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Son argentinos y pedalean por Europa con un mensaje de paz

La vida nos propone experiencias y poder cumplirlas, como la travesía de recorrer Europa entre hermanos, en bicicleta portando un mensaje de paz.

Ignacio y Simón 

Ignacio y Simón 

Jurado Terán.

La vida a menudo nos presenta encrucijadas inesperadas. Momentos en los que los planes se desmoronan, los sueños se quiebran y el futuro se tiñe de una incertidumbre palpable. Para nosotros, este último fin de año lectivo no fue la excepción. Irse a pedalear por la paz y recorrer Europa.

El cierre de etapas universitarias y colegiales, una mudanza, la frustración de una pasantía que no se concretó, la decepción de voluntariados que no prosperaron, e incluso un tándem de segunda mano esperando un nuevo dueño, pintaban un panorama agridulce. Sin embargo, fue precisamente en esa nebulosa de desafíos y anhelos insatisfechos donde comenzó a gestarse una idea, casi una revelación, impulsada por un viejo sueño de Simón: la vivencia de un "vivac" en bicicleta. Pero no cualquier vivac; esta vez, sería una odisea sobre ruedas por el corazón de Europa.

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Todo comenzó a gestarse por un viejo sueño de Simón

Todo comenzó a gestarse por un viejo sueño de Simón

La semilla de la aventura estaba plantada

Pero el contexto global actuó como un catalizador inesperado, infundiéndole un propósito mucho más profundo. Miramos el mundo y vimos una realidad compleja y desoladora: los ecos de la guerra en Ucrania, el doloroso conflicto en Israel-Gaza, las tensiones entre Israel e Irán que parecía desembocar en otra guerra, los continuos enfrentamientos en África, y una persistente crisis económica o recesión que se extiende por tantos rincones del planeta. Esta realidad, cargada de tensión y desasosiego, genera una "nube negra" que ineludiblemente afecta el ánimo general de la sociedad, impregnando la vida cotidiana de incertidumbre y desesperanza.

Frente a este panorama, nuestro viaje adquirió un sentido mayor: llevar un mensaje activo de Paz y Esperanza. Es una iniciativa modesta, apenas una gota en el inmenso océano de conflictos y desafíos que enfrenta la humanidad. Sin embargo, tenemos la firme convicción de que incluso el gesto más pequeño puede contribuir a sembrar la calma y fomentar la esperanza.

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Recorrer Europa llevando un mensaje de paz.

Recorrer Europa llevando un mensaje de paz.

La paz, en su esencia más pura, comienza en el corazón de cada individuo

Se proyecta luego en las interacciones diarias, en cada encuentro, en cada diálogo. Nuestra bicicleta se ha convertido en un vehículo para esta filosofía, un medio para tejer conexiones y provocar la reflexión en un continente que, aunque hermoso, no es ajeno a las tensiones.

El camino, como toda epopeya que se precie, no ha estado exento de desafíos. El calor implacable ha sido una constante, poniendo a prueba nuestra resistencia mientras pedaleamos bajo un sol que no da tregua.

La exigencia física de pedalear ininterrumpidamente, día tras día, es un reto que aceptamos con disciplina. Pero quizás el desafío más recurrente es la logística diaria: conseguir un lugar para dormir cada noche. Esto implica confiar, con cada pedaleo, en que las cosas se irán dando, que encontraremos un rincón para instalar la carpa o que la hospitalidad de algún desconocido nos abrirá sus puertas.

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El camino, como toda epopeya que se precie, no ha estado exento de desafíos.

El camino, como toda epopeya que se precie, no ha estado exento de desafíos.

Es una lección constante de desapego y fe en el camino: Dios proveerá

Hasta ahora, la etapa más dura, pero también la más memorable, fue la primera: desde Londres hasta Dover. Fue un verdadero bautismo de fuego, no solo por la distancia – unos extenuantes 125 kilómetros – y el calor, sino por la presión de llegar a tiempo al ferry que nos esperaba para cruzar a Francia. Pedaleamos a un ritmo vertiginoso, logrando cubrir la distancia en poco más de cinco horas, a pesar de un inoportuno pinchazo que, por suerte, pudimos resolver con celeridad.

Lo más significativo de esta primera etapa fue la presencia de nuestro padre, quien nos acompañó en su bicicleta, brindando un apoyo fundamental y haciendo de ese tramo inicial una experiencia inolvidable y profundamente emotiva. Fue el primer paso, compartido, en este gran periplo. En Dover nos dimos un lindo abrazo de despedida y recibimos su bendición para el resto del viaje..

Pero si los desafíos son parte inherente del viaje, las recompensas también han sido abundantes y extraordinarias. Hemos sido testigos de paisajes de una belleza conmovedora, que parecen sacados de postales y nos recuerdan la magnificencia de la naturaleza, la obra der Dios y la diversidad cultural de Europa. Y, sin duda, lo más enriquecedor han sido los encuentros inesperados.

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Hemos sido testigos de paisajes de una belleza conmovedora.

Hemos sido testigos de paisajes de una belleza conmovedora.

Gente que, con una simple mirada o un gesto amable, nos ha ofrecido su hospitalidad, su soporte y su ayuda desinteresada: desde un vaso de agua fresca en un día caluroso hasta un espacio seguro para montar nuestra carpa bajo las estrellas. Cada una de estas interacciones nos reafirma en la creencia de que la bondad humana es un lenguaje universal. Sumado a las oraciones y apoyo a través de mensajes constantes.

Un hito particular en nuestro recorrido fue la visita a la impresionante iglesia de Delft en Holanda, un lugar que no solo nos cautivó por su arquitectura, sino que también nos ofreció un momento de introspección, encuentro con Jesús y serenidad en medio de nuestra travesía.

Nuestro destino, inicialmente fijado en el santuario de Schoenstatt en Vallendar (Alemania), se ha flexibilizado, permitiéndonos soñar ahora con alcanzar el Jubileo en Roma. Esta adaptabilidad es parte intrínseca de la aventura; un viaje en bicicleta es una invitación constante a dejarse sorprender, a seguir el pulso del camino y a redefinir metas sobre la marcha. El Espíritu sopla.

Este viaje, que es mucho más que un simple paseo en bicicleta

No sería posible sin el incondicional apoyo de quienes nos rodean. Nuestro más sincero agradecimiento a nuestros padres, que con su amor y fe inquebrantable nos empujan y motivan a perseguir y alcanzar nuestros sueños, por grandes o inusuales que parezcan. Y por supuesto, a todos nuestros amigos y a cada una de las personas que nos siguen a través de las redes, que nos envían mensajes de aliento y que, con su energía, nos inspiran a seguir pedaleando incansablemente por la paz y la esperanza en cada rincón que visitamos.

Desde las rutas de Europa, les enviamos un saludo y la invitación a sumarse a esta cadena de buena voluntad.

* Ignacio y Simón Jurado Terán