El futuro de la publicidad: cuando los algoritmos aprenden a emocionar
En este nuevo episodio de Future Talks, hablamos sobre el futuro de la publicidad con Ariel Traverso, CEO de A-TRAIN.
Durante gran parte del siglo XX, la publicidad fue un arte humano. Se trataba de narrar, persuadir, emocionar. De encontrar la historia justa para tocar una fibra en la mente o el corazón del público. Pero en los últimos años, ese lenguaje empezó a mutar: los algoritmos también escriben, diseñan y predicen. Las marcas conversan a través de chatbots, los anuncios se personalizan en tiempo real y la voz que nos recomienda una compra ya no pertenece a un vendedor, sino a una inteligencia artificial. La pregunta sobre el futuro, entonces, se vuelve inevitable: ¿qué queda de la creatividad cuando las máquinas también saben seducirnos?
En este nuevo episodio de Future Talks, Ariel Traverso —fundador de A-TRAIN, Estación 392 y Expertos Online— ofrece una mirada lúcida y provocadora sobre esa transformación. Con casi dos décadas de experiencia en marketing y comunicación, Traverso fue testigo del cambio de era: desde los días de las grandes agencias globales, donde las ideas nacían entre reuniones, pizarras y cafés, hasta el presente dominado por los datos, la automatización y la inteligencia artificial generativa.
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“Captar la atención de la gente es muy difícil”, “Hoy hay muchísima información y eso es bueno, aunque no llegas a leerla.”
Del mensaje al algoritmo, un camino al futuro
La historia de la publicidad puede contarse como una sucesión de revoluciones tecnológicas: la radio, la televisión, internet, las redes sociales y ahora la inteligencia artificial. Cada una prometió mayor alcance y precisión, pero también trajo nuevas preguntas sobre la autenticidad, la atención y el poder de las marcas.
En la era de la televisión, la creatividad era espectáculo. En la era digital, fue conversación. Hoy, en la era algorítmica, la publicidad se ha convertido en comportamiento: los sistemas aprenden de nosotros para adaptar cada estímulo, cada oferta, cada palabra.
Respecto a si las redes nos espían o escuchan Traverso afirma: “Dejamos muchas huellas, aceptamos muchas cookies y no leemos los términos y condiciones”
“Ya no hay una audiencia fiel o uniforme. Hay muchas tribus que se entrecruzan entre sí y es difícil encontrarlos, porque están todos mezclados entre sí”.
Lo que antes era una historia dirigida a millones, hoy es un flujo invisible de microdecisiones automatizadas. La publicidad dejó de ser una narración para transformarse en un ecosistema de interacciones donde humanos y máquinas se influencian mutuamente.
Bots, emociones y confianza
La automatización promete eficiencia, pero plantea un dilema: si los algoritmos pueden replicar la empatía y anticipar el deseo, ¿dónde queda el componente humano de la comunicación?
Ariel Traverso lo resume con una mirada equilibrada:
“Argentina es una cuna de creativos increíbles y ahí está la llave para seguir construyendo. Va a cambiar todo, pero un buen mensaje va a seguir siendo importante. El corazón de la publicidad es la creatividad, y eso no va a cambiar”.
El nuevo lenguaje de las marcas
El futuro, sugiere Traverso, no está en eliminar la publicidad, sino en redefinirla. Las marcas deberán dejar de pensar en “decir algo” para empezar a “hacer algo”: comportarse con coherencia, resolver necesidades reales, construir vínculos transparentes.
En ese sentido, proyectos como A-TRAIN o Estación 392 encarnan esta nueva visión: un laboratorio donde la creatividad, el marketing y la tecnología se mezclan para crear experiencias más humanas dentro del entorno digital.
“Durante mucho tiempo la publicidad fue un discurso. Hoy debe ser una conversación entre sistemas inteligentes y personas reales”, explica.
Y quizá, como él mismo sugiere, estemos entrando en una etapa post publicitaria: un mundo donde los mensajes ya no son anuncios, sino interacciones; donde las decisiones de compra no las toma un consumidor, sino un asistente digital; y donde el verdadero reto será lograr que, detrás de tanta automatización, todavía haya algo que nos conmueva.

