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Depresión en adolescentes: las señales de alerta y una guía para sanar

Los síntomas de la depresión son las primeras señales de alarma. Cuáles son las maneras de abordar el problema. La influencia de un contexto marcado por la hiperconectividad y el vértigo. Testimonios de padres de hijos que atentaron contra su vida. Crecen las consultas en salud mental para adolescentes y jóvenes en Mendoza.

La depresión es uno de los padecimientos más comunes en una época de vértigo ruidoso e hiperconectividad a toda hora y en todo lugar. Los adolescentes están en riesgo y necesitan comunicarse para abordar los problemas que de callarlos les repercutirán de modo negativo en su desarrollo y en sus vínculos. Ellos se encuentran en una edad de cambios, fértil para la maduración de diferentes trastornos que deben ser elaborados del mejor modo para conducirlos y asimilarlos.

Los síntomas están ahí y alertan que quien los padece precisa de la ayuda de los adultos. Los síntomas hablan corporalmente: sentimientos de tristeza, de abatimiento, frustración e ira extremos, llantos sin una causa precisa, trastornos emocionales que, en los casos más graves, pueden derivar en adicciones y hasta intentos de suicidio. La depresión es algo serio a toda edad y en el caso de los adolescentes puede determinar su perspectiva y desarrollo futuro. Acota la disposición para la vida en una etapa de cambios persistentes. Por eso es imperioso tratarla.

Los especialistas concuerdan en algo básico, la primera red de asistencia es la familia, la escuela, los amigos, la institución que los acoge. En definitiva, los vínculos más próximos. Los padres deben estar atentos a las manifestaciones de los chicos. Ellos hablan con sus conductas, denuncian qué les pasa. Cada gesto, manifestación, silencio, omisión puede representar un auténtico pedido de auxilio. Por eso es necesario e imperioso estar atentos, para contenerlos y ayudarlos, guiarlos cuando creen estar recorriendo un interminable cono de sombras.

Adolescencia: el dolor de crecer

José Capece es médico psiquiatra, psicoterapeuta y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Es un especialista en adicciones y se refiere al desafiante tránsito que impone la adolescencia: "En el caso de los adolescentes se tiene que tener en consideración las depresiones vinculadas a la crisis vital de la adolescencia, lo que la adolescencia significa en términos sociales y biológicos como una crisis vital, como una circunstancia donde se produce un reseteo del software cultural y hormonal de la mente", dice Capece para hablar de la "crisis de emancipación" en la que el joven se ve de pronto en un camino de exploración, en el que debe reconocer a cada momento un cúmulo de sensaciones ante diferentes estímulos.

Hugo Ocaña, psicólogo clínico y docente de la Universidad Aconcagua, sostiene que en esta etapa "las causas de un padecimiento y de un síntoma son diversas y difieren en cada quien. Pensemos en los duelos. No todos tenemos recursos para afrontar que algo o alguien no esté más o no exista más. De hecho, existen estructuras mentales que sufren un gran impacto por cómo ha sido conformado su psiquismo cuando experimentan ciertas y determinadas pérdidas". Aquí plantea una diferenciación en cómo cada quien tramita los distintos procesos de acuerdo al desarrollo de su estructura psíquica.

Capece enumera algunas señales de alerta en la conducta de los adolescentes que pueden motivar la intervención adulta. Éstas tienen que ver con el aislamiento, la irritabilidad, las inhibiciones, la inhibición motriz, alteraciones en el apetito, bajar o subir de peso de acuerdo a los niveles inmanejables de ansiedad. También cambios en el patrón de sueño. "Es aquí donde conviene indagar sobre cuestiones traumáticas, que pueden llevar en determinados casos a que se figuren ideas de muerte, ideas suicidas, autorreproches, autolesiones. En general en estos casos la mejor guía para el adulto es verlo y pedir ayuda profesional. Terapeuta, psicólogos, psiquiatras, pediatras en el caso de tener una primera aproximación a una edad temprana".

Cerebro adolescente, un cerebro en formación

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Los síntomas representan las primeras señales de que algo no anda bien. Están ahí a la mano y si podemos decodificarlos nos alertan que quien los tiene necesita de nuestra ayuda. ¿Cómo los abordamos? ¿Cómo nos acercamos? Los especialistas coinciden en la importancia de generar primero un espacio de diálogo para que pueda expresar lo que siente, cuáles son sus afecciones. Tratar de entenderlo para entendernos.

