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Revelan fósiles clave que ayudan a entender el origen de la Cordillera de los Andes

Un grupo de investigadores del Conicet analizó formaciones geológicas y fósiles en Mendoza que aportan datos sobre el pasado de la Cordillera de los Andes.

Cuando Mendoza era una zona tropical, con lagunas y reptiles gigantes, la Cordillera de los Andes aún no dominaba el horizonte. Pero ya empezaba a dar sus primeros pasos.
Cuando Mendoza era una zona tropical, con lagunas y reptiles gigantes, la Cordillera de los Andes aún no dominaba el horizonte. Pero ya empezaba a dar sus primeros pasos. Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ

En lo que hoy es una región árida y montañosa, hace millones de años existía un ambiente muy distinto. Donde ahora se levanta la Cordillera de los Andes, alguna vez hubo lagos poco profundos, vegetación frondosa y un clima tropical.

Esa imagen del pasado fue reconstruida por un equipo científico que, desde Mendoza, logró reunir nuevas evidencias sobre cómo comenzó a formarse una de las cadenas montañosas más importantes del mundo.

El trabajo fue liderado por investigadores del Conicet, que analizaron una zona conocida como Formación Divisadero Largo, ubicada en las afueras de la ciudad de Mendoza. Allí, estudiaron sedimentos y restos fósiles de hace unos 65 millones de años.

“A partir de los estudios realizados en la zona de Divisadero Largo, determinamos que las rocas se formaron hace unos 65 millones de años y que, en aquel entonces, la región donde hoy se encuentra la ciudad de Mendoza estaba dominada por lagos poco profundos. En esos antiguos cuerpos de agua se han hallado restos fósiles de tortugas, cocodrilos y boas, lo que sugiere un clima cálido y húmedo. Sin embargo, también identificamos cambios climáticos muy marcados: por encima de los niveles con fauna típica de ambientes húmedos, comienzan a aparecer capas de yeso, un mineral que se forma en condiciones cálidas pero áridas, con muy poca humedad y dominadas por la evaporación”, explica Lucas Lothari, becario doctoral del CONICET e integrante del Grupo de Tectónica del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA, CONICET-UNCUYO-Gob. Mza.) y primer autor del trabajo.

La mayor cumbre de la cordillera de los Andes es el Aconcagua que, con 6962 m s. n. m. Foto: Shutterstock
La mayor cumbre de la cordillera de los Andes es el Aconcagua que, con 6962 m s. n. m.

La mayor cumbre de la cordillera de los Andes es el Aconcagua que, con 6962 m s. n. m.

Sedimentos, fósiles y un cambio de paisaje en la Cordillera de los Andes

El estudio se enfocó en las rocas sedimentarias, que se forman a partir del arrastre de materiales desde zonas más altas, principalmente por ríos. Estos sedimentos permiten leer el pasado geológico como si fuera un libro: muestran qué partes del terreno ya estaban elevadas, cómo era el clima, y qué seres vivos habitaban la zona. En este caso, los datos obtenidos permiten avanzar en la comprensión de lo que ocurrió durante el Paleógeno, un período de la historia de la Tierra que aún tiene muchos puntos oscuros en Sudamérica.

Uno de los descubrimientos más llamativos fue la transición entre dos paisajes muy distintos. En los estratos más antiguos, los científicos hallaron fósiles propios de un entorno húmedo. Pero al analizar capas superiores, aparecieron depósitos de yeso, un mineral que solo se forma en ambientes áridos, con alta evaporación y escasa humedad. Esto indica que hubo un cambio climático brusco en la región.

El trabajo comenzó con una revisión de antecedentes científicos sobre la zona. Luego, los expertos utilizaron imágenes satelitales para detectar áreas de interés y planificar las campañas de campo. Una vez en el terreno, realizaron estudios detallados de las rocas, tomaron muestras y realizaron mediciones clave. La datación de las rocas no se hizo en el país: las muestras fueron enviadas a laboratorios en Alemania y Estados Unidos, en el marco de un trabajo colaborativo con científicos del exterior.

Gracias a este esfuerzo coordinado, se logró establecer con mayor precisión la antigüedad de las formaciones y las condiciones en las que se originaron. Los investigadores contaron con el apoyo del Conicet y de distintas instituciones internacionales que aportaron financiamiento y soporte técnico. Esta cooperación fue esencial para llevar adelante los análisis más complejos.

“Lo que sucedió durante el Paleógeno permanecía poco comprendido. Este trabajo representa una pieza importante en los esfuerzos por comprender los procesos formadores de las montañas. En cuanto a la evolución de los Andes se tenían algunas certezas sobre lo que ocurrió antes, durante el Cretácico (hace aproximadamente 100 mlones de años), y también sobre lo que vino después, en el Oligoceno (hace aproximadamente 30 mlones de años). En otras áreas de la Cordlera se había planteado la hipótesis de que durante el Paleógeno ocurrió una ‘quietud tectónica’ (un largo periodo sin movimientos significativos). Sin embargo, en la región del Aconcagua recientemente se hallaron evidencias de que la Cordillera habría crecido durante este periodo. Nuestro trabajo, si bien no es concluyente, aporta evidencias que sugieren que el Paleógeno fue un periodo tectónicamente tranquilo”, comenta el científico.

El especialista destaca la importancia de estas investigaciones, ya que contribuyen a construir conocimiento sobre los procesos que ocurren en la Cordillera de los Andes: “Comprender la evolución de la Cordillera de los Andes y los cambios paleoclimáticos asociados no solo permite conocer mejor nuestro territorio, sino también mejorar las herramientas para anticipar procesos geológicos futuros. Este trabajo abre la puerta a nuevas investigaciones en una región clave de los Andes”.

Un aporte valioso para la geología andina

Hasta ahora, se sabía con cierta claridad qué había ocurrido en la región durante el Cretácico —hace unos 100 millones de años— y también durante el Oligoceno, unos 30 millones de años después. Pero el período intermedio, el Paleógeno, seguía siendo un misterio. En varias zonas de la Cordillera se pensaba que en ese tiempo no hubo actividad tectónica significativa, lo que se conoce como “quietud tectónica”.

Sin embargo, hallazgos recientes en la región del Aconcagua y los datos reunidos en Mendoza apuntan a que la Cordillera ya estaba comenzando a elevarse en ese entonces. Si bien los resultados no son concluyentes, el estudio ofrece pistas fundamentales para seguir reconstruyendo el rompecabezas de cómo se formó la Cordillera de los Andes.

Las nevadas impactarán el sector de la cordillera y precordillera de los Andes Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ
El estudio se enfocó en las rocas sedimentarias, que se forman a partir del arrastre de materiales desde zonas más altas, principalmente por ríos.

El estudio se enfocó en las rocas sedimentarias, que se forman a partir del arrastre de materiales desde zonas más altas, principalmente por ríos.

Mirar hacia atrás para entender lo que pisamos

La investigación en Divisadero Largo no solo amplía el conocimiento científico. También invita a imaginar cómo era este territorio mucho antes de que existiera la geografía que hoy conocemos. Cuando Mendoza era una zona tropical, con lagunas y reptiles gigantes, la Cordillera aún no dominaba el horizonte. Pero ya empezaba a dar sus primeros pasos.

Con cada nueva muestra y con cada fósil hallado, los científicos logran mirar más profundamente hacia el pasado. Y eso permite entender mejor el presente geológico del país, y la historia natural que aún guarda bajo tierra cada rincón de la cordillera.