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La trampa de la queja: cuando lo que decimos que nos molesta... está en nuestras manos cambiarlo

Una queja representa una disconformidad con un producto o un servicio contratado. La queja forma parte de nuestras emociones y algunas veces hacemos catarsis.

Salir de la queja no significa negar el malestar

Salir de la queja no significa negar el malestar

Archivo MDZ

Todos tenemos una queja. Del tránsito, del jefe, del clima, del país, del otro. Lo hacemos en la fila del supermercado, en el grupo de WhatsApp y, sobre todo, en nuestra cabeza. A veces con razón. Pero otras tantas, la queja se vuelve un lugar cómodo, repetido y conocido. Un loop emocional que nos deja atrapados, drenados y sin energía.

Qué pasa cuando la queja ya no es catarsis sino modo de vida. La queja sostenida tiene un costo emocional altísimo: genera frustración, enojo, victimismo y una sensación constante de impotencia. El cuerpo lo sabe. La mente también. La queja no solo no resuelve el problema, sino que lo agranda internamente. Nos encierra en una narrativa en la que siempre somos rehenes, jamás protagonistas.

Lo paradójico es que muchas veces nos quejamos de cosas que podríamos cambiar. Pero eso implicaría asumir un rol incómodo: el de la responsabilidad. Porque responsabilizarnos es dejar de buscar culpables afuera. Es decir: “Esto no me gusta, ¿qué puedo hacer con esto yo?”. Es soltar el control sobre lo externo y tomar las riendas de lo interno. Es pasar del “mirá lo que me hacen” al “mirá lo que puedo hacer”.

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Lo paradójico es que muchas veces nos quejamos de cosas que sí podríamos cambiar.

Lo paradójico es que muchas veces nos quejamos de cosas que podríamos cambiar.

Por qué preferimos la queja en lugar de actuar

Porque es más fácil. Porque accionar implica asumir riesgos, exponerse, tomar decisiones, a veces incomodar a otros o salir de vínculos que ya no nos hacen bien. Porque quejarnos nos da la falsa sensación de estar haciendo algo… cuando en realidad estamos solo repitiendo lo mismo.

Salir de la queja no significa negar el malestar

Al contrario: es reconocerlo, legitimar la emoción, y luego decidir qué hacemos con eso. Es preguntarnos: ¿esto que me molesta, depende de mí? Si la respuesta es sí, entonces el poder está en nuestras manos. Si la respuesta es no, entonces ¿para qué seguir drenando energía en algo que no podemos cambiar?

Salir de la queja es un acto de amor propio y de salud mental. Es decirle “basta” a lo que nos pesa y elegir otra forma de habitar el presente. No siempre es fácil, pero sí profundamente liberador.

Como decía Viktor Frankl, sobreviviente del Holocausto: "Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la libertad de elegir su actitud ante cualquier circunstancia de la vida". Quizás no podamos cambiar todo lo que nos pasa, pero siempre podemos elegir qué hacemos con eso que nos pasa.

¿Y vos? ¿De qué te estás quejando hoy que podrías empezar a transformar?

* Verónica Dobronich, fundadora de Hub de Emociones, lidera este espacio con la convicción de que el bienestar emocional es clave para la vida y el trabajo.