Crónica

Paso a paso: auge y decadencia de la Mafia de las Facturas Truchas

El miércoles pasado, 29 personas fueron condenadas por estafar al Estado durante una década. Pero la trama venía de mucho antes. El caso salpica a más de 1000 empresas de todos los rubros, en 17 provincias argentinas. Descubrí cómo funcionaba la metástasis de la corrupción.

Facundo García
Facundo García domingo, 7 de junio de 2020 · 12:15 hs
Paso a paso: auge y decadencia de la Mafia de las Facturas Truchas
Prolijos Los líderes eran taimados y sumamente prolijos.

El trapito estaba limpiando un auto en una plaza. Alguien se le acercaba y le proponía un “trabajo”. Parecía una zoncera: solo tenía que firmar unos papeles, hacer unos trámites en una oficina y listo, le daban plata. En ocasiones, la persona contactada ni siquiera sabía leer. Pero el dinero llegaba, fresco y rápido, y la invitación resultaba tentadora.

Esa era una de las formas que tenía la Mafia de las Facturas Truchas para crear empresas fantasmas. Buscaban gente vulnerable y creaban firmas utilizando su nombre. Con la entidad ya constituida, montaban y desmontaban sus negocios. Y si en algún momento la AFIP sospechaba y empezaba a tirar del hilo, el ovillo conducía a un trapito que había rubricado documentos a cambio de un pancho y una coca, sin tener idea de lo que hacía.

Secuencias así fueron articulando la historia de una de las organizaciones delictivas más importantes de las que se tenga memoria en Mendoza. Y la “causa de las Facturas Truchas” tuvo otro de sus capítulos definitivos el miércoles, cuando un Tribunal Federal condenó a 29 personas por el delito de asociación ilícita fiscal.

Cómo empezaron

Los investigadores no saben a ciencia cierta cuándo comenzó a operar la maquinaria que construyeron el contador Pablo Gabriel Prete (45) y el “autodidacta” Sergio Arturo Delfino (56). Sí se comprobó que en noviembre de 2007 estaban perfectamente organizados.

"Trabajaban con una prolijidad pasmosa"

Por entonces, ya contaban con “punteros” que afinaban el contacto con empresas -algunas muy grandes- y ofrecían diferentes mecanismos para evadir impuestos.  A cada uno de estos subordinados se les hacía un seguimiento que permitía evaluar su desempeño, es decir, medir la plata que le generaban a esta mafia.

No tenían "empleado del mes", pero casi:

—‘Trabajaban’ con un nivel de precisión y prolijidad pasmosa— comentó a MDZ uno de los allegados a la causa.

De a poco, los punteros fueron generando una clientela amplia. Compañías de transporte, profesionales con status, comercios del Shopping y de Palmares. No costaba encontrar gente que quisiera evadir impuestos, y la demanda creció exponencialmente, involucrando a más de 1000 empresas en 17 provincias. Buenos Aires, Mendoza, San Luis, Chubut, Misiones y Santa Fe están en la lista.

Se crearon decenas de compañías fantasma con el solo fin de truchar papeles, y se falsificaron miles de facturas. Pero, ¿por qué?

Chinwewenchas

La clave para entender este delito es saber que cuando un consumidor final compra algo, el 21% del precio que paga es Impuesto al Valor Agregado. El vendedor luego deduce ese porcentaje de sus ingresos y se lo da al fisco.

Si se presta atención, no es nada complicado. De todos modos, el lector que no quiera entrar en tecnicismos puede saltarse los próximos tres párrafos.

  • En cambio los más curiosos seguirán por aquí. El contador Ignacio Barrios explica la dinámica de esta forma: "imaginemos una cadena productiva con tres ciclos, A, B y C. Entonces A vende a B un insumo en 100 + 21 % de IVA = 121. Luego, B vende a C ese insumo en 150 + 31.50 de IVA = 181.50. En la liquidación mensual de IVA, B hará el siguiente cálculo: IVA Crédito Fiscal: pagué 21, menos IVA Débito Fiscal: cobré 31,50. Diferencia a ingresar a la AFIP en concepto de IVA: 10.50".
  • Básicamente, hay dos formas de evadir esa carga. Una es no facturar, práctica tristemente común en los negocios locales. Sin venta, no hay IVA que pagar.
  • La otra manera es simular que se han hecho más compras previas. Si B añade compras antes de venderle a C, entonces gana “crédito” a favor.  Dado que en el último eslabón del proceso económico el vendedor final puede pedir que se le reconozca ese impuesto que abonó a los intermediarios, a más compras previas, menos IVA pagará.

De esa forma se puede “vender” IVA. Supongamos que usted tiene una estación de servicio. Entonces alguien le hace facturas diciendo que usted ha pagado un servicio de limpieza. Esos comprobantes “demuestran” que pagó impuestos y, en consecuencia, le dan derecho a pedir que se le reconozca ese aporte a la hora de hacer números con la AFIP.

—Por eso esta gente tenía falsas empresas inscriptas en todo tipo de actividades, para ir adaptándose a las ‘necesidades’ de cada ‘cliente’— detalla una fuente cercana a la causa.

Neumáticos, semillas, limpieza, ropa. Uno podía fingir que había consumido de manera legal cualquier tipo de producto o servicio. Y cuando el fisco notaba que esos “intermediarios” truchos no habían pagado los impuestos correspondientes, se encontraban con que –según los papeles- la empresa pertenecía a una persona que ni siquiera sabía leer ni escribir.

En otros casos, las facturas eran de una compañía que sí existe, pero se le habían cambiado los datos escaneando las originales y modificándolas con un software para luego reutilizarlas. Truchadas.

