David, Goliat y el sueño de un deporte para todos

Es innegable: apropiarse de criterios de diversidad física, generación correcta de valores y dosis ideal de disfrute ante la actividad es erróneo para cualquier deporte. En definitiva, el deporte es una torta muy amplia en la que la porción del alto rendimiento termina siendo apenas esa que se guarda en la heladera el día después del cumpleaños. Pero en cuestión de tamaños, a nivel profesional, el rugby si puede presentar como bandera la leyenda del “deporte para todos” ante la amplia inclusión de volúmenes varios entre sus protagonistas.
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En 2017, Ben Tameifuna (un pilar nacido en Nueva Zelanda que jugará su segundo Mundial con Tonga) entró en un intercambio amistoso pero brusco con su compañero samoano Viliaumu Afatia. El tamaño de los dos, la caída de este último sobre una bicicleta estacionada y los ruidos, provocaron la entrada en acción del personal policial que custodiaba la noche parisina. Con inconvenientes para explicar en un pobre francés lo sucedido, Tameifuna debió ampliar su declaración en la comisaría. Los agentes se encontraron con un problema a la hora de subir al jugador al patrullero: no contaban con esposas del tamaño suficiente para poder sellar las muñecas del gigante. Según los registros oficiales, con 151 kilos, otra vez será el jugador más pesado del Mundial de Francia 2023.
Por calendario y proyección, es improbable un choque entre el rey de los kilos y el livianito Yutake Nagare. El medio scrum (posición tradicionalmente “reservada” para menuditos) japonés va por su segundo Mundial y es el integrante de un plantel de menor peso: apenas 69 kilos. Su compañero Naoto Saitó, con 1.65 m de altura, será el más bajo.
¿Son de riesgo estas situaciones desparejas en tamaños, que se repiten desde la edición número uno del Mundial de Rugby? Ya por la décima versión del torneo ecuménico, las condiciones físicas de los protagonistas -el juego también- distan muchísimo de aquellos primeros torneos con la Webb Ellis Cup en disputa. Para esto, varias cuestiones a tener en cuenta: el desarrollo organizativo con más competición y mayor tiempo de descanso, la creación y extensión de torneos profesionales en diversas regiones y la apuesta -tal vez escasa- por el desarrollo y potenciación de naciones con menor tradición; llevan a un espectáculo más seguro.
El torneo que se realiza en Francia por segunda vez es histórico para Sudamérica: por primera vez tres países tendrán representación. Los Pumas de Argentina, Los Teros de Uruguay más el estreno de Los Cóndores de Chile. Si bien los objetivos son diferentes, el crecimiento en el desarrollo físico, las cargas de entrenamientos y cuestiones de la logística del día a día del alto rendimiento, logran equiparar otro tipo de falencias. Selknam, franquicia chilena que disputa el torneo profesional Super Rugby Américas, es el equipo que más jugadores aporta a toda la Copa del Mundo: 28 de 33 Cóndores juegan allí.
El nezolandés Milton Haig, entrenador principal de Georgia en el Mundial 2019, decía: “en cada esquina de Tbilisi hay un pilar”. Los georgianos se destacan por su enorme poderío físico, incluso -este año- a niveles juveniles marcando diferencias reales en el Mundial para Menores de 20 años contra los chicos argentinos. Acá también, las cuestiones del biotipo natural de cada país cuentan. Por eso Nueva Zelanda, Australia y varias potencias del hemisferio Norte se han babeado durante mucho tiempo con el scouting de talento isleño joven. Así, fiyianos, samoanos y tonganos fueron nutriendo a esos seleccionados de robustez física en posiciones donde cada kilo cotiza en bolsa.
En esto de Davies y Goliates también hay lugar para los lungos que tranquilamente podrían pelear por un lugar en la NBA: Richie Arnold -segunda línea de Australia- será el más alto con 2,08 centímetros de longitud. Otro Richie, el escocés Gray (también segunda línea) quedó a un centímetro de distancia. Cosa de familia, los dos tienen hermanos -Rory y Jonny, respectivamente- que jugaron mundiales con sus seleccionados.
Y siguiendo con Estados Unidos, seleccionado que no logró la clasificación al Mundial por segunda vez en su historia, bien vale el ejemplo de unas de sus grandes figuras en la modalidad de Seven: Perry Baker. Por su físico y velocidad, tranquilamente podría haber representado a su país en alguna disciplina de atletismo. Y aquí la conexión para explicar la modernidad del rugby profesional que abrió la puerta a los especialistas que explotan su fortaleza al máximo. Por eso, la actualidad marca un proceso más amplio y dificultoso para el cambio de código (pasar del rugby de XV al VII o viceversa). Argentina fue tercero en los últimos Juegos Olímpicos y del plantel del histórico bronce sólo Rodrigo Isgró y Lautaro Bazán Vélez lograron un lugar en el Mundial de XV.
Evolución al margen, el deporte profesional parece tener una barrera imposible de vencer: la edad. P.J. van Lilli, de Namibia, es el jugador más veterano y cumplirá los 40 recién el cuatro de diciembre. En la otra punta, el australiano Max Jorgenssen acaba de festejar los 19. Argentina tiene a Agustín Creevy (38 años y 177 días) y Pedro Rubiolo (20 años y 277 días) en los extremos del calendario.
Más allá de los números, está claro que la intención de World Rugby es continuar avanzando en la búsqueda del bienestar integral del jugador. Por ello el extremo cuidado ante los golpes en la cabeza. Independientemente del repaso por la diversidad de cifras que ofrece este Mundial, no hay que olvidar que es un deporte de contacto. Y también de evasión. No se trata solo de fuerza. El ingenio, la habilidad y la estrategia también cuentan: Antoine Dupont -capitán y medio scrum francés- mide 1,75 y es la gran figura del Mundial. Otro ejemplo de variantes: Inglaterra utiliza mucho el juego con el pie con kicks aéreos para aprovechar el 1.96 cm de su fullback Freddie Steward, pero Sudáfrica también testeó mucho en las alturas a Kurt Lee-Arendse. La diferencia: el wing sudafricano mide veinte centímetros menos.
En definitiva, a la hora de una Copa del Mundo a nivel profesional, el rugby podrá jactarse del mote del deporte “para todos”. En la base, en el amateurismo, en el deporte como método de pasatiempo y recreación -al igual que tantos otros deportes-, también.
Por Fabián Taboada*