La historia de Sánchez: tres ascensos, amigo de Maradona y héroe leproso
El autor del gol más importante de la historia de Independiente Rivadavia, a solas con MDZ: su vida de pueblo, su relación con Diego, el apoyo familiar y su presente dorado.
Braian Sánchez abre las puertas de su casa y de su corazón. El delantero de Independiente Rivadavia, autor del gol más importante de la historia del club, vive un presente soñado y dejó impregnado su nombre para siempre con tinta indeleble Azul. Pero mucho antes de ser el héroe que le dio el ansiado ascenso en Córdoba, hay una vida digna de ser contada y el 10 la relata mientras ceba unos mates que no se van a lavar nunca.
"Todavía no caigo de lo que estamos viviendo. Con el correr de los días por ahí tomaremos conciencia. La verdad que es todo muy fuerte". Claro, esa definición, avivada mediante para leer el rebote que quedó suelto en el área chica, significó el boleto a la elite del fútbol argentino tras años de pelearla. Nació en Arenales, un pueblito de Buenos Aires de apenas 6 mil habitantes y nunca hizo inferiores. Su vida estaba ahí, en ese pequeño gran mundo con los suyos, muy lejos de la vorágine en la que vive hoy tras convertirse en ídolo para siempre.
Su carrera comenzó recién a los 19 años cuando Patricio Hernández, ex jugador de Estudiantes de la Plata, lo descubrió en un video pixelado de YouTube: "Me vino a buscar a mi casa, habló con mi familia y me propuso irme a jugar a San Miguel. Lo hablamos con mi novia y arrancamos en el barro de la D. Eso sí, le dije que me bancara a que terminará el torneo local de mi pueblo y ahí inició esta hermosa locura".
Claro que el salto de dejar su lugar en el mundo tuvo su peso y no todo fue color de rosas, aunque sin darse cuenta, se convirtió en un talismán: ascendió de la C a la B Metropolitana, y de ahí, a la B Nacional con Riestra, un club que lo marcó para siempre: "Fue la época que Maradona iba a los entrenamientos del club. Apenas llegué, le dije al presidente que quería conocerlo. Un día me suena el teléfono y era el mismísimo Diego. Casi me muero. Me tocó tener algunos encuentros y hasta lo fui a buscar a su casa. Era un fenómeno con todas las letras".
De ahí, un paso por Sarmiento de Junín y Arsenal de Sarandí pero fue la Lepra el club que le dio la posibilidad de sentirse importante, algo que sintió desde el primer momento: "Firmé el 6 de enero y a los días nació mi hijo en Buenos Aires. Nos acomodamos con mi mujer, quién me banca desde que éramos dos adolescentes". Lo del apoyo de su pareja es innegable, si hasta lo despertaba en sus comienzos para que vaya a entrenar y no se quede dormido, sumado a que renunció al trabajo que tuvo durante 11 años para mudarse a la provincia.
Claro que su vida de jugador tiene un antes y un después luego de ese gol en el Kempes: "Todavía tengo mensajes sin responder, ha sido todo muy lindo. Ayer saqué la basura y un auto se frenó para gritarme", dice el bueno de Braian, empezando a asimilar su lugar en una Mendoza que le abrió las puertas y lo adoptó al punto que familiarmente proyectan radicarse en estos lares una vez que se retire profesionalmente.
"Los días previos al partido con Almirante Brown me manijié con los videos de Argentina en el Mundial. Salvando las distancias, veía que había cosas en común con situaciones que fuimos experimentando y superando cada semana. Entré consciente que se nos iba a dar y cuando Lucho sacó el centro yo sabía que era el momento, por suerte así fue. Noté que el arquero se tiró y por eso intenté tirarla por arriba", relata, inundando de nostalgia, el héroe del ascenso. "Solo tengo palabras de agradecimiento para toda la gente de la Lepra por lo que me han regalado en este tiempo". El mismo gracias con el que cierra la ronda de mates.