Género

José Luis Moure: "Trasladar la cuestión de género a la lengua es innecesario"

El presidente de la Academia Argentina de Letras consideró que los temas relacionados al género y la lengua, como el lenguaje inclusivo, son tratamientos "más bien inducidos" y señaló: "No me parece que los 500 millones de hablantes tenga que aceptar algo que está propuesto solamente por un sector ilustrado de la clase media".

miércoles, 27 de marzo de 2019 · 09:44 hs

En vísperas de la inauguración del VIII Congreso de la Lengua (CILE), el presidente de la Academia Argentina de Letras, José Luis Moure, se entusiasma con dos récords: los 5.700 inscriptos para presenciar las sesiones plenarias y el 40 por ciento de disertaciones que estarán en manos de mujeres, un hito que según el académico no entra en conflicto con la ausencia de debates ligados a cuestiones de género.

Titular de la institución que oficia como anfitriona del ciclo que desde mañana reunirá en la ciudad de Córdoba a escritores y catedráticos de 32 países, Moure lleva varios días recorriendo las sedes donde tendrán lugar de las actividades y ajusta en estas horas detalles de una programación que está centrada en distintas perspectivas sobre el futuro del español y los retos que afronta.

En una entrevista con la agencia Télam, el presidente de la Academia Argentina de Letras traza un panorama auspicioso para el español aunque identifica algunos fenómenos de repercusión todavía incierta como la malversación ortográfica que imponen los teléfonos celulares y el proceso de hibridación que supone la incorporación de vocablos de procedencia sajona, como "selfie", "tweet" o "youtuber".

- ¿El Congreso se puede definir como el punto de encuentro entre quienes regulan el uso de la lengua y los hablantes que son quienes la ponen en circulación?

- Muchas veces el Congreso de la Lengua está visto como el lugar donde las instituciones bajan línea lingüísticamente, pero eso en realidad está muy lejos de las intenciones de cada una de las academias de la lengua que participan de este evento. En esta instancia, por el contrario, se trata de ver cuáles son las dificultades y los problemas que está presentando el castellano en los diversos países y analizar cómo transcurren las cuestiones de índole social o educativa. La lengua, siendo de todos, mal puede tener un organismo que indique qué es lo correcto y lo que no. Eso no está en la perspectiva de las academias.

- En esta edición se da como fenómeno notable la participación de casi un 40 por ciento de oradoras. Sin embargo, en la agenda temática las cuestiones de género no están a la vista, como el tema del lenguaje inclusivo ¿Por qué no hubo una apertura a los debates que están teniendo lugar en la sociedad?

- Tengo la impresión de que se trata de un tratamiento más bien inducido. He enseñado Historia de la Lengua Española durante décadas y no he notado nunca un reclamo generalizado en ese sentido. Hay una demanda social y hay que atenderla, pero nosotros como Academia de la Lengua sostenemos que trasladar un fenómeno como la cuestión de género a la lengua es innecesario, lo cual no quiere decir que el problema sea irrelevante. No debe plantearse esta cuestión desde una lengua que es de todos: somos más de 500 millones de hablantes y ningún grupo está autorizado para introducir cambios que necesitan un tiempo para establecerse. Si este fenómeno perdura en el tiempo, se va a imponer y será aceptado por las instituciones pero hoy todavía estamos lejos. Estos procesos suelen venir de abajo hacia arriba como reclamos colectivos y lentos, nunca explosivos. No me parece que los 500 millones de hablantes tenga que aceptar algo que está propuesto solamente por un sector ilustrado de la clase media.

- En 1997 durante la primera edición del Congreso de la Lengua el colombiano Gabriel García Márquez causó revuelo cuando sostuvo que había que jubilar la ortografía. Eso no ocurrió, pero: ¿cuál es el impacto que tienen sobre este ítem las formas de atomización del lenguaje que imponen el celular y otros dispositivos?

- Ahí estamos frente a un problema serio. Los elementos más fuertes de cohesión de la lengua están dados por el español modélico o estándar, el que se enseña en la escuela. La ortografía es el código imprescindible para que esa estructura se mantenga. García Márquez era un extraordinario escritor pero no era lingüista. Su intento de modificar la ortografía se puede leer como lo que llamamos una tendencia centrífuga de la lengua, es decir una invitación hacia una dialectización de la lengua. No son tan graves los problemas ortográficos del castellano como para que no pueda mantenerse la idea de que una ortografía deba aprenderse así, de memoria. Basta comparar las dificultades ortográficas que presenta el castellano con las del inglés para darse cuenta de que las nuestras son un juego de niños.

- En esta escena tan permeada por la tecnología se está dando una nueva embestida de términos anglosajones como "selfie" o "whatsappear" ¿Esta incorporación de vocablos ajenos al español se lee como una colonización o se empieza a percibir de manera más amigable?

- Siempre me he manifestado de manera optimista acerca de este fenómeno. Es imposible pretender que la lengua se mantenga impoluta. Estamos ante un proceso imparable motivado por la manera en que los jóvenes se mueven en los formatos digitales. Entiendo que esas incorporaciones no dañan el idioma, aunque hay otros colegas que quieren proponer listas de sinónimos castellanizados o latinizados para estos términos. Una vez más, estamos en el amplio terreno de la libertad de los hablantes y por alguna razón, los jóvenes prefieren los términos originales antes que de la traducción que podemos facilitar. Eso puede no gustar pero no daña el idioma. El idioma se resiente cuando se dañan las estructuras, no la superficie.