Capece se refiere a un "factor de estrés que implica la adolescencia, más allá de lo biológico en el que también se acomodan los procesos vinculados con la maduración cerebral, hay un menor desarrollo del circuito prefrontal (crucial para el control de los impulsos) con un mayor desarrollo del sistema límbico, el sistema de recompensas (integra los procesos emocionales y motivacionales). El prefrontal, que es el freno, está más inmaduro". Por esto, sostiene que en esas circunstancias es probable que se inicien determinadas adicciones con mayor prevalencia en la pubertad y la adolescencia.

Ocaña prefiere no caer en categorías establecidas de síntomas. Para él "no partir desde la idea de algo ya construido por el sentido común o por una categorización científica es una ventaja clínica sin igual. No existe una categoría universal que reúna los principales síntomas de la depresión en la adolescencia y, si existiera, no es la forma de abordaje que, al menos desde mi opinión me ayude a escuchar al adolescente que tengo en el consultorio. Depresión adolescente es un constructo conceptual que hay que interrogar con quien está allí como sujeto". Para este psicoanalista lo mejor es partir caso por caso.

La escuela, mucho más que un espacio de aprendizaje

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En todo este proceso la escuela se vuelve una gran caja de resonancia de estas afecciones. "En el ámbito escolar vemos los cambios de comportamiento, los diferentes estados de ánimo, como tristeza, los chicos pueden quedarse dormidos, ahí vemos como estos síntomas impactan en el rendimiento escolar", sostiene Claudio Peña, director de la escuela Dr José Vicente Zapata, de la capital de Mendoza. Otras señales son el aislamiento y la nula integración con sus pares.

Así en el aula puede observarse esta conducta disfuncional y los docentes se vuelven los primeros eslabones en esta cadena de auxilio que termina involucrando a las familias, profesores, y profesionales de salud mental relacionados con la institución. El trabajo en equipo es fundamental para funcionar como red de contención y hacer las derivaciones necesarias.

La participación de la familia es muy importante para detectar síntomas y hacer un seguimiento. El consenso sobre la determinante articulación entre la familia, la escuela, los profesionales, y hasta los mismos estudiantes no se pone en discusión. Las instituciones amparan esta secuencia y demuestran lo relevante que es estar atentos ante cualquier situación, que quien padece no se sienta solo sino escuchado. "Nos han resultado los espacios de escucha, semanalmente o en algún momento tener espacios de escucha ayuda a resolver los problemas de salud mental", expone Peña.

Con la palabra se tiende a evitar el asilamiento. "Un punto a tener en cuenta con el o la adolescente es, a mi entender, que pueda evitarse el aislamiento y el ensimismamiento como un modo convencional de transitar la vida cotidiana. Este apartamiento como modo de vida es, según mi punto de vista, algo a prestar atención", explica Ocaña y agrega sobre lo determinante de los vínculos: "la influencia de los vínculos familiares favorece la aprehensión a la vida. Los jóvenes son muy curiosos de cómo los otros se las arreglan con la vida. En el caso de no existir dicha curiosidad, hay que fomentarla".

"Las herramientas que podemos tener los adultos son varias: la conversación, preguntar, indagar a los jóvenes. Invitarlos al diálogo es proponerles negociar con las palabras, que hagan uso del lenguaje (el lenguaje puede ser el musical también, el artístico, etc.). También que dispongan del cuerpo en movimiento: hacer un deporte con otros, con reglas con objetivos. Que divertirse con otros sea un alimento para el alma", amplía Ocaña.

Peña, por su parte, sostiene: "Nosotros trabajamos en forma conjunta, el profesor con el preceptor, para identificar el problema. Ellos son los primeros que identifican estos síntomas por los que en caso que sea necesario derivamos al Servicio de Orientación Escolar (SOE) para hacer el primer abordaje y trabajar luego con la familia". Así ubica al ámbito escolar como puerta de abordaje a estas afecciones en caso de que los padres no hayan resultado como primer filtro. "Nosotros no hacemos terapia, identificamos la patología y luego hacemos la derivación a los profesionales del SOE", concluye el director escolar.

