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Mariela Olle: "El HIV fue un bombazo, pero mi hijo fue mi salvación"

Mariela Olle convive con el virus desde hace 33 años. Fue madre dos veces, trabaja, toma una sola medicación al día y tiene su carga viral indetectable. Su historia es un mensaje de lucha, fe y esperanza.

Mariela Olle

Mariela Olle

Santiago Aulicino / MDZ

Cada 1 de diciembre se conmemora el Día Mundial de la Lucha contra el HIV. En MDZ, conversamos con Mariela Olle, una mujer que recibió su diagnóstico hace 33 años, cuando esperaba a su primer hijo. A partir de ese momento, su vida cambió para siempre. Pero lejos de rendirse, convirtió el miedo en fuerza, y el dolor, en conciencia.

En esta entrevista íntima, Mariela narra cómo transitó su diagnóstico, el impacto emocional, los prejuicios, la maternidad en dos épocas diferentes, su fe y el poder del acompañamiento. Una historia que interpela y demuestra que con tratamiento y amor, vivir bien con HIV es posible.

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Entrevista Mariela Olle

¿Cómo fue el momento en que recibiste el diagnóstico?

-Fue un momento que marcó mi vida. Lo tengo grabado como si hubiera pasado ayer. Fui al consultorio de mi obstetra para hacerme los estudios de rutina del embarazo. Estaba feliz, era mi primer hijo. Pero cuando llegaron los resultados, el médico me dijo que había un análisis que no había salido bien y que había que repetir. Al principio no entendía. Hasta que me miró y me dijo: “Dentro de los análisis de rutina, hicimos el de HIV, y dio positivo”. Me quedé helada. Fue un bombazo. No entendía nada. Tenía 21 años, y en esa época no había tanta información. Mi mamá estaba conmigo, y fue como si el mundo se detuviera.

-¿Qué sentiste al enterarte estando embarazada?

-Fue una mezcla devastadora. Por un lado, una felicidad inmensa por saber que estaba gestando una vida, que iba a ser mamá. Y por el otro, una angustia terrible. Pensaba si iba a llegar a conocer a mi hijo, si lo iba a poder tener en brazos, cambiarle un pañal, acompañarlo en su crecimiento. Todo se volvió confuso. Era una época donde el único referente que se tenía era que Freddy Mercury había muerto por HIV. No se hablaba abiertamente del tema, y menos en mujeres embarazadas. Sentí mucho miedo, mucha incertidumbre y también culpa, aunque no sabía por qué. Fue muy difícil de asimilar.

-¿Cómo fue contarles a tus padres, especialmente a tu papá?

-Cuando salimos del consultorio, con mi mamá no dijimos una palabra. Era un silencio lleno de lágrimas. Llegamos a casa y le contamos a mi papá que iba a ser abuelo. Él se puso feliz, pero también le dijimos que había algo más, que me habían detectado HIV. Me acuerdo de su cara, de cómo su alegría se mezcló con una preocupación que no podía ocultar. En ese momento no se hablaba del tema. Nadie sabía cómo se contagiaba exactamente, ni qué era tener HIV. Mis padres me acompañaron siempre, y eso fue clave. La contención familiar en esos momentos es fundamental.

Los primeros análisis

Luego de los primeros análisis y topdo sigue ese medio

-¿Cómo fue el embarazo y el nacimiento de Julián?

-Después del diagnóstico, me derivaron a médicos especializados en embarazadas con HIV. A pesar del miedo, el embarazo siguió su curso normal. Julián nació bien, fuerte y sano. Como todos los bebés, recibió unas gotitas al nacer. En ese momento se sabía poco, así que le hicieron controles durante el primer año. Al cumplir el año, le repitieron los estudios y dieron negativos. Fue una alegría enorme. Después de tanto miedo, saber que él estaba sano fue un alivio indescriptible. Fue uno de los momentos más felices de mi vida.

-¿Cómo fue para vos empezar y sostener el tratamiento?

-Al principio fue muy difícil. Tomaba entre 16 y 18 pastillas por día. Era una carga muy pesada, física y emocional. Cada vez que me tomaba una, me recordaba mi diagnóstico. No era algo opcional, era la única manera de seguir viva. A veces me cansaba, me hartaba y dejaba de tomar la medicación. Eso es un error, lo sé, y por eso siempre digo que no hay que hacerlo. Por suerte, nunca fueron lapsos largos. Pero mentalmente el desgaste era grande. El tratamiento me salvaba la vida, pero también me recordaba todos los días que tenía una enfermedad. Aprendí a convivir con eso.

-¿Qué te dio fuerzas para seguir adelante durante estos años?

-Sin dudas, Julián fue mi motor. Verlo crecer, dar sus primeros pasos, empezar el jardín... Todo eso me hizo decir: “yo no me puedo ir ahora, tengo que estar para él”. Si no hubiera estado embarazada, probablemente no me habría hecho el análisis, y tal vez hoy no estaría acá. Por eso siempre digo que mi hijo fue mi salvación. Creo que las cosas pasan por algo. Después llegó Malena, muchos años después, y también fue una bendición. Con los años aprendí a hablar del tema, a naturalizarlo y a entender que se puede vivir bien con HIV.

-¿Cómo fue la experiencia del segundo embarazo?

-Dieciocho años después fui mamá de nuevo. Con Malena fue diferente. Ya había más información, más avances médicos y otra mirada sobre el HIV. En ese embarazo no pude cortar la medicación, como sí me había pasado con Julián. Al contrario, tenía que seguir tomándola, porque dejarla hubiera sido peligroso para mí y para el bebé. Fue un embarazo muy cuidado. A ella también le hicieron los estudios al año y todo dio bien. Está sana. Después de ese embarazo, empecé a hablar más del tema, a contarlo sin miedo. Dejar de pensar en el “qué dirán” también fue liberador.

Mi carga viral es indetectable

Mi carga viral es indetectable.

-¿Cómo fue contarles a tus hijos tu diagnóstico?

-Con Julián hablamos cuando tenía unos 14 años. Me preguntó por qué no se lo había contado antes, y le dije que me pareció el momento justo. Fue una conversación corta pero importante. Me hizo algunas preguntas y lo entendió. Con Malena fue este año. Ella va a cumplir 13 y ya sabía que tomaba medicamentos, pero no sabía por qué. Un día, hablando sobre eso, se lo conté. Me miró con esos ojitos grandes y me dijo lo mismo que su hermano: “¿Por qué no me lo dijiste antes?”. Pero nada cambió. Me abrazaron, siguieron siendo los mismos. Y yo, una mamá como cualquier otra, que toma una medicación diaria y tiene la carga viral indetectable.