más.
Empecinado detrás de un objetivo, y porque se ha mostrado resiliente desde que tenía 10 años, guardó el secreto y se puso la celeste y blanca. Luego del título, se sinceraría: “Llevaba varios días viendo el alambre de la cirugía de corazón que estaba a punto de salirse del pecho y no le dije nada al doctor porque quería estar sí o sí en la Finalissima contra Italia, en Wembley”. Por supuesto que su médico le hizo entender que aquello había sido sumamente riesgoso y que la cicatriz podría haberse infectado, lo que hubiera significado un enorme problema. Pero era parte del pasado. Y Correa ya era campeón.
Dos títulos para su país en un año. Así y todo, sabía Angelito que poco valía aquello si no alzaban “la tercera”. Su sueño, como el de todos, era ser parte de los 26 que sudarían hasta el cansancio para traer a la tierra de Maradona una nueva Copa del Mundo. Pero el destino le tenía preparado un golpazo: “Martínez, Lautaro; Messi, Lionel; Correa… Joaquín”, completó la lista mundialista Lionel Scaloni. Como si se tratara de una broma de mal gusto, al Qatar iba un Correa; pero no Ángel. El ex San Lorenzo definió aquel momento como "una tristeza enorme".
De vacaciones y para ahogar sus penas, jugó un "picado" con amigos, entre los que estaba Thiago Almada (otro que correría su misma suerte), mientras aceptaba el hecho de que no viajaría al Mundial. Pero todo cambió al día siguiente, cuando el universo le regaló un último guiño. “Tras el entrenamiento de hoy, el futbolista Nicolás González sufrió una lesión muscular y quedará desafectado de la nómina mundialista. En su reemplazo, el cuerpo técnico de Argentina convoca a Ángel Correa”, sentenciaba el comunicado oficial de la Selección.
De un momento para otro, Ángel Correa no estaba más de vacaciones, sino frente al sueño de toda su vida; que, además, tendría el desenlace más deseado. El adolescente que no sabía si volvería a jugar al fútbol por un problema en el corazón, el 18 de diciembre de 2022 era uno de los campeones del mundo en Qatar que quedarán inmortalizados en la memoria criolla. A sus 28 años ha ganado la Copa Libertadores, los torneos locales de Argentina y España, la Supercopa de Europa, la Copa América, La Finalissima, el Mundial, y por dos penales no alzó la UEFA Champions League. Ángel Martín Correa, el chico que pateaba la pelota para darle de comer a sus nueve hermanos y al que el fútbol le dio lo que la vida no pudo.