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Mente enredada de ideas: ¿por donde empezamos a desenredar?

Cuando las ideas y los pensamientos se amontonan como un ovillo, encontrar el inicio del hilo es clave para ordenar, priorizar y darles forma.

Hoy es más importante que nunca que leamos y mucho más que escribamos.

Hoy es más importante que nunca que leamos y mucho más que escribamos.

Archivo MDZ

¿Alguna vez sentiste que tus ideas se amontonan en tu cabeza como un ovillo de lana desordenado? ¿Qué las palabras se resisten a salir o se niegan a formar un pensamiento coherente? En la avalancha de información y la velocidad de la vida moderna, es fácil que nuestra mente se convierta en un laberinto de pensamientos dispersos.

Pero no te preocupes, hay dos herramientas milenarias, simples y poderosísimas que pueden ayudarte a desenredar ese ovillo y a encontrar claridad, es un binomio ancestral leer y escribir. Lejos de ser meros pasatiempos, son los pilares sobre los que construimos un pensamiento más nítido, profundo y organizado.

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¿Alguna vez sentiste que tus ideas se amontonan en tu cabeza como un ovillo de lana desordenado?

¿Alguna vez sentiste que tus ideas se amontonan en tu cabeza como un ovillo de lana desordenado?

La lectura: expandiendo horizontes

La lectura es un acto de trascendencia. No se trata simplemente de decodificar símbolos en una página; es un portal que nos transporta a la mente de otros, permitiéndonos habitar sus perspectivas, sumergirnos en sus conocimientos y comprender las intrincadas arquitecturas de su pensamiento.

Al leer, no solo adquirimos información y conocimiento, sino que también cultivamos una serie de habilidades cognitivas cruciales:

  • La primera de ellas, el desarrollo del pensamiento crítico: la lectura nos expone a diferentes puntos de vista, argumentos y formas de razonar. Nos impulsa a cuestionar, a analizar la validez de las premisas y a formar nuestras propias conclusiones informadas. No es solo consumir información, es digerirla y evaluarla.
  • La segunda la empatía y comprensión humana: a través de la ficción y la no ficción, nos adentramos en las vidas, emociones y motivaciones de personajes y personas reales. Esto amplía nuestra capacidad de entender la condición humana y de relacionarnos mejor con los demás.
  • La tercera la expansión del vocabulario y la expresión: cada libro, artículo o ensayo que leemos es una lección de lenguaje. Nos familiarizamos con nuevas palabras, estructuras gramaticales y estilos de prosa, enriqueciendo así nuestro propio arsenal lingüístico para cuando nos toque expresar nuestras ideas.
  • En cuarto lugar, nos ayuda a expandir los conocimientos, nos ayuda a identificar patrones, a ver cómo diferentes conceptos se conectan entre sí y a ubicar nuestras propias ideas dentro de un contexto más amplio. Es a través de este marco referencial que empezamos a discernir dónde encajan nuestros pensamientos o dónde rompen con lo establecido, sentando las bases para definirlos con mayor precisión.
  • Por último, la lectura es un estímulo de la imaginación y la creatividad: sumergirse en narrativas o en complejas teorías abstractas activa nuestra imaginación y nos invita a pensar más allá de lo obvio, abriendo caminos para nuevas ideas y soluciones creativas.

En esencia, la lectura es la alimentación de nuestra mente. Nos proporciona el combustible, los nutrientes y las herramientas necesarias para construir y expandir nuestro propio universo intelectual. Sin una base sólida de lectura, nuestras ideas pueden carecer de profundidad, contexto o la originalidad que solo el conocimiento amplio puede proporcionar.

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La lectura nos expone a diferentes puntos de vista, argumentos y formas de razonar.

La lectura nos expone a diferentes puntos de vista, argumentos y formas de razonar.

Escribir: el arte de clarificar ideas

Si la lectura es el acto de recibir y absorber, la escritura es el acto de producir, clarificar y cristalizar. A menudo, albergamos la ilusión de tener una idea perfectamente formada en nuestra mente, hasta que el simple acto de intentar plasmarla en palabras revela su verdadera naturaleza: ambigua, desorganizada o incompleta.