La frustración y la generación de cristal

Ya se ha vuelto un lugar común hablar de la generación de cristal, aquellos nacidos a partir de 1995 que muestran una baja tolerancia a la frustración, para explicar determinados estados de ánimo de los jóvenes. Pero, cuánto hay de cierto y cuánto de todo lo que les pasa puede encontrar respuesta con aquella etiqueta que impuso la filósofa Montserrat Nebrera para describir la fragilidad emocional de toda una generación.

De acuerdo a esta tesis, la presión social que habilitan los canales digitales y la cultura del consumo a toda hora potenciaron la endeblez de este colectivo que suele mirarse en un espejo que devuelve una identidad social fragmentada. La hiperpresencia de las redes sociales contribuyeron a una perspectiva de las cosas que tiende a auscultar por demás la vida online, disociando la percepción de la realidad y dificultando la construcción de una identidad propia y estable.

"La hiperconectividad no supervisada o ilimitada por supuesto que invita al aislamiento", sentencia Ocaña.

Esto dificulta la integración de vínculos estables y fomenta el consumo excesivo de plataformas que pueden derivar en prácticas adictivas en línea y en algunos casos abusivas como el hostigamiento o cyberbullying. La hiperconexión puede disimular a duras penas un gran vacío vincular real, lo cual puede generar una dependencia costosa debido a la falta de un anclaje consistente fuera de las pantallas. Por eso, los especialistas en salud mental remarcan lo necesario de alentar un "uso responsable" de las redes sociales.

"Los adolescentes no están preparados para la frustración y el fracaso por eso se los denomina la generación de cristal. No tienen herramientas para afrontar un revés", sostiene Peña al abonar la teoría que describe los nacidos en los últimos 30 años como seres no aptos para el exceso de presiones, seres sensibles. "Por eso aplicamos distintos talleres para trabajar todo tipo de salud mental, no solo la depresión sino también el pánico y cómo afrontar el fracaso".

Sobre la generación de cristal, Ocaña dice que "vivimos en una sociedad donde el paso del tiempo se paga caro. Las conformaciones familiares, personales, las tradiciones no existen más. No está más ese horizonte de la vida que teníamos desde la infancia. Hay múltiples horizontes y mucho desconocimiento. De ahí surge la idea del “cristal” de algo que se rompe con facilidad. Hoy no hay nada lo suficientemente sólido como para atribuirles a los adolescentes semejante adjetivo, seamos más creativos y permisivos con el lenguaje que practicamos" cuestiona para quitarle cierta presión y características a los más jóvenes.

La crisis perfecta igual a adicciones

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El tránsito adolescente no solo implica los cambios hormonales que pueden derivar en distintos procesos emocionales sino que también involucra el riesgo de la adicción. Volcarse al consumo de distintas drogas o sustancias que no solo afectan los desarrollos neurológicos sino que pueden traer otros problemas a la salud. De hecho, recientes estudios avisan que en la Argentina se empieza a consumir alcohol y pastillas a edades cada vez más tempranas.

Capece señala que "la depresión por un lado y la adolescencia por el otro generan la tormenta perfecta. Las crisis sociales, un contexto que no colabora, la disponibilidad de tal o cual sustancia, el marketing de tal o cual sustancia van a influir para que se desarrolle la enfermedad. Hay que ir viendo cómo las sustancias operan ya que no es lo mismo la marihuana, que el tabaco, que la cocaína o el alcohol. En general todas van a potenciar los procesos depresivos con sus respectivos mecanismos de acción".

"Las adicciones son un intento de automedicación de emociones fallidas, hay bastante de eso en los procesos adictivos. Uno tiene que ver el enganche entre determinada sustancia y los procesos o condiciones o trastornos mentales que intenta automedicar. Obviamente hablamos cuando ya hay una neuroadaptación a partir del consumo de una sustancia o varias sustancias", amplía Capece.

De acuerdo a la bibliografía clínica hay una depresión definida como endógena, que tiene que ver más con lo biológico genético, y la depresión reactiva o circunstancial secundaria derivada de un episodio externo que la motiva. Tanto en una como en otra "vas a poder encontrar asociaciones con sustancias psicoactivas para regular tanto uno como otro procesos depresivo y la más común es el alcohol", explica Capece.

El dolor y la angustia, en primera persona

Estas sensaciones de desconcierto y abatimiento se traman en la familia y se agudizan en los rostros y el testimonio de los padres de estos adolescentes que se hallan en una penumbra mental. ¿Cómo afrontar un intento de suicidio en la familia? ¿Cómo lidiar con un cuadro depresivo en nuestros hijos que los lleva a pensar una existencia sin sentido? Aquí, algunas respuestas de padres que convivieron con ese dolor y pidieron preservar sus identidades.

