Primera Nacional: acostumbrarse a ganar no es para cualquiera

A la hora de analizar el ascenso del fútbol argentino, en cualquiera de sus categorías, es imposible no identificar algunos detalles que se repiten. Generalmente, ningún equipo suele destacarse de punta a punta. “Es un torneo de rachas”, decimos. Cuesta encontrar campañas regulares o planteles que saben a qué juegan. Ocurre que hay una cierta cantidad de equipos que se prestan la punta del campeonato a lo largo del mismo y que el que encuentra mayor regularidad en la recta final, se queda con el premio mayor. Hay excepciones, claro. Como el Belgrano de la temporada 2022.
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Este año, cuando todo empezó a gestarse, en las primeras jornadas del campeonato de la Primera Nacional, ningún equipo demostraba que podía ser ese Pirata que logró el ascenso casi sin despeinarse. Y quizás ninguno lo esté haciendo ahora, pero la Lepra y el Cruzado sí se están pareciendo... y mucho.
Lo de Independiente Rivadavia y lo del Deportivo Maipú ya es, sin dudas, histórico para el fútbol de la provincia. No sólo ganan, sino que lo están haciendo con autoridad, demostrando, a esta altura, que no están por casualidad en lo más alto del torneo. Ganan, aún jugando regular. Ganan, sin importar si el rival de turno es el último de la tabla o alguno que prometer dar batalla. Ganan, y no se pierden pisada, no se dan tregua, pelean cabeza a cabeza. Y parece que nada ni nadie puede frenar sus marchas. Y sí, lo están haciendo en un torneo de rachas, en un torneo irregular. Están siendo, de alguna manera, la excepción.
Independiente tropezó con Mitre y el Cruzado con Chacarita, pero ambos se recuperaron y volvieron rapidísimo a la senda del triunfo este domingo. Porque se puede perder, claro, pero la clave es no acostumbrarse a la derrota. Sino más bien acostumbrarse a ganar, y en esa están Azules y Botelleros.
La recta final del torneo propone ser un desafío mayor para los dos. Deberán competir domingo a domingo, jornada a jornada, no sólo contra el rival de turno, sino contra las propias debilidades de cualquier equipo de ascenso. Deberán seguir demostrando que un resultado adverso no los voltea, que no hay irregularidad que valga. Que un tropezón no es caída y que las rachas no están para cortarse.
Ambos tienen con qué. Aunque será la fortaleza grupal e individual de cada plantel la que les permita seguir peleando hasta el final. Y seguir ganando con autoridad, como lo están haciendo ahora. Quedan, para cada uno, 13 finales. Será una lucha cuerpo a cuerpo.