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Serpiloma: mansedumbre lúcida para momentos difíciles

Serpiloma nombra el equilibrio entre mansedumbre y astucia: resistir la violencia sin endurecer el corazón y actuar con inteligencia en un mundo polarizado.

Mansos, sin claudicar. Astutos, sin perder el alma.

Mansos, sin claudicar. Astutos, sin perder el alma.

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Hay momentos históricos en que el lenguaje queda corto. Cuando la violencia, el abuso de poder, la mentira y la polarización se vuelven paisaje cotidiano, aparecen intuiciones nuevas que buscan nombrar otra forma de estar en el mundo. Serpiloma es una de ellas: una palabra inventada que une dos actitudes en tensión permanente y necesarias.

La idea surge de una antigua enseñanza evangélica que propone una combinación poco habitual: mansedumbre y astucia. Dos cualidades que suelen pensarse por separado, pero que, unidas, ofrecen una clave profunda para vivir en contextos complejos. La mansedumbre, asociada simbólicamente a la paloma, suele malinterpretarse como debilidad o pasividad. Sin embargo, apunta a algo mucho más exigente: la decisión consciente de no responder al mal con más mal. Implica resistir la tentación de la rabia, la venganza o la violencia cuando se ha sido herido, engañado o abusado. No por negación del daño, sino por convicción ética.

Responder desde la mansedumbre rompe el círculo del odio

Evita la escalada del conflicto y protege algo esencial: la integridad interior. No elimina el dolor, la tristeza o el miedo, pero impide que estos se transformen en amargura o en una reproducción del mismo daño que se denuncia. Es una forma de paz activa, no ingenua, que se sostiene en valores como la dignidad humana, la verdad, la justicia y la libertad.

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La mansedumbre, asociada simbólicamente a la paloma, suele malinterpretarse como debilidad o pasividad.

La mansedumbre, asociada simbólicamente a la paloma, suele malinterpretarse como debilidad o pasividad.

Ahora bien, esa mansedumbre pierde fuerza si no va acompañada de la astucia de la serpiente. Astucia entendida como lucidez, capacidad de leer la realidad sin idealismos, y voluntad de actuar con inteligencia práctica. Ser astuto significa poner límites, crear resguardos, anticipar riesgos y diseñar estructuras que impidan que el abuso y la mentira avancen impunemente.

En términos concretos, esta astucia se traduce en normas claras, procedimientos eficaces, leyes justas, políticas públicas consistentes y sistemas educativos que formen conciencia crítica. También en la creación de oportunidades reales para quienes viven en situaciones de vulnerabilidad, muchas veces atrapados en dinámicas de poder que los superan.

La mansedumbre sin astucia se vuelve frágil

La astucia sin mansedumbre se vuelve peligrosa. Serpiloma nombra ese equilibrio incómodo pero fecundo: un modo de habitar el mundo sin endurecer el corazón ni cerrar los ojos. En tiempos como los actuales, marcados por la desconfianza y el enfrentamiento, esta síntesis resulta especialmente necesaria. Invita a sostener la ternura sin perder firmeza, a defender el bien común sin caer en la lógica del enemigo, y a construir convivencia desde una ética que combine compasión y responsabilidad.

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La astucia sin mansedumbre se vuelve peligrosa.

La astucia sin mansedumbre se vuelve peligrosa.

Quizás ese sea uno de los aprendizajes más urgentes de nuestra época: aprender a ser, al mismo tiempo, paloma y serpiente. Mansos, sin claudicar. Astutos, sin perder el alma.

* Trini Ried Goycoolea. Periodista y escritora, especialista en vínculos.