Abierto de Australia

Los argentinos, por la hazaña en el Abierto de Australia: ¿qué les espera a Báez y Etcheverry?

Sebastián Báez se cruzará con el italiano Sinner, 4º del mundo, y Etcheverry enfrentará a Djokovic, en busca de alcanzar los octavos del primer Grand Slam del año. El desafío de hallarles falencias.

Lucio Cappellini miércoles, 17 de enero de 2024 · 23:41 hs
Los argentinos, por la hazaña en el Abierto de Australia: ¿qué les espera a Báez y Etcheverry?
Sebastián Báez se cruzará con el italiano Jannik Sinner, 4º del mundo, y Etcheverry enfrentará a Novak Djokovic Foto: @sebaabaez7 y @tometcheverry

Dos de los argentinos que disputaron la presente edición del Abierto de Australia siguen con vida: Sebastián Báez y Tomás Martín Etcheverry. Este martes quedaron en el camino Francisco Cerúndolo y Nadia Podoroska, eliminados en segunda ronda. En la próxima instancia, Báez y Etcheverry, 29º y el 32º del ranking ATP, respectivamente, tendrán en frente dos de las mejores raquetas del circuito. El jugador de 1,70 metros y 23 años intentará doblegar al último finalista del ATP World Tour Finals y campeón del Masters 1000 de Canadá, Jannik Sinner; y Etcheverry, por su parte, nada menos que a quien ha alzado el trofeo en Melbourne Park 10 veces: Novak Djokovic.

Se trata, sin duda, de dos de los máximos candidatos al título; en un grupo en el que se puede incluir a Carlos Alcaraz, Alexander Zverev y Daniil Medvédev. Pero los argentinos tienen, aunque no de sobra, razones para esperanzarse con el “batacazo”. ¿Qué puntos débiles poseen dos jugadores que parecen casi infalibles? No tantos, seguro; pero algunos son comunes a ambos y Báez y Etcheverry deberán rogar que se manifiesten el viernes por la madrugada.

Sebastián Báez venció en cuatro sets a Daniel Elahi Galán.

Báez, frente a un joven consolidado

Es uno de los momentos más difíciles para cruzarse con Jannik Sinner. El italiano de 22 años se ubica en su mejor ranking histórico (4º) y el año pasado, finalmente, dio el salto de calidad que se le exigía y se hacía esperar: llegó a sus primeras semifinales de Grand Slam, en Wimbledon, alzó su único trofeo del Masters 1000 hasta el momento y, además, perdió dos finales de torneos importantes: frente a Medvédev, en el Masters 1000 de Miami, y ante Djokovic, en el ATP World Tour Finals. Ya no se trata de una joven promesa, sino de una estrella afirmada en el circuito.

Sinner está en el pico de su carrera: por primera vez es Top 5. (Foto: @janniksin)

Por eso no será sencillo para Báez doblegarlo, pero en los estilos de juego opuestos entre ambos puede hallar Seba una posibilidad. En primer lugar, será clave que se disponga a atacar los segundos saques del italiano. La única vez que se enfrentaron (el año pasado, en Shanghái), Báez consiguió arrebatarle un set y una de las causas de ello fue que Sinner solamente ganó la mitad de los puntos que jugó con su 2º saque; la misma valentía deberá mostrar el argentino en la 3º ronda de este Australian Open. Sinner tiene un primer servicio fortísimo, pero promedia un acierto del 61% de ellos. Allí hay una oportunidad.

Además, deberá ampliar su repertorio de recursos. Probablemente, Sinner tomará las riendas del partido. Por ello, cuando Báez tenga una pequeña posibilidad de dominarlo, ejecutar drop-shots y desconcertar al jugador de 1,88 le será muy favorable. Aunque requerirán de alta precisión y cierta sorpresa, ya que el italiano domina muy bien la red. También deberá prestar mucha atención a los rallies: Báez necesitaría evitar a toda costa un duelo de reveses, en donde Sinner es casi infalible, si quiere tener posibilidades. El italiano suele acumular más yerros con su drive (en la primera ronda, falló casi 25 veces con la derecha), y a ello debería conducirlo el 29º del mundo. Valentía, variedad, y paciencia. No son garantía, pero, si las combina, el pupilo de Sebastián Gutiérrez podría dar la nota.

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Etcheverry, por el milagro

El compromiso del nacido en La Plata será, seguramente, aun más complejo. Enfrente tendrá a un Novak Djokovic (1º) que no pierde en el Rod Laver Arena desde hace 6 años y que lleva un récord en suelo australiano de 91 victorias y solo 8 derrotas. Pero también es cierto que, hasta ahora, el serbio no ha demostrado su mejor nivel. Perdió un set en cada uno de sus dos compromisos previos y, frente a Alexei Popyrin, estuvo muy cerca de ceder un segundo (salvó tres set-points). Su versión parece algo alejada de la del año pasado, en la que perdió solamente un parcial en todo el torneo.

En 2023, Djokovic alzó su 10° trofeo en Australia. (Foto: archivo)

Sigue siendo Djokovic, está claro; pero Etcheverry puede indagar en algún “talón de Aquiles” que 12 meses atrás hubiera sido imposible de encontrar. Frente al joven croata Dino Prizmic, Nole registró 49 errores no forzados; un número insólitamente alto para sus estándares. El platense deberá ser paciente y soportar los largos peloteos que no acostumbra, a la espera de yerros de su rival, que parecen ser más frecuentes de lo habitual. Mientras tanto, deberá tener la mente sumamente abstraída de su entorno, puesto que la afición local apoya al serbio como si hubiera nacido en Sídney, y no la tendrá a su favor.

Similar a lo que deberá buscar su compatriota Báez, el platense también necesitará presionar al número 1 del mundo en sus segundos servicios. En los partidos anteriores, Etcheverry lo hizo con éxito y llevó a sus contrincantes a ganar menos del 40% de los puntos que jugaban luego de errar el primer saque. Por otro lado, deberá mejorar rotundamente una faceta: su juego en la red. Frente a Monfils, el argentino perdió 7 de cada 10 puntos en los que intentó volear. Djokovic es uno de los mejores ejecutores de drop-shots del circuito y, si es inteligente, intentará someter a su rival a ellos; sobre todo, cuando este posee una estadística tan negativa en la red. De todas formas, tratándose de quien para muchos es el mejor tenista de la historia, Etcheverry dependerá de un factor siempre imprescindible: la suerte. Dice Virgilio: “La buena fortuna siempre favorece a los valientes”. Báez y Etcheverry deberán, entonces, colmarse de osadía si pretenden el milagro.

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