Presenta:

La tijera resiste: una peluquería tradicional frente al imperio de las barberías en Dorrego

La historia de Peluquería RO: por casi 50 años, la familia Oliva ha cortado más que pelo en Dorrego, creando un espacio de encuentro y resistencia.

Peluqueria Dorrego RO Ricardo Oliva

En la vida cotidiana de Dorrego, Guaymallén, se alza un bastión de la tradición: el Salón Masculino RJ, actual RO, de la familia Oliva. Instalado desde 1979 en la esquina de Cobos y Castellanos, este salón ha sido, por casi medio siglo, mucho más que un lugar para un corte de pelo. Es un punto de encuentro, un espacio donde el tiempo se mide en anécdotas y conversaciones, y donde la historia del barrio se entrelaza con cada hebra de cabello que cae al suelo.

Hoy, Ricardo Oliva, segunda generación al mando, defiende este legado ante una nueva marea, el imparable boom de las barberías, con una docena de ellas brotando en apenas 500 metros a la redonda de su salón masculino.

En su juventud Ricardo no estaba destinado a las tijeras. Su adolescencia lo llevó por caminos artísticos, destacándose como bailarín de tango en escenarios internacionales, viviendo en lugares como Polonia y España. Pero la vida, con sus giros inesperados, lo trajo de vuelta a Mendoza. A sus 28 años, en 2009, asumió el control del negocio familiar cuando su padre, Roberto Jorge, el fundador, enfermó. Ese giro inesperado de la danza a la tijera, de los escenarios del mundo al sillón de barbero en su barrio, marcó el inicio de su propio capítulo en esta historia.

Peluqueria Dorrego RO Ricardo Oliva

Los primeros cortes y la sabiduría de los ciclos

Igualmente, la vocación de Ricardo como peluquero nació temprano. Su padre, Roberto, le fue enseñando el oficio desde chico. Apenas con 11 años, Ricardo realizó su primer corte a un amigo, una prueba de fuego que su padre propuso: el corte sería gratis si Ricardo lo hacía, bajo su atenta supervisión para asegurar que todo saliera bien. Superada esa primera experiencia, la práctica con sus cincuenta primos le dio la destreza y la confianza necesarias. Así, en paralelo al desarrollo de su arte en el tango, Ricardo adquirió las habilidades que hoy lo definen, una dualidad que aún se refleja en la peluquería, donde decenas de fotos en la pared atestiguan sus giras como bailarín por el mundo.

Para Ricardo, la actual proliferación de barberías no lo toma por sorpresa. La sabiduría heredada de su padre le dio una perspectiva única sobre el mercado: "Esto es algo que ocurre por temporadas", recuerda que le dijo. Su padre le advirtió sobre estos ciclos, donde los negocios proliferan cada 10 a 15 años. Ricardo lo vio antes con el auge de los salones unisex, que en su momento representaron un 20% de competencia. De pronto también aparecieron muchos, pero con el tiempo muchos cerraron sus puertas y los que se establecieron fueron muchos menos.

La batalla actual es distinta. Las barberías representan una competencia mucho más directa, un impactante 70%, al concentrarse casi exclusivamente en cortes para hombres. Es un segmento de mercado que antes no experimentaba tal saturación. Ricardo observa cómo este fenómeno se nutre de jóvenes que, tras aprender el oficio en cadenas de barberías (como la del Chango Más de Dorrego), buscan su independencia. También están, incluso, aquellos que se forman a través de cursos rápidos y tutoriales de YouTube. Es una dinámica de rápido aprendizaje y emprendimiento que contrasta con la maestría transmitida de generación en generación de los peluqueros tradicionales.

El valor de la experiencia: más allá del precio

Las barberías irrumpieron con precios muy bajos, una estrategia que buscaba captar un mercado ávido de novedades. Sin embargo, Ricardo observa que esa volatilidad es parte de su naturaleza: hoy, muchos cortes ya promedian los $5000 cuando hasta hace poco los hacían por $3.500. Sabe también que muchos jóvenes, atraídos por promociones, visitan estos locales con mayor frecuencia para retocar sus estilos. En contraste, la Peluquería Oliva mantiene su corte tradicional en $7000, una cifra que refleja lo que significa la competencia y la experiencia que habla del valor de un vínculo duradero con los clientes.

El precio parece barato si se compara con muchas peluquerías, por ejemplo, de la Ciudad de Mendoza, donde en zonas como la Quinta o Sexta Sección cobran entre $10.000 y $12.000 por un corte tradicional. En el contexto del mercado, lo que recauda un salón de corte masculino por un cliente tiene increíble brecha con los unisex de 1 a 10 o más, considerando que la visita de una mujer a estos recintos implica -tradicionalmente- más servicios y no sólo un corte. "Cuando yo cobraba $70 los salones del barrio recaudaban casi $800 por una clienta", recuerda.

peluqueria ricardo oliva.jpg

Es cierto que Ricardo siente la presión y ha visto cómo algunos clientes jóvenes, atraídos principalmente por la moda de los dibujos en el cabello, optan por otros lugares. Sin embargo, no se cierra a la evolución: asegura que si un cliente lo pide, él puede y sabe hacer esos estilos más modernos. Su verdadero diferenciador reside en otro lugar. No se trata solo de la destreza de la tijera, sino de la atmósfera que crea: su personalidad conversadora y un ambiente que invita al diálogo. Es esa cercanía, esa calidez humana, la que ha sumado nuevos clientes más allá de los ya históricos, forjando vínculos que trascienden el simple acto de cortarse el pelo.

A pesar de la intensa competencia, Ricardo Oliva mantiene una visión clara y serena. Considera que, si bien el número de barberías es alto ahora, es probable que se reduzca con el tiempo, siguiendo el patrón de ciclos anteriores. No se queda inactivo: se replantea y analiza opciones para acomodarse a los nuevos tiempos, explorando incluso otros rubros. Pero su compromiso permanece firme en la Peluquería de los Oliva. Es una historia de resistencia, de autenticidad que se niega a desaparecer, un legado familiar que sigue escribiéndose, corte a corte, en el corazón de Dorrego.