Así se vivió desde adentro el GP de Canadá: el mejor Franco Colapinto, lejos de la hinchada pero con protagonismo
En la isla de Notre Dame, entre el verde de los árboles y el murmullo de los trenes que cruzan el río, Colapinto vivió su mejor fin de semana en la F1. Un Gran Premio distinto, donde lo urbano y lo deportivo se mezclaron a la perfección.

Franco Colapinto larga desde la 10º posición y tiene una gran chance en el GP de Canadá
ShutterstockPor primera vez en la temporada, Franco Colapinto no estuvo arropado por una hinchada argentina multitudinaria. Lejos de la marea albiceleste que lo acompañó en Europa —en circuitos como Imola, Mónaco y Barcelona—, el Gran Premio de Canadá mostró otro clima. El piloto bonaerense vivió su mejor fin de semana desde que desembarcó en Alpine, pero esta vez lo hizo casi en soledad.
En Montreal, el aliento fue escaso, aunque no ausente. Algunos argentinos residentes en Canadá y otros que aprovecharon el viaje para continuar rumbo a Estados Unidos por el Mundial de Clubes fueron los pocos que dijeron presente con banderas celestes y blancas. Una paradoja: el fin de semana que marcó un punto de inflexión en el rendimiento de Colapinto fue también el más silencioso en cuanto al apoyo popular.
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A nivel organización, el GP de Canadá no dejó fisuras. Más de 100.000 espectadores por día coparon la isla de Notre Dame, donde está enclavado el circuito Gilles Villeneuve. La logística para llegar al trazado es un ejemplo de planificación urbana: la línea amarilla del subterráneo cruza por debajo del río San Lorenzo y deja a los aficionados a metros del ingreso.
Colapinto en el Gran Premio de Canadá
Para Colapinto, la cita canadiense tuvo todos los condimentos. En un circuito completamente nuevo para él, largó desde la décima posición (clasificó 12º, pero subió por dos lugares por penalizaciones) y finalizó 13º, superando tanto en clasificación como en carrera a su compañero de equipo, el francés Pierre Gasly. Alpine incluso le dio prioridad al argentino, un gesto que habla de la confianza que empieza a generar dentro del box.
La carrera arrancó con una tensión inesperada: veinte minutos antes de la largada, el auto de Colapinto presentó vibraciones en los frenos delanteros. Tras la autorización de los comisarios técnicos y una conversación clave con Flavio Briatore —asesor ejecutivo del equipo—, los mecánicos trabajaron contra reloj. En apenas seis minutos reemplazaron pastillas y discos de freno, y dejaron el auto en condiciones.
Ya en pista, Franco volvió a lucirse a pesar de una mala estrategia de los neumáticos y el problema de potencia del motor en las rectas. Luchó con rivales directos como Bearman, Bortoleto y Hadjar, y se mantuvo firme hasta el final. Fue otra prueba de carácter, en la que volvió a mostrar solidez, determinación y madurez, pese a las arriesgadas decisiones.
Mientras Montreal vibraba con la victoria de George Russell —que le dio a Mercedes su primer triunfo del año—, en un rincón del paddock empezaba a consolidarse una historia que crece en silencio. La de un argentino que, sin hacer ruido, empieza a hacerse un lugar entre los mejores del mundo.