Los Pumas no pudieron ante Nueva Zelanda
El equipo argentino cayó por 6-44 en la semifinal del Mundial y ahora espera rival entre Sudáfrica e Inglaterra.
Chocar contra la realidad. Así de simple se puede sintetizar lo que pasó en París entre Los Pumas y los All Blacks, en el duelo de las semifinales que quedó ampliamente para los de negro, 44 a 6, que el próximo sábado irán por el cotejo decisivo en la búsqueda de su cuarto título mundial.
A Los Pumas todavía les queda una chance. Tan grande como su historia, la de luchar por una medalla de bronce, la misma que sólo una vez consiguieron en este mismo país hace 16 años.
Porque no hay que olvidarse, que el seleccionado argentino llegó por tercera vez a una semifinal en los últimos cinco mundiales, cada ocho años y que todavía tiene la posibilidad real que obtener un logro muy importante para el rugby argentino, el tercer puesto.
¿Por qué perdieron Los Pumas? Porque no pudieron resolver los problemas que lo acompañaron sucesivamente durante los últimos años. Más allá de alguna buena actuación esporádica o del brillante segundo tiempo que jugaron ante Gales, a este equipo le cuesta muchísimo generar situaciones propicias para desequilibrar a sus rivales. Y ese hándicap, ante Nueva Zelanda, resultó fatal.
¿Cuánto duró ese buen inicio de los argentinos? Muy poco, hasta que los neozelandeses se hicieran dueños de la pelota. Una vez que la tuvieron no dejaron dudas, fueron ampliamente superiores. Los Pumas, en cambio, aunque elevaron su nivel en ese primer tiempo dónde tuvieron mucho coraje, después se desinflaron con el paso del tiempo, por no poder resolver las situaciones de contacto y al no poder sostener, a pesar de sus tackles, ese vendaval que fueron los hombres de negro. El resultado final fue categórico, 44-6 para los Al Blacks.
¿Fue una sorpresa? No, era algo que se esperaba, que podía pasar pero que uno anhelaba no sea por tanta diferencia. Para ganar la Argentina debía hacer un partido perfecto y además, tenía que lastimar a un rival que nunca corrió riesgo. Sin sorpresas, con sólo el recurso de patear la pelota para cargar en el aire y generar una inercia que nunca existió. Tenían que ganar los duelos personales, algo que tampoco sucedió en la noche parisina.
Así, por más que defendieron con todo lo que tenían, los huecos empezaron a aparecer solos. Y los errores en el manejo y en la conducción fueron algo que nunca pudieron controlar, ni en esta semifinal ni en lo que fue todo el torneo.
La Argentina llegó lejos en este Mundial, un poco por la fortuna del fixture y la llave que le tocó, otro poco porque supo tomar su chance al ganarle a Gales. Nunca dieron la sensación de regularidad, de ser un equipo que inspiraba confianza. Fueron ráfagas y esa oportunidad que tomaron al levantar la mano, en el cotejo ante Gales por los Cuartos de Final.
Para ser el campeón hay que hacer mucho más, sino que lo digan Irlanda y Francia que con muchos más recursos que los argentinos tuvieron que irse antes porque por su lado estaban los Springboks y los All Blacks.
Los Pumas, sin embargo, todavía tienen una ficha para jugarse. El premio de la medalla de bronce estará en este mismo lugar, dentro de una semana. Ellos saben, que como contra Gales, tienen una gran oportunidad para aprovechar. Sólo depende de ellos, de la historia que tienen que terminar de escribir.
Francia 2023 va dejando su huella para recordar. Los All Blacks ya están en la final, esperan rival, Inglaterra o Sudáfrica. La Argentina también, ir por la medalla de bronce con todo lo que implica para el rugby argentino. Sólo falta un paso, uno más. Buscar rearmarse de este sacudón, de este cachetazo de realidad a una ilusión, que sin embargo, todavía continúa.
Con mucho por construir para un equipo que puede dar mucho más que lo que dio esta noche ante Nueve Zelanda. El bronce será como el oro para la Argentina, con sus errores y sus contratiempos, aunque también con la vigencia de poner, otra vez, como cada ocho años a Los Pumas entre los cuatro mejores de un Mundial.
*Desde Francia, Hernando De Cillia, editor de Rugby Champagne