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Cuántas horas puede estar solo tu perro: el tiempo que tolera la ausencia en casa

La tolerancia a la soledad cambia con la edad, el carácter y la salud de cada perro, por eso conviene planificar ausencias breves y bien acompañadas.

El tiempo a solas no se resuelve con “dejo comida y vuelvo”. Requiere plan. Rutina de paseos, enriquecimiento ambiental y un rincón de refugio. 

El tiempo a solas no se resuelve con “dejo comida y vuelvo”. Requiere plan. Rutina de paseos, enriquecimiento ambiental y un rincón de refugio. 

Hay una pregunta que ronda cada hogar con mascotas: ¿cuánto tiempo puede quedarse solo un perro sin sufrirlo? Un rato de juego estructurado, una manta con olor familiar, un espacio seguro y luego descanso. Dejarlo demasiado tiempo sin compañía suele terminar en mordisqueos, vocalizaciones o “accidentes” en casa.

La meta es construir seguridad: pequeñas ausencias, regresos tranquilos y mucha previsibilidad.

Adultos jóvenes: energía bien canalizada

En la juventud la batería viene completa. Para que la soledad no se vuelva una trampa, el perro debe llegar a ese momento satisfecho en lo físico y en lo mental. Paseos regulares ayudan, pero no alcanzan solos. También sirven los juegos de búsqueda, los rompecabezas que liberan alimento y ejercicios de autocontrol. La educación continúa: modales, calma al saludo, esperar antes de cruzar, soltar cuando se pide.

Un joven sin descarga acumula tensión, y esa tensión explota cuando el tutor sale: ladridos, rascado de puertas, objetos rotos. Un protocolo sencillo funciona muy bien: salida previa a la ausencia, juguete interactivo al irse, agua disponible, un lugar cómodo. Al volver, saludo sin fiestas. Ese tono le enseña que irse y regresar es parte de la vida cotidiana.

Con estos consejos los perros no se sentirán tristes cuando estén solos en la casa Foto: Rodrigo Carrizo
Con estos consejos los perros no se sentirán tristes cuando estén solos en la casa 

Con estos consejos los perros no se sentirán tristes cuando estén solos en la casa

Perros mayores: calma, confort y previsibilidad

La vejez trae ajustes. Puede aparecer dolor articular, menor visión u oído y medicaciones fijas. La soledad extensa pesa más en esta etapa. Conviene ofrecer un ambiente silencioso, temperatura estable y una cama mullida en un sitio conocido. Las salidas deben ser más cortas, pero frecuentes. Un calendario claro es un gesto de cuidado.

El tiempo a solas no se resuelve con “dejo comida y vuelvo”. Requiere plan. Rutina de paseos, enriquecimiento ambiental y un rincón de refugio. Las mantas con olor del hogar ayudan a bajar pulsaciones. Los juguetes que liberan alimento de a poco sostienen el interés. En jornadas laborales largas, conviene sumar apoyos: paseador de confianza, guardería diurna o una visita breve de alguien conocido.

Todo debe ser seguro y acorde al temperamento del perro. Hay señales que avisan cuando la ausencia ya es demasiado: jadeo o inquietud al ver las llaves, vocalizaciones persistentes, lamido compulsivo de patas, puertas marcadas, accidentes en casa cuando ya estaba educado. Si aparecen, hay que ajustar. Menos horas solo, más ejercicio previo y mejores estímulos suelen mejorar el cuadro. Si persiste, lo indicado es consultar con un profesional del comportamiento.

Un recurso práctico son las “falsas salidas”. Prepararse para irse, tomar las llaves, ponerse el abrigo… y quedarse. Repetir el ritual varias veces hasta que el perro pierda sensibilidad ante esos indicios. Luego, ausencias cortas que se alargan de a poco. También sirve premiar la calma: reforzar cuando elige su cama, cuando respira lento, cuando decide descansar sin reclamar. No se recompensa la ansiedad; se celebra la serenidad. Ese hábito reduce la intensidad de la separación y hace más amable el reencuentro.

Cada hogar es un mundo. Hay días intensos y otros livianos. Con presencia frecuente, educación constante y actividades que lo ayuden a relajarse, ese rato a solas deja de ser un problema y se convierte en un descanso seguro.