El ocaso

MDZ pudo averiguar que algunos punteros de la escala más baja de esta mafia alcanzaron a poner varios comercios céntricos con el dinero malhabido que iban recaudando. Al recibir su porcentaje, construían chalecitos, compraban autos, multiplicaban sus minimarkets. Para los líderes, en cambio, los dividendos eran mucho mayores.

En 2015 se produjo un quiebre

En 2015 se produjo un quiebre. La AFIP publicó una resolución que obligaba a los comercios a emitir facturas electrónicas. Prete y Delfino, los jefes, se miraron a los ojos: sabían cómo era cada cual.

Delfino, un chanta de vieja escuela, probablemente escribía en la computadora utilizando los dos dedos índices. Obsesivo del orden, llevaba cuadernos en los que registraba los ingresos de la organización con detallismo maniático. El método había sido exitoso en tiempos analógicos. Con lo digital se le complicaba.

—Por el lado de Delfino, muchos creyeron que con la digitalización el negocio tenía sus días contados— resalta una fuente.

Prete, más joven, la tenía clara con la informática. Dinámico, elegante, sabía leer coyunturas y encontrar el camino para sacarles provecho. Así que el ala pretista, que hacía rato había cambiado los biblioratos por las planillas Excel en el departamento de calle España que utilizaba como base, empezó a preparar la transición a la nueva era.

—¡Ya habían comenzado a perfeccionar un sistema para saltarse la normativa digital!— interviene otro de los sabuesos que siguió la pista.

El estallido llegó en 2015 a través de una denuncia anónima

La AFIP venía detectando movimientos raros y había abierto una línea investigativa. Pero el estallido llegó en febrero de 2015, cuando una denuncia anónima detalló la ubicación de las oficinas, el nombre de los integrantes, las operatorias, los números de teléfono y hasta sus cuentas de email.

La Mafia de las Facturas truchas tuvo su ocaso. Y hasta el día de hoy no se sabe quién aportó la información que la hizo caer.

Serpientes

¿Y qué pasó con las más de 1000 empresas que compraban facturas truchas? ¿Recibirán algún castigo? Al iniciarse la pesquisa, algunas aceptaron el delito y otras declararon que se había tratado de “un error contable”.

Se las fiscalizó, se les cobraron multas. Pero buena parte de las 54 compañías que evadieron por encima de los $400.000 pesos –lo que habilitaría el inicio de un proceso penal- encontraron la forma de acogerse a la Ley de Blanqueo que se sancionó durante el gobierno de Cambiemos, con lo cual evitaron las condenas.

Restan, sin embargo, unas cuantas a las que se sigue investigando y podrían ser la próxima gran causa. Y no se trata de peces chicos. Varias de las entidades sospechadas son “grandes contribuyentes”.

El juicio

A lo largo del caso se desarrollaron decenas de allanamientos. Nunca se hallaron armas ni droga. Solo papeles y archivos de computadora, en una cantidad monstruosa.

Solo en las oficinas de Delfino se hallaron más de 100.000 hojas de documentos. Ni una sola era legal

“Delfino, por ejemplo, tenía dos espacios. Una oficina en la calle San Juan y otro lugar en la calle Zuloaga, al que llamaban ‘la panadería’. Ahí había una habitación con más de 100 cajas de archivo en las que se almacenaban facturas de todos los rubros. En función del cliente, elegían un tipo de facturación, con un sello particular y hasta un tipo de birome con el que hacían las anotaciones. Una pizarra detallaba qué sello correspondía a cada factura, y con qué lapicera tenían que escribir”, cuenta otro de los investigadores.

Solo en lo de Delfino se encontraron más de 100.000 hojas de documentación. “¡Y ni una sola era legal! Nunca habíamos visto que una actividad ilícita tuviera tal obsesión por el registro”, revelan los detectives.

Cuando los involucrados comenzaron a caer, los investigadores esperaban que alguno se acogiera a los beneficios que se les da a los “arrepentidos”. Los dejó azorados, no obstante, el hecho de que ni uno solo denunciara a los demás.

En el grupo de los 29 condenados hay comerciantes, dos directores de escuela, un odontólogo, empleados públicos, muebleros, agricultores, abogados, publicistas. La metástasis de la corrupción.

Al final del juicio, se establecieron las siguientes penas:

Líderes: el contador Pablo Gabriel Prete (45) fue condenado a 7 años y 6 meses de prisión; en tanto que Sergio Delfino (56) recibió 7 años.

Rangos medios: Eduardo Evans (54) enfrentará 5 años tras las rejas, al igual que José Condeno Meli (60) y Armando López (46).

Punteros principales: Alejandro Fernández (45) y Julián Bustelo (35) fueron sentenciados a 4 años y 3 meses; como Élida Mamy, que además de contadora era directora de una escuela de Luján. Idénticas penas recibieron el odontólogo Víctor Paz (54) y el contador Ramón Manrique (76).

Rangos inferiores: en estos casos, los condenados permanecerán libres hasta que haya sentencia firme. Enfrentan penas de 3 años y medio Elías Hakim (73), Marcelino Marecrou (60), Noemí Villafañe (47), Francisco Parejo (62), Adolfo Rivero (61), Marcelo Pérez (61), Marcela Canzonieri (44), José Luis Canzonieri (36), Marcelo Calderón (46), Sergio Carletti (54), Carlos Delfino (62), Federico Salinas (35), Mario Perucho (56), Agustina Fradusco (32), Raúl Villareal (60), Juan Romano (36) y Ernesto Romano (72), Ana Mosca y Francisco Ruiz.

  • Contactos, informaciones y comentarios: fgarcia@mdzol.com

 

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