Fiesta leprosa

Amar Azul: cómo vivió el Gargantini el debut de la Lepra en Primera

El pueblo leproso copó La Catedral en una noche histórica ajena al resultado. Sin margen ni para alfiler, las tribunas regalaron una fiesta inolvidable.

Amadeo Inzirillo
Amadeo Inzirillo viernes, 26 de enero de 2024 · 22:27 hs
Amar Azul: cómo vivió el Gargantini el debut de la Lepra en Primera
Los hinchas en su noche histórica Foto: Juan Ignacio Blanco/MDZ

"Esto es: Amar, Azul". El slogan barra latiguillo que inmortalizó la banda argentina tropical durante buena parte de los noventa sienta a la perfección. Esto, lo de hoy, lo de hace un sueño, no es otra cosa que una enorme demostración de amor. Independiente Rivadavia vive en un cuento de hadas y está bien que no quiera despertar. Sus hinchas son los merecedores de este tiempo bonachón y hay que saborear la cosecha porque siempre que llovió, paró. Por eso, bienvenido, sol.

El Bautista Gargantini es un hervidero que eleva aún más los setenta mil grados que hacen del ambiente una caldera. Están todos, los de siempre, los que estuvieron en las muy malas y también están los que no quisieron perderse una noche histórica. Y está bien que estén los esporádicos porque de eso se trata llegar al olimpo, de contagiar a los que quieren ver fútbol de elite cada fin de semana. A ellos, bienvenidos.

El Bautista Gargantini se tiñó de Azul.

"Creo que la de hoy será la mejor postal de la historia", dijo durante la tarde un nombre fuerte de la CD leprosa. Qué acertado estaba. Con el perdón del pasado y de tantas noches de gesta, este Bautista Gargantini es digno de postal imborrable e inédita. No entra un alma, las tribunas se desbordan de locura y hay un mar de lágrimas que se derraman al unísono por ser testigo de un momento para atesorar hasta la eternidad.  

En el medio hay un partido, que por cierto marca estreno en Primera División. Y claro que el hincha lo sufre en puntas de pie mientras se suceden los ataques. Esa locura de tablón sí es la de siempre: alguna puteada tras un foul que no fue, el manojo de nervios ante cualquier embate rival y el recuerdo permanente de la parentela del juez a la orden de día. Todo lo otro, lo demás, lo único, a atesorarlo en el baúl de los recuerdos. Para siempre.

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