La obra de Roger Scruton: por qué la belleza importa
La belleza importa porque nos humaniza, nos conecta con lo eterno y nos rescata de la banalidad un repaso por la obra de Roger Scruton.
Roger Scruton, un filósofo de los más influyentes del siglo XX
Archivo MDZEl título de este artículo es de un imperdible documental protagonizado por Roger Scruton, un filósofo de los más influyentes del siglo XX, quien dedicó gran parte de su obra a reflexionar sobre la belleza y su papel esencial en la vida humana. Todo esto, en un mundo cada vez más dominado por la utilidad y el pragmatismo.
Scruton defendió que la belleza no es un lujo, sino una necesidad profunda que da sentido a nuestra existencia, y veía la belleza como un antídoto contra la deshumanización.
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En una sociedad obsesionada con la eficiencia, donde los edificios se reducen a cajas funcionales y el arte a provocaciones vacías, la pérdida de la belleza nos aleja de nuestra propia humanidad. Para él, cuidar la estética de nuestro entorno —desde un paisaje rural hasta una calle urbana— es un acto de respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás. La fealdad, por el contrario, degrada el espíritu y nos condena a la alienación.
Un aspecto clave de su pensamiento es la relación entre belleza y moralidad. Scruton creía que, al apreciar la belleza, cultivamos virtudes como la humildad, la gratitud y el amor. Una pintura de Rembrandt o una sinfonía de Mozart no solo deleitan los sentidos, sino que nos enseñan a mirar el mundo con reverencia. Esta dimensión ética de la belleza la convierte en un puente hacia la trascendencia, un recordatorio de que no todo se reduce a lo inmediato o lo útil.
Scruton también advertía sobre los peligros de trivializarla
Criticaba el arte contemporáneo que, en su afán por romper normas, abandona la búsqueda de la belleza en favor del shock o la ironía. Para él, esto no era progreso, sino una renuncia a lo que nos eleva como seres humanos.
En un tiempo de ruido y prisa, las ideas de Scruton nos desafían a redescubrirla no como un adorno, sino como un faro que ilumina el camino hacia una vida con sentido y abierta a la trascendencia. Como él mismo escribió: “La belleza es el rostro de la libertad”.
Cuidarla, entonces, es también cuidar nuestra propia alma.
* Rubén Peretó Rivas. Profesor Titular en la UNCuyo e Investigador del Conicet.