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El deporte y la educación: dos rivales en Argentina

Por una carta abierta, una madre mendocina relató las trabas y frustraciones que vivió su hija mientras intentaba hacer deporte y ser estudiante a la vez.

La selección argentina de hockey en un amistoso con la selección mendocina: las protagonistas son jóvenes que conviven entre el deporte y el estudio.

La selección argentina de hockey en un amistoso con la selección mendocina: las protagonistas son jóvenes que conviven entre el deporte y el estudio.

Asociación Mendocina de Hockey

En el deporte, el talento argentino se celebra cuando brilla en el podio, pero poco se dice de lo difícil que es llegar hasta ahí si además se quiere estudiar. Es más, en Argentina, destacarse como deportista de alto rendimiento siendo joven y estudiante suele ser una hazaña doble. No sólo por la exigencia física o mental, sino, también, porque el sistema educativo muchas veces no acompaña.

Es por esto que la madre de una joven mendocina, escribió una carta que pone en palabras una tensión que atraviesan miles de chicos en el país: tener que elegir entre el deporte y la educación. Con ejemplos concretos y un recorrido lleno de esfuerzo, la autora expone cómo las leyes que prometen apoyo no siempre se aplican, y cómo eso puede frustrar una vocación. Su mensaje no es una queja, es un llamado a hacer algo más justo.

La carta que expone esta situación

El deporte y la educación: dos rivales en Argentina

El mundo entero conoce nuestras capacidades en lo deportivo con atletas del más alto nivel en muchísimas disciplinas, consagrándose muchos de ellos como los número uno del mundo. Y otro tanto sucede a nivel científico y profesional, destacándose no sólo nuestras instituciones educativas sino también los profesionales que en ella se forman. Sin embargo lo que no muchos conocen es la incompatibilidad que existe entre ellos en la práctica. Es que para un deportista que quiere estudiar el camino se hace cuesta arriba, con cien mil obstáculos y de noche.

Existen normativas que intentan acompañar a los deportistas que estudian, pero esto se traduce en “buenas intenciones” que no son correspondidas en la práctica. O lo que es peor y más injusto, queda sujeto a la potestad y criterio de la autoridad respectiva, llámese director de escuela o decano en la universidad. Les voy a contar a modo de ejemplo de tantos miles que hay en el país un caso particular.

Se trata de una nena muy responsable y aplicada que cursó sus estudios primarios en un colegio de renombre, conocido por su exigencia y buena reputación en la ciudad de Mendoza. Paralelamente era una deportista prometedora que había practicado varias disciplinas, eligiendo el hockey como su norte y pasión. Fue creciendo y su compromiso y dedicación lo hacían a la par. Con 14 años fue convocada para formar parte del Seleccionado Mendocino de hockey sub 16, mientras cursaba el 2do año del nivel secundario, esto implicaba agregar a los entrenamientos del club, los del seleccionado. Y con esa carga horaria uno de los días de entrenamientos del seleccionado coincidía con una de las dos clases de Ed Física del colegio. El director del Colegio no justificaba una inasistencia por ir a “prácticas” del seleccionado, aun cuando se tratara de actividades semejantes y que, en teoría, estaba sobrada para aprobar. Por lo que de acumularse más de la cantidad de faltas permitidas, quedaría libre. Por otro lado, si no asistía al seleccionado generaba cierto resquemor, el deportista no tiene que presentar excusas, tiene que asistir y demostrar.

Con mucho esfuerzo y sin sobrarle un segundo para el ocio a sus rutinas diarias, pudo cumplir etapas y avanzar de forma sobresaliente. Tanto en lo académico como en el deporte su esfuerzo fue reconocido. Fue distinguida como Primer Escolta de la bandera provincial en el nivel primario. Y así mismo en la Secundaria fue nuevamente honrada como Primer Escolta Nacional. En lo deportivo, año a año fue seleccionada para representar a la provincia participando de torneos nacionales e incluso amistosos internacionales. Juntamente con los torneos provinciales y nacionales que participaba con el plantel del club. Pero estos logros no iban de la mano, o si lo hacían, iban uno en cada mano sin mezclarse entre sí, a la par, como si no supieran de su existencia uno del otro. Hasta que un día, cursando el último año del secundario, llegó el momento más feliz y ansiado para cualquier deportista: ser convocada a una Concentración Nacional en una pre selección junior (Leoncitas). Recibir esta noticia con 17 años no sólo es un honor y orgullo enormes, sino también y más grande DESAFÍO. En este punto, todo se vuelve más serio y demandante. Pero lo mejor y a la vez lo peor, estaba por venir. Comenzar una carrera universitaria junto con emprender el alto rendimiento en un deporte no sólo no está pensado y organizado en Argentina, sino que se vuelven INCOMPATIBLES. La primera desventaja para los deportistas del interior, es la distancia. Las concentraciones nacionales se desarrollan en el Cenard en Bs As, lo que implica viajes semanales, en este caso, de lunes a jueves. Y en este caso que les cuento, la facultad elegida por su prestigio y trayectoria y cuyo ingreso ya había aprobado, era presencial. Con los viajes a las concentraciones se suman muchas inasistencias. Pero si bien existe legislación que prevé Licencias deportivas declarando “no computables” las faltas en estos casos (Ley provincial 6457 que adhiere a la Ley Nacional 20.596), tenemos que apelar al criterio y discrecionalidad de la autoridad competente. Lo mismo que le pasó a esta niña en la escuela primaria. En resumen a la Universidad no le importa si la alumna es buena deportista o qué hace en sus ratos libres, sólo que se cumpla con las reglas establecidas, lo que implica tener el 80% de asistencia en el cursado de cada materia. Y por otro lado, en el deporte el criterio no es muy distinto. No importa si el deportista estudia, va a la universidad o lo que haga en sus ratos libres, sólo que progrese y rinda en la cancha. Esta situación hace que la presión crezca y se haga cada vez más difícil continuar hasta llegar al punto de tener que decidir entre el deporte o estudiar. En este caso, la deportista de apenas 18 años renunció a la convocatoria nacional para seguir con su vida y educación. Tomar una decisión tan radical no es fácil, es injusto y deja a la persona incompleta, renunciando a una parte de su esencia.

Políticas de educación deportiva que apunten a la formación integral de los niños y adolescentes sería lo ideal pero también sé que sería irreal en lo inmediato. Sí podemos empezar por apoyar a nuestros deportistas estudiantes con lo que tenemos hoy. Aplicar las leyes que avalan sus actividades y establecen un acompañamiento al deportista (como no computar inasistencias con motivo de torneos o competencias fuera de su jurisdicción, otorgar plazos extendidos para entregas de trabajos o fechas de exámenes en esas circunstancias, tener contacto remoto más fluido entre profesor y alumno para evacuar consultas, etc). Y que se ponderen estos casos especiales de deportistas estudiantes. Creo que un alumno que quiere estudiar y a la par seguir con una carrera deportiva que implica muchísimo esfuerzo físico y mental, hay que apoyarlo e incluso fomentar esos hábitos. Ojalá el deporte y la educación dejen de ser “rivales” y se transformen en compañeros inseparables y complementarios en el desarrollo integral de nuestros niños.