Escribir es un ejercicio de precisión y de disciplina mental. Nos obliga a enfrentar la vaguedad de nuestros pensamientos y a someterlos a la rigurosa lógica del lenguaje. Al escribir, pasamos de la abstracción a la concreción, de la intuición a la argumentación. Este proceso de articulación nos fuerza a:

  • Ordenar y estructurar el caos de las ideas: la escritura impone una necesidad de coherencia. Ya sea un simple esquema, un párrafo bien formado o un ensayo complejo, la estructura inherente a la escritura se traduce en un orden interno de nuestras ideas. Nos obliga a organizar los puntos, a establecer jerarquías y a seguir una secuencia lógica.
  • Conectar puntos dispersos: al escribir, no solo enumeramos ideas, sino que buscamos establecer relaciones, causas y efectos, comparaciones y contrastes. Construimos puentes lógicos entre conceptos que, en nuestra mente, podrían haber estado flotando de forma aislada. Este acto de conexión revela nuevas perspectivas y fortalece la cohesión de nuestro pensamiento.
  • Clarificar y eliminar ambigüedades: la necesidad de ser comprendidos por un posible lector (incluso si ese "lector" somos nosotros mismos revisitando nuestras notas en el futuro) nos empuja a elegir las palabras exactas, a ser explícitos y a despojar a nuestras ideas de cualquier doble sentido o interpretación errónea. Escribir nos ayuda a discernir qué es lo que realmente queremos decir.
  • Profundizar y descubrir: sorprendentemente, la escritura no es solo una forma de expresar lo que ya sabemos, sino una poderosa herramienta para descubrir lo que pensamos. Al poner las ideas en papel, a menudo nos encontramos con nuevas preguntas, aristas inesperadas del tema o conclusiones a las que no habíamos llegado antes. Es un diálogo introspectivo, un proceso de auto-descubrimiento en el que las palabras actúan como catalizadores para un pensamiento más profundo y original.
  • Refinar argumentos y persuadir: la escritura nos permite construir argumentos sólidos, sustentados en evidencia y lógica. Es la arena donde podemos probar la validez de nuestras ideas, anticipar objeciones y refinar nuestra capacidad de persuadir a otros.

La escritura es, en esencia, la escultura de nuestras ideas. Es el cincel que usamos para dar forma a la materia prima de nuestros pensamientos, puliendo las asperezas y revelando la belleza y la fuerza de lo que reside en nuestra mente.

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Al escribir, no solo enumeramos ideas, sino que buscamos establecer relaciones, causas y efectos.

Al escribir, no solo enumeramos ideas, sino que buscamos establecer relaciones, causas y efectos.

El círculo virtuoso: de leer y escribir

La relación entre leer y escribir no es meramente complementaria; es profundamente simbiótica. Constituyen un círculo virtuoso que se autoalimenta y se fortalece mutuamente:

  • Cuanto más leemos, más enriquecemos nuestro vocabulario, más estructuras gramaticales aprendemos, más ideas y argumentos complejos absorbemos. Todo este acervo se convierte en un vasto repertorio de herramientas y recursos para cuando nos sentamos a escribir. La lectura nos inspira, nos provee de ejemplos de buena escritura y expande los límites de lo que creemos posible expresar.
  • Y cuanto más escribimos, más agudizamos nuestra capacidad de comprender y analizar lo que leemos. La experiencia de estructurar nuestros propios pensamientos nos hace lectores más atentos y críticos. Reconocemos con mayor facilidad la lógica de un argumento, la elegancia de una prosa o las fallas en el razonamiento de un autor. La escritura mejora nuestra comprensión lectora al hacerla más activa y consciente.

En la era digital, donde la información es abundante pero la claridad escasea, la capacidad de discernir, organizar y comunicar ideas con precisión se ha vuelto una habilidad invaluable. Dominar el binomio leer y escribir no es un lujo, sino una necesidad fundamental para navegar con éxito en la complejidad del mundo moderno y, lo que es más importante, en la complejidad de nuestra propia mente.

Así que, la próxima vez que te encuentres con un pensamiento confuso, una decisión compleja o la necesidad de entender mejor algo, recuerda el poder transformador de un buen libro y la magia intrínseca de poner la pluma sobre el papel. Leer y escribir no son solo actos culturales; son actos de lucidez, de autoconocimiento y de empoderamiento intelectual. Son el camino hacia una mente más clara, más organizada y, en última instancia, más libre.

Hoy es más importante que nunca que leamos y mucho más que escribamos, ya sea pensamientos, ideas, proyectos, poemas, etc. No solo leemos poco, sino que escribimos mucho menos todavía. Escribir nos ayuda a pensar y proyectar, a clarificar lo que no comprendemos. Aun mas, escribir a mano en papel, es todavía más saludable. ¿Además de WhatsApp, escribís diariamente algo más extenso?, ¿probas escribir para salir de una maraña de ideas y lograr claridad?

* Mg. Juan Manuel Ribeiro, especialista en educación