Madre, 46 años: "Nunca pensé que mi hijo de 15 años podría sentir un dolor tan grande sin que yo lo notara a tiempo. El día que intentó quitarse la vida, sentí que el mundo se me partía en mil pedazos. Desde entonces, he aprendido a escucharlo de verdad, sin juzgar, y a buscar ayuda profesional".

Padre, 50 años: "Cuando mi hija de 14 años me dijo que no quería vivir más, me quedé sin palabras. Me sentí culpable, enojado, perdido… todo junto. Lo único que entendí es que no podía enfrentar esto solo. Pedí ayuda y descubrí que hablar de salud mental no es una debilidad, es una urgencia".

Madre, 39 años: "Vivíamos con la idea de que la adolescencia era una etapa de rebeldía y altibajos, hasta que la tristeza de mi hijo se volvió insoportable para él. El intento de suicidio fue una llamada de atención que nos hizo cambiar todo: horarios, rutinas, prioridades. Hoy sé que las señales estaban ahí: el aislamiento, la falta de interés, los cambios de sueño. Ojalá lo hubiera sabido antes, pero ahora luchamos juntos para que no vuelva a pasar".

Madre, 40 años: "Mi hija de 13 años fue víctima de un abuso. No hay palabras para describir la mezcla de dolor, rabia e impotencia. Ver cómo ese hecho la llevó a perder las ganas de vivir fue devastador. Hubo días en los que no quería levantarse de la cama y yo solo podía abrazarla. Buscamos ayuda profesional, pero la herida es profunda, nos cambió la rutina a todos y tuvimos que aprender que con amor, terapia y apoyo, se puede empezar a sanar".

Crece la demanda en atención en salud mental en Mendoza

En 2024, la atención infantojuvenil registró 52.178 consultas, lo que representa un incremento del 18% respecto al año anterior, y 56.337 prestaciones, principalmente en tratamientos, abordaje familiar e informes.

El Centro Integral para la Atención de Urgencias Adolescentes (CIPAU) registró 15.354 prestaciones en el mismo período, según informaron a MDZ desde el Ministerio de Salud provincial.

La provincia de Mendoza cuenta con una amplia red de dispositivos para la atención en salud mental infantojuvenil, que incluye Centros Preventivos Asistenciales en Salud Mental Infantojuvenil, el Servicio 148 de orientación y contención disponible las 24 horas, todos los días del año, guardias de hospitales generales con espacios especializados en salud mental, incorporación de equipos de salud mental en centros de salud y espacios de internación.

El mes pasado se inauguraron en San Carlos y Tupungato dos Centros Preventivos Asistenciales en Adicciones, fortaleciendo la red provincial y realizando que el Valle de Uco cuente con estos espacios especializados.

Además, el próximo 20 de agosto se inaugurará en San Martín un nuevo espacio de consultorios en el Hospital Perrupato.

Cuáles son las terapias más convenientes

Luego de pedir ayuda profesional, el paso siguiente es discernir la mejor terapia para ayudar al adolescente. Y si bien hay una gran muestra de posibles abordajes terapéuticos, los profesionales recomiendan algunos en particular por sobre otros para atender las afecciones. "Más allá de la especificidad de las respuestas de los profesionales, de si hay medicación, existen algunas psicoterapias específicas como la de la estimulación conductual, que es una primera aproximación en la que la familia y los amigos son parte fundamental del proceso de recuperación en una estrategia específica para atacar la depresión", dice Capece.

En cuanto a las problemáticas de consumo, los especialistas coinciden en que de estos casos se sale no por una disposición restrictiva sino por estrategias que contengan proyectos superadores que den cuenta del proceso que aborda tanto la depresión como la adicción. Para lograr el abandono del consumo se debe generar una perspectiva que vaya más allá de la coyuntura y dé sentido al devenir del paciente.

En definitiva, más allá de la intensidad de los procesos y de la deriva en la que se ven involucrados los jóvenes, hablar, dialogar, conectar, empatizar siempre son las opciones más a mano y más accesibles para poder hallar una salida a los laberintos mentales, que muchas veces no ofrecen un escape a primera vista.